Los hechos narrados a continuación ocurrieron en el lejano 1864, cuando las fuerzas imperiales de Tomás Mejía y sus aliados franceses habían lanzado una fuerte ofensiva sobre Tamaulipas.
Previo a la embestida francesa, los miembros del partido juarista en Tamaulipas habían tenido fuertes pugnas internas y estaban completamente divididos.
Por ello, cuando avanzaron las columnas del general Tomás Mejía y del contraguerrillero francés Charles Dupin sobre el Estado, no hallaron resistencia.
VALERIANO LARRUMBIDE EN VICTORIA
El 25 de agosto de 1864, Dupin salió de Victoria para reunirse con To- más Mejía. Sobre esto, el conde de Kératry diría:
«Se juzgará de las disposiciones con que nos acogieron, por un episodio en que fui empeñado personalmente.
El oficial comandante de uno de los escuadrones de la guerrilla designado para preparas los alojamientos de la tropa, había recibido la noticia de presentarse en la casa del negociante don Ignacio Iguera, situada en el rincón de la plaza principal.
Conducido por el propietario, atravesaba uno de los cuartos que daba sobre la calle, cuando un mexicano vestido de paisano, se precipito sobre sus pasos, con un revolver Colt en la mano, y después cerrándole el camino, le disparó en la cara dos tiros de que no resultó nada.
El oficial francés no tenía armas. En presencia de un ataque tan inaudito, celoso del honor de su uniforme, se avanzó sobre su adversario diciéndole: ¡Asesinadme si lo osáis! Entonces un mejicano, vestido de militar, sacó su sable y le tiró una estocada que paró felizmente un joven sargento llamado Bruneau, que acompañaba a su capitán de escuadrón, y que se había echado bravamente delante de él para cubrirle.
A la voz de los dos agresores, se precipitaron en el cuarto, como por encanto, 42 soldados, con bayoneta cruzada, quienes detuvieron al oficial francés.
En un momento, un batallón entero, con fusil cebado, se formó en batalla en la calle, frente de la casa del negociante Iguera.
El joven sargento pudo escapar- se para llevar noticia al coronel Du- pin. El primer agresor se llama el coronel Valeriano Larrumbide”
Fue hecho prisionero y luego liberado.
Después de haber tenido ciertas rencillas con un oficial francés; a quien incluso estuvo a punto de matar en Ciudad Victoria, el coronel imperialista Valeriano Larrumbide, jefe del Estado Mayor de Mejía, fue hecho prisionero, pero debido a su crueldad en el campo de bata- lla fue liberado.
A mediados de noviembre de 1864, el coronel había recibido no- ticias de sus exploradores, quienes le informaron que habían visto a los juaristas situados en el cañón de la sierra que conduce a la villa de San Nicolás, por lo cual forzó su marcha para dar un golpe al jefe republicano José María J. Carbajal.
El jefe republicano al saber que se aproximaban “los mochos” se re- tiró, entregándole 30 de sus hombres al teniente coronel Ascensión Vázquez, que se hallaba en San Carlos con otros 20.
Una vez reunidas ambas fuerzas, los imperialistas los dispersaron, haciéndoles algunos prisioneros.
Su paso por San Carlos y Burgos
Para el 15 de noviembre de 1864 la plaza de San Carlos estaba en manos del Imperio.
Al entrar en la población, Larrumbide se informó de que el coronel de rifleros de montaña, don Lorenzo López, era el que fungía como comandante militar y prefecto de la plaza, mandándolo aprender en su casa; donde por casualidad lo hallaron todavía, debido a que se encontraba enfermo de calenturas y no habían llegado sus caballos a tiempo.
A López se le decomisaron $4,000, los cuales estaban destinados para comprar armas y vestuario para las fuerzas de Carbajal y Pedro J. Méndez. Como dicen que del árbol caído todos hacen leña, los habitantes de la comarca le dijeron al jefe imperial que don Lorenzo era de muy mala fama, sin creencias religiosas, sin fe ni partido alguno.
Por todo eso, fue mandado juzgar sumariamente por los traidores partidarios de la intervención francesa.
El día 19, pensando marchar a Cruillas, Larrumbide tuvo noticia de que el teniente coronel Ascensión Vázquez y el jefe Alardin habían asaltado con sus treinta hombres el rancho de Ciénega, buscando a Zenteno para llevárselo.
Don Cástulo Zenteno nació en Matamoros en 1837 y por ser jefe de las guardias nacionales de Burgos, Cruillas y San Nicolás, defeccionó de las fuerzas juaristas y se unió a las fuerzas imperialistas de Larrumbide.
Tiempo después rectificó su error y se reincorporó a los republicanos con 27 hombres de Burgos, de ahí la búsqueda de sus ex camaradas.
El día 20, considerando que probablemente volverían, permaneció Larrumbide en Burgos, y en la no- che tuvo noticias de que los mismos jefes republicanos se hallaban en el rancho del Charco; disponiendo que saliera Bosch en su persecución con la caballería, logrando únicamente dispararlos y recoger ocho caballos, cuatro rifles en buen estado, tres cananas, y seis frazadas: sin tomar prisioneros por lo áspero del monte y la oscuridad de la noche. El día 21, los imperialistas salieron en busca de los dispersos, pues consideraban que se iban a reunir con Carbajal en Loma Verde.
Realizaba su marcha Larrumbide para esa ranchería, cuando vio a los juaristas a su izquierda, ordenando inmediatamente a su ayudante Alejo García con once hombres voluntarios de Burgos, salieran sobre el enemigo: tras la escaramuza, lograron la aprensión del juarista Ascensión Vázquez.
Sin perder tiempo, en el rancho de Villegas los imperialistas dividieron sus fuerzas para destantear a Carbajal y que éste creyera que la fuerza iban sobre Cruillas y por consiguiente, caerle por sorpresa al rancho de Loma Verde; donde el valiente jefe juarista se encontraba con 20 de sus hombres más fieles.
Después de una marcha forzada de día y noche, los traidores mexicanos y sus aliados franceses sor- prendieron a Carbajal y al comandante Santos Chaveira, que iba llegando con 27 hombres y Alardin con sus cuatro dispersos.
Durante el enfrentamiento resultaron heridos los imperialistas Alejo García y Rosalío del Rosal, logrando tomar prisionero al patriota mexicano Chaveira, a quien inmediatamente se le mandó fusilar.
Por su parte Carbajal y el resto de las maltrechas tropas lograron escapar, pues:
“[…] no se pudieron alcanzar por lo malo de la caballada, pues además de estar cansada y sin comer, el camino es muy escabroso, pendiente y lleno de palos de monte”
Por un espía apostado en la villa de San Carlos, el coronel Larrumbide supo que Carbajal se dirigía al rancho de Estajadilla. Sin descanso, siguieron para ese rumbo por un camino malísimo, a donde llegaron después de recorrer como 14 leguas de sierra: Nada encontraron, sólo los dos cuarteles de invierno que había mandado construir Carbajal, bastante grandes, los cuales fueron destruidos.
En Estajadilla se juzgó a don Ascensión Vázquez, y habiendo sido condenado por una comisión mili- tar, se le pasó por las armas en los que antes había sido su cuartel militar, muriendo así un patriota defensor de la independencia nacional.
En Cruillas, por órdenes de To- más Mejía, comandante general de las fuerzas imperiales, se ordenó a Larrumbide que les diera las armas y municiones necesarias a los vecinos, y de esa manera se hiciesen respetables. Una vez formada la guardia rural en esa villa, se dispuso a realizar lo mismo en Burgos y la Laja, cuyo vecindario “en su mayor parte estaba dispuesto a prestarse espontáneamente, con las armas y caballos propios, a perseguir a toda clase de partidas de republicanos”.
Para jefe de las guardias rurales del Imperio, se propuso a don Fran- cisco Galván, vecino de Cruillas; quien como cualidades tenía el ser una persona respetable, con diversos intereses en la región, con buenas relaciones, “y muy particular- mente por los servicios que prestó al país en 1846 en la guerra contra los estadounidenses”. Que ironía, ¡Un patriota en esa funesta guerra del 46 y después partidario de la in- tervención francesa!
Se decía que la organización de esas fuerzas rurales era muy necesaria por dos cosas: se ponía a salvo a todas aquellas poblaciones, dándoles la respetabilidad y fuerza suficientes para que se defendieran contra los juaristas y se activaba la persecución de los patriotas mexicanos con gente práctica y conocedora del terreno.
Murió en el anonimato
Valeriano Larrumbide nació en Guadalajara en 1829, dentro del matrimonio formado por don Jesús Larrumbide y doña Guadalupe Esquivel.
El 21 de octubre de 1859 contrajo nupcias en la Ciudad de México con la señorita Agustina Flores, con quien procreó varios hijos.
Fue un ferviente conservador y más tarde ostentó el grado de coronel dentro de ese partido.
Junto con el cabecilla Juan Chávez, comandó una gavilla que depredó por Aguascalientes y los altos de Jalisco; robando, matando y defendien- do la bandera de Maximiliano al grito de “Viva la Religión y Francia”.
Por esa época colaboró estrechamente también con el famoso bandolero nayarita Manuel Lozada “El Tigre de Álica”.
Posteriormente se incorporó a las tropas del valiente general imperialista Tomás Mejía; con quien llegó a Tamaulipas en 1864 como jefe de su Esta- do Mayor.
En 1865 fue declarado caballero de la corte del emperador.
Tras el triunfo de la re- pública en 1867, Larrumbide desapareció de la vida pública, muriendo en el anonimato.
POR MARVIN HUERTA MÁRQUEZ