Andrés Manuel López Obrador ganó bastante en unas elecciones intermedias. Sólo Carlos Salinas ganó diputados federales en esa cita, pero el tabasqueño perdió menos legisladores que otros presidentes en su momento y ganó carretadas de puestos en los estados.
¿La economía? Mal. ¿El manejo de la pandemia? Negligente, por decir lo menos. ¿Los programas sociales? Apenas bien. ¿La violencia? Criminal. ¿La justicia? Con unos pocos claros y muchos oscuros. Y a pesar de eso Morena tendrá una sólida bancada y casi todas las gubernaturas disputadas el domingo (la del Verde de San Luis Potosí también es suya, aunque lo nieguen muchos, y quién no negaría a ese señor).
Cuando en 2018 López Obrador anunció que haría una conferencia cada mañana hubo quien dudó de que aguantaría el
trote o de que funcionaría el invento. Argumentaban que cuando las hizo como jefe de Gobierno tenía enfrente a Vicente Fox, y a la oposición por todos lados. En cambio, desde Palacio, hablaría solo. Se va a cansar, dijeron. No va a pegar, pensaron. El 6 de junio ha mostrado cuán equivocados estaban esos escépticos.
El Presidente ha encontrado, y ha afinado en la marcha de estos 30 meses, el tono y el fondo que resuena en la mayoría de los votantes mexicanos. Ya lo había descubierto, pero lo ha llevado a un nivel tal que nos tiene hechizados. El día que no da tema en la mañanera andamos sin saber de qué hablar.
Su visión reduccionista de las causas de los problemas (hay malos que encima de antipatriotas son corruptos, o viceversa); su prédica de que la nación mexicana está destinada por la providencia a la grandeza pero siempre ha sido culpa de los saqueadores, nacionales y extranjeros, que no la alcancemos; la promesa de que llegó el tiempo en el que los de abajo no serán más nunca los únicos que pierdan; la oferta de que el Estado y Dios proveerán, entre otros, son los ejes de un exitoso mensaje cotidiano: yo estoy aquí y cuentan conmigo.
No es poca cosa que millones le tomen la palabra al Presidente. Que tantos le crean tanto frente a realidades palpables donde el desempeño de su gobierno –es un decir– contradice la promesa, como es el caso de la pandemia. ¿Cuántas muertes menos se iban a padecer con medidas adecuadas frente a las que se padecen aún hoy por la terrible conducción del dúo López: Obrador y Gatell? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que las malas decisiones de la administración pegan más a quienes menos tienen. Y con todo, éstos no le abandonaron en las elecciones. Favor de no argumentar que la explicación de fondo es que ellos o sus cercanos reciben algún apoyo federal. Ni son nuevos ese tipo de programas, ni los mexicanos son tan básicos.
Porque también es cierto que la realidad siempre ha sido más cruel con demasiados millones de mexicanos, y que como el propio AMLO ha citado varias veces en sus conferencias, escuchar y hablar con esos mexicanos es en ocasiones lo mínimo que se puede y debe hacer. Y él, sí, lo hace cada mañana, aunque luego los del círculo rojo crean que es a ellos a quienes se dirige desde Palacio Nacional.
El éxito electoral de López Obrador el domingo es innegable. Ha encontrado la forma de seducir las voluntades de decenas de millones de mexicanos que ante todo lo visto estos 30 meses optan por todo lo escuchado. Apuestan por la promesa. Y el 6 de junio, salvo en algunas zonas urbanas, le extendieron un nuevo cheque.
POR SALVADOR CAMARENA