TAMAULIPAS.- La primera exposición al sol aún presenta ciertas humedades. Entre el sol y yo distingo el día distinto. El sonido proviene de un cincel a 20 metros a la redonda, alguien chifla, otros aún charlan.
El río seco en esta época del año es polvo a mediodía con una persona cruzando entre las piedras más grandotas. Por la calle pasa un bote golpeado hace rato y se hace delgado, pequeño como el olvido.
Otro bote le hace sombra a la memoria del primero y golpea el aire, lo hace pasajero. Juntos los botes hacen ruido propio y tienen sus propios grupos musicales. Los escuché una de esas tardes con la plaza abandonada, con el carro que anuncia el anacrónico circo y toda la cosa. Con una gran promoción. Todavía pasan coches por la calle.
Ligeros hombrecillos. Pasan ciclistas y motorizados rifándola. Alguien se tira de un edificio en la tele afgana.
Hay rostros y rastros de ayer en los cubículos, en los papeles que alguien arrojó a la basura. El aire contiene mixtura de un trailer que acaba de pasar y de un microbús que aquí da vuelta en la esquina.
Huele a eso, a la esquina de dar vuelta. Imposible no inventarme con estadio lleno gritando enardecido mi nombre justo en el fin del mundo. Esperen, sigo vivo en los próximos cien años.
El griterío será el mismo y no te mueves del asiento. Alguien arrojó agua. Bueno, ni modo de no creer eso ahora. Veo hacia la puerta. La única salida de emergencia. Cierro los ojos y vienen personas a dos cuadras que antes no escuchaba.
Están frente a mis oídos y cuchichean. No me han visto aún. Cuando los descubro sus ojos se instalan en la incertidumbre ávida de interlocutor. No logro entender qué dicen entre ellos. El viento se lleva las sílabas.
El mercado amplio trae pronto el ofrecimiento de palabras más remotas si usted quiere pero más bonitas. Supongo que eso no importa ahorita ni es el tema. Usted disculpe. No podría yo, enfrascado en un diálogo, comer al mismo tiempo. La luz no entra en la luz sin sombra.
La luz primero es sombra. Da vueltas a la sombra y vuelve brillando en todo alto y por debajo. Apenas se instala la luz y oscurece. Un viento repentinamente fresco anuncia la lluvia para más tarde, por mientras arde el sol en las brazas.
Hay gente recogiendo a esta hora lo que otros tiraron y lo acomodan. La tarde avanza en todas sus maneras atrás de un carro con los vidrios rotos atrás de un cerro. Sigue lo que sigue, y algo- no se qué- pasó retrasado y es lo mismo, atrás de todo no existe el tiempo.
Al tiempo voy inventando las palabras: hola cómo está usted, yo bien gracias nos vemos hasta pronto. Escribo esto que sigue alrededor de dos signos. Se me pasó poner esto y lo otro y así no es la historia señor juez.
Firme aquí de conformidad y firmé. La ida es larga para escribirla y no hay regreso. Escribes en el suelo, el único lenguaje que habla tu cuerpo. En la distancia escribiste y escribo donde todos leemos lo mismo.
Cada paso es ida y regreso. Vengo y voy. Si corro voy en contra de mi destino. A cada casa se mete y sale la música. En cada casa está la hora no preguntada.
Está la hora helada de nadie, la hora de todos ahí cumplidamente en su telaraña. Con el paso de los años el tiempo se acorta y el golpe avisa. Corres y vas en contra.
Me detengo y el tiempo avanza y sale por la puerta. Escucho el canto de un pájaro.
HASTA PRONTO
CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA
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— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021