Sygmut Bauman, profesor emérito de Filosofía y Sociología de la Universidad de Varsovia hasta 1968 y en diversas Universidades de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, abordó el reto de la educación en la denominada “Modernidad Líquida” y planteó una interrogante que ha ocupado a los más destacados pensadores del siglo XX y XXI: ¿Aquello que es científicamente posible, es éticamente admisible…?
En su libro titulado” Los Retos de la Educación en la Modernidad Líquida” editado por Gedisa en 2007, Bauman plantea una sociedad sin costumbres estables, sin marcos de conocimiento sólidos, donde los valores morales son fluctuantes; caracterizada en su mayoría por jóvenes adictos a placeres instantáneos y efímeros, que no requieren mayor esfuerzo para adquirirlos, ni conllevan a compromisos perdurables.
En una entrevista el eminente sociólogo recuerda las palabras de una “niña de 19 años, -a quien le pregunté cuáles eran sus planes de vida- no tenía ni idea, ella deseaba una vida interesante, con experiencias y aventuras; pero lo que sí sé, es que NO quiero ser como mi padre. Hace 25 años que empezó a dar clases y sigue siendo Profesor…” concluyó la jovencita.
No sé quién es la gallina ni quien el huevo asegura Bauman “no sé si la expectativa de la gente joven creó el Mundo Líquido, o si el Mundo Líquido creó esta expectativa”
En su libro analiza la postura de Edward D. Myers, quien luego de un estudio comparativo de modelos pedagógicos de 13 civilizaciones diferentes, publicó en 1960 que había una “creciente tendencia a considerar la educación como un producto, antes que como un proceso” a través del cual se puede acceder a los bienes materiales deseados de manera rápida, sin necesidad de invertir tiempo para disfrutarlos.
A este fenómeno Zygmut lo llamó el Síndrome de la Impaciencia. “El tiempo en la Modernidad Líquida –señala Bauman- ha llegado a ser un recurso cuyo gasto se considera injustificable, intolerable… el tiempo es un fastidio y un ladrón”.
En su estudio del hombre postmoderno, el catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Varsovia y de Leeds, distinguió dos tipos de comunidades: “comunidad estética/comunidad ética”. Las comunidades estéticas son según él: […] comunidades listas para el consumo, comunidades que no requieren una larga historia de construcción lenta y minuciosa, que no requieren un esfuerzo laborioso para garantizar el futuro […] su característica común es la naturaleza superficial y episódica de los vínculos que surgen entre sus miembros. Los vínculos son fríos y efímeros […] en realidad son vínculos que no atan, vínculos sin consecuencias (Bauman, 2003: 86).
Las comunidades éticas, afirma Bauman se construyen con “lazos y compromisos duraderos y de largo plazo”. Sin embargo, las nuevas generaciones consideran la estabilidad de los vínculos humanos, como una amenaza a su autonomía y libertad de movimiento.
A este respecto la Dra. Aurora Contreras Garza, especialista en Psiquiatría afirma que ante la perspectiva del mundo globalizado, los jóvenes se sumergen en la vorágine del consumismo, donde prefieren apostar por las conexiones rápidas, fugaces y poco significativas.
En este contexto afirma: “se requiere diseñar políticas sociales, que permitan desplegar las potencialidades del ser humano, con la misma determinación con que los gobiernos se han volcado hacia las áreas económicas”.
Políticas –subraya- que sólo pueden permear a través de los procesos normativos de una educación con con-ciencia. Una educación de valores, que demanda cada día la construcción de una sociedad dónde los individuos, sean conscientes de la responsabilidad que implican sus actos, no sólo para ellos mismos, sino para su entorno y las generaciones por venir.
Sumado a todo lo anterior, la humanidad se debate ante otra premisa. Por una parte, los avances científicos y tecnológicos, (la posibilidad de alcanzar lo inalcanzable), en un universo de conocimientos sin límites espaciales y por otra, la ausencia de fronteras éticas que le permitan al hombre detenerse a reflexionar sobre el alcance de sus decisiones. Es ahí donde cobra sentido la pregunta de Zygmut Bauman: ¿Aquello que es científicamente posible, es éticamente admisible…?
Pareciera que la Bioética, término acuñado por Van Rensselaer Potter en 1971 para describir a la “disciplina que combina el conocimiento biológico con el de los valores humanos” y que para mucho se ha convertido en la conciencia de las ciencias, sería la respuesta idónea. Sin embargo constituye un reto para la humanidad sobre todo, en el contexto del proceso educativo.
Una disciplina que se fundamenta en cuatro principios: Justicia, Autonomía, Beneficencia y No Maleficencia; que tiene como objetivo abrir espacios de reflexión y respeto a la pluralidad; que realiza un estudio sistemático de la conducta humana a la luz de los valores y principios morales, principalmente en el área de las ciencias de la vida y el cuidado de la salud, se encuentra apenas dando sus primeros pasos en nuestro país.
La Dra. Contreras hace énfasis en la necesidad de rediseñar los modelos educativos, para construir una nueva identidad, que nos permita enfrentar esta racionalidad moderna, líquida como la llama Zygmut Bauman, para no ser arrastrados por la globalización y consumismo, que han hecho de la educación un producto más en el mercado.
Según el último informe de la Comisión Nacional de Bioética, en México sólo siete Instituciones de Educación Superior (IES) ofrecen carreras de posgrado en Bioética: Universidad Autónoma de Zacatecas, Instituto de Investigaciones en Bioética, Instituto Politécnico Nacional, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Anáhuac, Universidad Autónoma de Querétaro, y Universidad de Guadalajara.
Un dato interesante y avasallador nos obliga a reflexionar sobre la importancia que las Universidades y las IES, le han dado a la Bioética en México; sólo 14 Comisiones Estatales de Bioética, han establecido convenios de colaboración con universidades para impulsar esta disciplina y éstos son: Veracruz, San Luis Potosí, Nuevo León, Aguascalientes, Cd. de México, Estado de México, Tlaxcala, Tabasco, Querétaro, Zacatecas, Durango, Campeche, Guanajuato y Jalisco.
“El individualismo de la Modernidad Líquida del que habla Bauman, ahondará en el tejido social y dejará secuelas sociales y humanas que alterarán de manera permanente la manera de convivir del ser humano, como está sucediendo ante la Pandemia por COVID-19. Este tipo de retos, exigen de los Gobierno, Instituciones de Educación Superior (IES) y de los centros creadores de pensamiento, no sólo discursos, sino acciones que permitan cambiar el rumbo de la educación en México” puntualizó la especialista.
Si lo esencial de la política, es responder a los problemas de sociales, hoy más que nunca México debería centrar sus esfuerzos en fortalecer una educación bio-ética para de alguna manera, sólo de alguna manera, cerciorarse que el proceso de globalización, no termine devorando el arraigado humanista que proclama en su constitución.
Vargas Llosa calificó a esta sociedad como la civilización del espectáculo, y dijo alguna vez «Hoy vivimos la primacía de las imágenes sobre las ideas», en donde «la distinción entre precio y valor se ha eclipsado y ambas cosas parecieran ser ahora una sola».
Por Judás Mirafuentes
Gráfico • Rocío Guadalupe Salinas Valdez • Expreso-La Razón