VICTORIA.- El Caminante llevó a su ñora a aplicarse la segunda dosis de la vacuna anti Covid-19 y se sentó a las afueras del CBTis 19 a esperarla abajo de un árbol en un rinconcito.
En eso una voz muy ‘quedita’ lo saludó, sin embargo el vago reportero no logró identificar entre la multitud a la persona que lo llamaba.
Una vez mas escuchó que le llamaban, y al revisar entre el gentío, vio a una persona en silla de ruedas, con una sonda urinaria, cubrebocas y careta que lo saludaba con la mano.
El andarín se incorporó para responder al saludo de aquella persona que no lograba identificar.
“Soy Fidel, el de la colonia las Paguas, ¿te acuerdas de mi?”
El Caminante casi se va de espaldas al ver a aquel camarada que casi ‘sumido’ en su silla casi casi le sonreía con la mirada.
– Fidel ¿El de la tiendita amarilla? – preguntó el Caminante
– ¡Ese mero! ¡yo sabía que sí te ibas a acordar de mi!
No es que el Caminante no recordara a Fidel, su conocido de algunos años atrás, sino que su figura ya no correspondía a aquel corpulento Fidel de un metro y ochenta centímetros de altura, con su cabello rojizo y enormes brazos curtidos en la fábrica de blocks y adoquines de su señor padre.
Si, Fidel era lo que llamaban entre conocidos un ‘torote’, su fama de peleonero y buen bateador de beisbol en el ejido lo había vuelto un imán para las damas y la envidia de dos que tres conocidos de su colonia.
– Pero, ¿qué te pasó Fidel? no me digas… ¿te enfermaste de Covid? – preguntó el Caminante
– ¡Nombre, Dios me libre, ya hasta me vacuné, vengo acompañando a mi hija que viene a la segunda dosis.
– Mi amigo, pero, ¿entonces porqué estás así? te veo muy diferente a la última vez que nos saludamos en la central camionera.
Fue entonces que Fidel, “el colorado” se puso muy serio y los ojos se le pusieron ‘vidriosos’, y sin embargo mantenía una sonrisa casi mecánica en el rostro.
Con su voz quedita, el hombre le relató su triste historia que solo se remontaba a seis meses atrás.
“Todo empezó cuando conocí a una mujer, muy guapa, y todos decían en el rumbo que era de ‘cascos ligeros’ y nos empezamos a mensajear, yo ya soy divorciado, pero convivía mucho con mi ‘ex’… tú sabes, para bienestar de nuestra hija. Total que empecé a salir con esa mujer y las cosas iban muy bien… hasta que descubrí que no solo tenía acercamientos conmigo” relató Fidel mientras se acomodaba la sonda.
“Supe por terceras personas que tenía un novio en ‘La Muralla’ y otro en ‘El Tigre’ y la mandé a volar. Después de eso empezaron a pasar cosas muy raras, se me murieron primero las gallinas, luego los perros, después los marranos y al último las vacas… una por una. Todas las ‘matas’ y los árboles de limón del solar se secaron y hasta uno de paguas también se ‘peló’, mi vecina doña Feliciana me advirtió que ‘alguien’ me estaba ‘trabajando’, pero como yo no creía en esas cosas no le hice caso. Luego una noche sentí como si me hubieran apuñalado en la rabadilla. Fui al doctor y me dijo que uno de mis riñones no estaba funcionando bien. Fue cuando me recomendaron ir con una señora para que ‘somereara’ la casa y el patio” relataba Fidel moviendo sus manos de arriba a abajo con sus expresivos ojos verdes.
“Cuando terminó de limpiar las malas vibras, la señora dijo ‘hay algo en tu casa que no deja que la limpie, y se puso a buscar por todo el solar. Encontramos un mecate atado al tronco de la pagua, arriba donde no se podía ver. Tenía amarradas patas de pollo y una bolsita de plástico con sal. Con mucho cuidado, la señora y mi vecina Feliciana lo bajaron con una vara y un machete atado en la punta y lo quemamos en la calle.
Poco antes de eso, mi otro riñón también se había enfermado y un día que andaba en el seguro de Mante, llovió muy fuerte y un rayo cayó en la cocina de la casa que tiene techo de palma y se quemó” narraba Fidel con voz entrecortada.
“Después de que quemamos el mecate ese, me empecé a sentir mejor, mis riñones empezaron poco a poco a funcionar… pero te estoy hablando de un mes para acá, la inflamación aun no baja del todo, pero me dicen los doctores que sí la voy a librar” concluyó el Colorado.
Su hija salió de la sede de vacunación con una carpeta en la mano y saludó al acercarse.
El Caminante le brindó unas palabras de aliento a su amigo, quien a pesar de estar bien jodido, conserva el optimismo y la esperanza de restablecerse al cien por ciento y volver a ser el mismo de antes… antes de que (en sus palabras) ‘le hicieran ese trabajito… ese amarre’. Ojalá le vaya bien. Demasiada pata de perro por esta semana.
Por Jorge Zamora