3 agosto, 2025

3 agosto, 2025

Goku en una hoja de papel

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

La hoja de papel vuelta basura es arrastrada por el viento de la calle. No hubo en casa quien la detuviera a tiempo o le preguntase el motivo de su deserción. Es evidente que tampoco la depositaron en un sitio seguro que podría ser el sesto, como corresponde a la urbanidad en todo caso. Ni un adiós.
Sí alguien la vio salir, la tiro a Lucas. Pasó desapercibida junto con un millón de objetos innecesarios para la vista en ese momento y al verse libre emprendió el vuelo, con destino desconocido como el de todos nosotros.
Debió salir de un libro o mejor dicho de un cuaderno grapado con imágenes vintage. La especulación alcanza para decir que también pudo ser hoja de máquina, otrora en las manos de la burocracia o de un despacho. Todo se ignora.
Puede pensarse en cuál será el final de esta hoja simple y será triste. Morirá en la hoguera. Sus partículas tronarán como huesos adentro de un bote de 200 litros. Pienso en eso. Quizás sea prensada lo suficiente para asfixiar sus letras y al final de cuentas eso qué importa. La noche no tarda en caer.
Por momentos mientras es arrastrada por un vendaval, guardadas las proporciones, la hoja planea un poco y luego parece descansar, hasta que una ligera corriente de aire la despierta y la vuelve a arrastrar por la calle. Es un papalote, diría un niño antes del texto, es más bien un reptil que busca un agujero negro.
No dio tiempo a que leyera un párrafo, ni siquiera una letra para soñar las otras letras. Se da vuelta y queda de costado, intento leer pero de nuevo esquiva el golpe y huye. Trae un recado con el mandado o el repertorio de una carta de amor o desamor, todo puede pasar en una hoja de papel.
Entonces la hoja se pega a un poste, es pegote que anuncia algo por momentos, luego resbala y el aire se la lleva. Antes de ella hubo miles de hojas arrastradas como las tardes ¿A dónde irían? Junto al poste vuelve a a pasar el viento solitario, el que no lleva sino el aire que respiramos.
He visto las hojas que arrastra el viento en la otra calle. Son como corredores, de lejos simulan un tren cuando pasan juntas, persiguiéndose unas a otras. Pero esta es
mi hoja y desde hace rato no la pierdo de vista. Ha de ser de las últimas veces que alguien la ve, al menos así detenidamente como queriendo preguntar. Pero es una hoja y ahí hay un texto, y el simple hecho se hace importante.
Estoy con mis cinco sentidos viendo la hoja como se mira la vida, para hallar algún sentido en la propia. La hoja se ha movido de su sitio y después de un minúsculo remolino se enfila de nuevo contra el poste. En el escenario se ha detenido el tiempo. No puedo escribir si ignoro lo que sigue.
En la analogía de esta hoja con lo vida, hay altos en el camino como un papel entrampado en un incendio. He corrido sin ton ni son a donde todavía no llego, la analogía no funciona si el papel se detiene. La vida continuará en la siguiente página.
Ciertamente he ido a la deriva a donde me arrastre el viento o la marea metafórica. He ido en contra para probar suerte en otra parte. Soy un pepel con algunos garabatos tatuados y manías decisivas a la hora de lo cotidiano. Durante el viento soy fuga hasta el cansancio.
Soy una hoja. Llevo tenis antes de quedar entrampado en un rescoldo de pared húmeda donde duermo la siesta. Y claro, si de eso se trata, diré que moriré en la hoguera a 375 grados, la temperatura a la que los libros se queman. Moriré aplastado por un carro que borre mis tatuajes y los remolinos. Pero qué importa. La noche no tarda en anunciarse y no tiene nada que ver.
Hace unos días venía yo caminando y vi la hoja. Inconfundible. Debió permanecer atorada en alguna barda durante todos estos años. Pude recogerla con facilidad y confirmé que era la misma. Por fin la leí. Traía una tarea de sexto año en el frente y al reverso la versión abstracta de Goku, el héroe legendario.
HASTA LUEGO.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS