El verdadero debate de sistemas- proyectos que ha profundizado el presidente López Obrador, con todas sus posibilidades y limitaciones, no es entre populismo/neoliberalismo, sino entre Estado/mercado, con evidencias de que los dos han fallado en el pasado: el populismo condujo a crisis financieras con inflación- devaluación y el neoliberalismo produjo la grave desigualdad social por pobreza masiva y riqueza plutocrática.
Entre toda la literatura política de estos tres años, un libro acomoda las piezas: Crítica al poder presidencial (1982-2021), del historiador y ensayista Enrique Krauze. Es importante el tránsito de Por una democracia sin adjetivos de 1984 en que se dio el relevo en la élite de los viejos políticos priístas a los tecnócratas de universidades estadounidenses al prólogo firmado en agosto de 2021.
El itinerario muestra lo que pudiera considerarse el giro copernicano de Krauze: de la democracia pura como modelo político-social por la crisis populista de 1973-1982 a la “modesta utopía” que “defendimos frente a ellos: la democracia liberal”. Si bien se entienden los términos politológicos, lo liberal es lo que representa la propiedad privada y las reglas de apropiación capitalista.
El prólogo de textos de Krauze escritos y ya releídos en diferentes circunstancias acomoda las piezas en el tablero de los debates: los adjetivos de la democracia precisan los escenarios de la disputa ideológica de proyectos nacionales: el del Estado como el rector del desarrollo y el del mercado como determinante de las relaciones de producción y sobre todo de distribución de la riqueza. En este contexto, las reformas de regreso a la preponderancia del Estado de López Obrador se contrastan con el liberalismo democrático en economía que es sinónimo de economía capitalista.
El debate populismo/neoliberalismo se escenifica en la periodización cíclica del desarrollo mexicano: el socialismo utópico de los militares 1917-1946, el capitalismo monopolista de Estado de los políticos priístas 1947-1970, el populismo 1971-1982 y el neoliberalismo de mercado de los tecnócratas 1983-2018. De manera pendular, el Estado regresa siempre –en su enfoque teórico– a poner orden en el desorden social que provoca la acumulación privada de la riqueza y la polarización actual del 80% de los mexicanos con el 20% del ingreso y el 20% de los ricos con el 80% de la riqueza.
Ahí es donde se debe centralizar la propuesta populista de regresar a la preponderancia del Estado. Y ello explica, de manera sencilla, por qué las corrientes de democracia liberal procedimental de las estructuras dominantes del viejo sistema político –el PRI, el PAN, el PRD, Movimiento Ciudadano– se han subordinado a brazo político-electoral de las dos expresiones empresariales dominantes del capital: la Coparmex y la plutocracia de Claudio X. González.
El país está reproduciendo el escenario de las disputas de proyectos estructurales que ocurrió en 1983-1991 con la instauración del modelo económico neoliberal-transnacional de Salinas de Gortari y Joseph-Marie Córdova Montoya. Salinas tuvo la complicidad del sector empresarial que se benefició con la privatización de las empresas propiedad de la nación –Telmex como símbolo del modelo neoliberal–, como ahora ese mismo sector empresarial está construyendo un discurso antipopulista como eje ideológico de la confrontación de modelos de hegemonía económica.
El Estado entró en colapso por una política fiscal conservadora y el mercado no sabe cómo ocultar la pobreza como costo social del enriquecimiento del 20% de la población que vive sin restricciones sociales.
Ahí, en el modelo productivo determinado por la distribución de la riqueza se centra el debate político actual populismo/neoliberalismo que en el fondo es entre Estado y mercado. López Obrador ha sido investido de un ropaje populista que tiene ahora mala fama por los ejemplos a la vista –Chávez, sobre todo–, pero la ley eléctrica sintetiza una propuesta mayor: la preponderancia del Estado no sólo en la propiedad, sino en donde ha fallado el estatismo mexicano: la distribución equitativa de la riqueza.
Esta disputa populismo/neoliberalismo será central en la segunda mitad del sexenio.
POR CARLOS RAMÍREZ