8 julio, 2025

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¿Mejor Juan que Juana?

EN BOCA DE TODOS / GUADALUPE ESCOBEDO CONDE

Justo hace una década, la Universidad de Yale presentó el estudio de género denominado Efecto Jennifer y John, que sustenta hasta estos tiempos, las preferencias machistas y la discriminación sexista en el campo laboral. El experimento consistió en enviar a más de cien profesores universitarios el mismo currículo de un aspirante al cargo de asistente de laboratorio, con la única diferencia que uno era de un hombre y el otro de una mujer. La decisión la suponemos todas. Los investigadores dieron más puntaje a él, incluso ofrecían más sueldos y destacaban más aptitudes, por el siempre hecho de ser masculino.
Los datos precisos de este análisis revelan que las mujeres encuentran más trabas sexistas en su desarrollo profesional, que limitantes por su cualificación.
Los hallazgos más importantes son el sesgo sexista que afecta a las mujeres a la hora de ir tras una oferta laboral, el sesgo de género al valorar de forma distinta las competencias entre hombre y mujer, además de las calificaciones que se generar a partir de estereotipos sociales, que etiquetan con menor competencias y habilidades a las mujeres. En una disyuntiva donde ambos aspirantes, hombre y mujer, tienen exactamente la misma capacidad y capacitación, quienes toman las decisiones, se decantan por ellos.
El estudio se realizó en Estados Unidos, en un contexto académico de grado de doctor, sin embargo, marca la pauta para las circunstancias que registran casi todas las mujeres en las academias de cualquier nación y sucedió antes de la pandemia por Covid 19, ya sabemos que tras el confinamiento las cosas se pusieron peores para las profesionistas que debieron abandonar investigaciones o recluirse en casa para sobre llevar la doble jornada.
Este panorama empeora en naciones machistas y misóginas como las nuestra, donde aun piden a las aspirantes a un puesto laboral, sus pormenores íntimos, sí está casada, sí tiene hijos o los piensa tener en breve, sí esta dispuesta o no a olvidarse de los horarios familiares, para entonces considerarla o no apta para el puesto. Por eso siempre ganan ellos.
En contraste, en otros sectores productivos optan por las mujeres, no por sus aptitudes, sino porque las siguen considerando mano de obra barata, por ello son las que más vemos en empleos de atención y servicio a clientes, o en maquiladoras o en trabajos domésticos.
Estudiosos de este criterio, proponen que exista paridad en los equipos que toman las decisiones al momento de contratar al personal, que se creen normas para la presentación de solicitudes de trabajo, eliminando los apartados sexistas, y se fomenten mejores prácticas para la contratación y los asensos en los puestos laborales.
Entendamos pues que no nada más se trata de dar ánimos para que la mujer logre romper el techo de cristal, sino de cambiar todas las estructuras afianzadas en el patriarcado que por default dan más méritos a ellos que a ellas.

Por Guadalupe Escobedo Conde

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