En recuerdo de Guillermo Gutiérrez Riestra, uno de los imprescindibles en la lucha por los derechos humanos en México.
En el problema de Ucrania, los conservadores quisieran que México se declarara rabiosamente contrario a Rusia y sobre todo a su presidente Vladímir Putin. Por supuesto AMLO rechaza la invasión porque hemos sido víctimas de ingleses, franceses, de la “gachupinada” que se apropió de nuestras riquezas durante trescientos años (y lo sigue haciendo), y desde luego de los gringos que robaron más de la mitad del territorio.
El supremo gobierno responde a su razón histórica, pero ojo, no cae en la trampa respecto de romper relaciones o suspender convenios económicos o financieros. En este aspecto AMLO ha sido muy claro, en concordancia con la tradicional política exterior juarista de no intervenir en asuntos extranjeros.
Por su parte EU y aliados, desean ahogar a Rusia, pero difícilmente lo lograrán porque pueden más los intereses, mucho es presión política de escaso efecto, se trata más bien, de ensuciar la imagen de Putin y presentar al comunismo como “el verdugo” del mundo-mundial.
Rusia no es Cuba, el país que se mantiene en pié por su patriotismo a pesar del genocidio aplicado por los gringos, situación que ciertamente es condenada en la ONU pero que no aplica en la realidad cuando solo es materia de floridos discursos. La ex URSS cuenta con un arsenal bélico similar o quizá más poderoso que el estadounidense. No olvidemos que tiene el apoyo de China, gigante que ya despertó y su economía es considerada como la más fuerte, y en cuanto a armamento ya imaginará.
De manera que los reaccionarios se quedaron con las ganas de que México forme parte de la comparsa organizada por el imperialismo con el objetivo de aislar a Rusia, como lo han hecho por sesenta años con la isla caribeña bloqueando toda posibilidad de desarrollo y progreso sin el más mínimo sentimiento humanista.
Los que invaden son los gringos. Y ni modo que sea invento cuando mantienen bajo fuego al medio oriente masacrando a inocentes que nada tienen que ver con sus ambiciones de apropiarse de recursos naturales, bajo pretexto de terrorismo provocado por ellos mismos, y calificándolo como “amenaza para la paz”. En este caso ni modo que no haya respuesta al saqueo imperialista.
Mientras tanto hasta el deporte juega papel de cómplice. ¿Cómo es que eliminan de cualquier competencia a Rusia cuando se supone que los atletas debieran ser intermediarios de buena fe en la solución de conflictos internacionales?. Ni Hitler discriminó a nadie en la Olimpiada de Múnich en 1936, al contrario, participaron todos los países que así lo desearon, aun contra el boicot intentado por EU.
LOS INMEMORIADOS…
Marco Antonio Bernal presumió su cercanía y amistad con Luis Donaldo Colosio y quizá fue sincero dado que los hechos donde perdió la vida el candidato presidencial debió sacudirle el alma, como a la mayoría de los mexicanos. Eran tiempos heroicos del priismo a pesar de sus defectos… ahora solo le quedan estos últimos.
Solo los defectos digo, de otra forma no nos explicamos la situación de algunos que como Bernal, Baltasar Hinojosa Ochoa, Edgardo Melhem o Roberto González Barba, olvidan su historia personal y política para adherirse a un proyecto muy diferente al que concibió Luis Donaldo.
La actitud asumida por la dirigencia del PRI y algunos destacados militantes es vergonzosa e inolvidable para la memoria popular. Por ello no es exagerado decir que el futuro de dicho partido es tan incierto que lo acerca a su desaparición pues ahora mismo se escribe el último y más indigno de sus capítulos.
Usted dirá, que “hasta las piedras cambian”, como dicen que dijo un viejo comunista convertido al panismo, y tiene razón. ¡Pero hombre, no hay que perder la figura!. Al menos no tan fácil.
SUCEDE QUE
Sandra Cuevas, la perredista delegada de Cuauhtémoc en la CDMX que arroja globos con billetes de quinientos pesos a sus fans, me recuerda a Chava Barragán Camacho quien desde su palco del Estado Azteca hacía lo mismo, solo que en lugar de dinero dejaba caer tortas y cervezas…lo vi “con mis propios ojos”.
Y hasta la próxima.
Por Max Ávila