La población del mundo ahora de 7 mil 900 millones, al ritmo de crecimiento actual de 1.2%, semejante, por cierto al nuestro, podría llegar en 50 años a 9 mil 500 millones.
En poco más tiempo se llegaría a 11 mil 500 millones. Tomando en cuenta las múltiples migraciones intercontinentales, éste sería el límite.
La población de México es a su vez de 130 millones. Con un promedio de crecimiento de 1.2% anual en 2075 habremos alcanzado 200 millones.
En ese lapso, al igual que en anteriores, las fisonomías económica y social del país cambiarán como le sucederá a nuestro vecino del norte con encuentros étnicos que modificarán su vida interna. Para nosotros habrá cambios hacia un reparto más equitativo de los frutos del desarrollo, además de más aprecio por los perfiles culturales regionales.
En cuanto al crecimiento económico de México que entre 2000 a 2019 promedió sólo 2% anual, José Ángel Gurría estima que nos llevará dos generaciones, trabajando a un improbable ritmo de 5% anual, reponer el nivel antes de pandemia.
Por ahora no se advierte este impulso y de no acelerarse el paso, quedaremos rezagados del resto del mundo a las resultas de iniciativas extranjeras.
Romper con lo anterior exigirá intensos esfuerzos en programas de educación, apoyados en los de salud y, desde luego, condiciones de seguridad hoy inexistentes.
Se requieren cuantiosas inversiones en todos los sectores que respalden actividades agrícolas, industriales y de servicios de la más actualizada calidad.
Resolver tan comprometido complejo problema depende en mucho de saber aprovechar la inmensa reserva de las miles de pymes que ocupan más de 50 millones de trabajadores, la mitad de los cuales se encuentra en la informalidad que retarda el avance nacional.
El que las inversiones más significativas se canalicen a las grandes empresas, subraya la realidad de que la improductividad nacional en buena parte radica en la insuficiencia o simple incapacidad de las pequeñas y medianas empresas, aunque numerosas, para transformar al nivel de su potencial los recursos humanos y materiales del país en artículos y servicios.
Esta grave limitación de nuestras unidades pequeñas y medianas pesa más en la balanza nacional que los sonoros éxitos de las industrias más conocidas de México.
Las pymes no cuentan con los elementos de organización y financieros que les dotarían de la capacidad de cumplir su misión de producir y emplear.
Su debilidad les resta presencia cívica para elegir gobernantes responsables, honrados y capaces de encauzar a México hacia metas de la prosperidad y bienestar. La sencilla actividad económica local ha sido siempre la base de los países desarrollados.
Los estratos superiores ocupados por el gran empresariado han gestionado el grueso de las inversiones, dejando yermos a las pymes.
Dicho sector se ha dedicado a sus muy justificadas responsabilidades e intereses, pero de escasa responsabilidad social. La división de la sociedad en pocos ricos y muchos pobres es el resultado.
La clase política sin más visión que el pragmatismo electoral cede a principios patrimonialistas propalando corrupción en lugar del esfuerzo común.
Sólo unas cuantas entidades privadas trabajan para corregir estas deficiencias Frente a tales usos y costumbres, el presidente López Obrador ha creído que bastan programas que financien la economía personal y familiar sin vitalizar la economía apoyando a los particulares que generan empleos, cultivan y fabrican.
La repentina aparición de un fondo de 10 mil millones de pesos dirigido a préstamos para capital de trabajo, y no los magros apoyos de 20 mil pesos para unidades pequeñas y medianas es noticia grata, aunque tardía. La decisión servirá para atender con productos mexicanos al mercado nacional sustituyendo importaciones innecesarias y para exportar a todo mundo.
Pero la tarea de estimular el desarrollo de las actividades productivas que tiene el gobierno no puede realizarse sólo con el financiamiento disponible.
Es de interés gestionar préstamos internacionales respaldados con programas pymes de exportación. El papel de las pequeñas y medianas empresas es vital para aprovechar el T-MEC como el de fabricar componentes industriales.
Las oleadas de mano de obra que traen los migrantes y refugiados que nos llegan de todo el mundo, pueden ser organizadas para ofrecer a nuestras pymes todo tipo de personal extranjero, especialmente el especializado, facilitando las políticas migratorias de los dos países vecinos.
Un México fuerte en pymes sólidas y bien soportadas puede enfrentarse a los retos de estos momentos.