2 julio, 2025

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¡Fuera chiqueros!

La crianza de cerdos dentro de la mancha urbana está prohibida, pero aún así hay personas haciéndolo en el traspatio de su casa

VICTORIA, TAM.- La bomba estalló. Después de meses y meses de tensión finalmente el pleito entre Doña Francisca y Don Cristóbal llegó a su punto máximo.

La gota que derramó el vaso fue el día que Doña Chica festejó su cumpleaños en el patio de su casa, y Don Cristóbal se puso a bañar a sus marranitos a la misma hora.

Ya desde hacía tiempo venían teniendo problemas por el fuerte hedor que desprenden los chiqueros instalados al fondo del solar de Don Cristóbal. –

¡Es que son chingaderas! todo el año tengo que estar aguantando la peste de sus marranos y para colmo hoy que tengo invitados en mi casa se le ocurre ponerse a bañarlos, eso es lo hace los sábados ¡y hoy es jueves! – reclamaba muy molesta Doña Francisca. –

Pues yo estoy en mi casa y aquí puedo hacer lo que se me pegue mi regalada gana – le respondió el ‘don’.

A simple vista parecía que el señor tenía algo de razón, pero realmente estaba equivocado. Como en muchos otros sectores de la ciudad, en la colonia donde vive el Caminante, hay varios vecinos que se dedican a la crianza de cerdos, los cuales tienen hacinados en algún rincón de su propiedad.

Algunos lo hacen desde hace décadas, otros empujados por la necesidad decidieron practicar esta clase de autoconsumo, unos más para tener carne suficiente para algún festejo, navidad o fin de año.

Conocidas son las anécdotas de antaño que relatan de cómo la gente criaba a sus puercos en las márgenes del Río San Marcos, y cómo muchas veces los amantes de lo ajeno les robaban sus chanchos por la madrugada. “¡Se robando el marrano!” se escuchaba gritar de vez en cuando, y el dueño del animal salía carabina en mano a disuadir a los ladrones. Eran los tiempos de vacas gordas, o mejor dicho de puercos gordos.

Pero la cosa ya ha cambiado. Desde hace muchos años quedó completamente prohibida la crianza de cerdos dentro de los hogares.

La Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, es la dependencia gubernamental que regula éstas y otras actividades consideradas nocivas para la salud.
Actualmente, si una persona quiere dedicarse a criar marranitos, tiene que hacerlo en el área rural o por lo menos fuera de la ciudad.

Solamente se pueden tener los cerdos en la casa sí son mascotas, pero instalar corrales para engordarlos y después venderlos en pie o en canal está considerado una práctica irregular.

Doña Francisca se hartó de esta situación y acudió a la Coepris a denunciar a su vecino que no tiene uno, si no cinco cerdos en el traspatio de su domicilio. Al principio toleraba esta situación, pero llegó el punto en qué para comer, tenía que cerrar las ventanas de su casa para que la peste les permitiera probar bocado tranquilamente.

Y no solo Doña Francisca está molesta por esto, una docena de vecinos ya le habían pedido a Don Cristóbal que de perdido les hiciera el piso de concreto.

Pero el hombre ha decidido ignorar sus peticiones. Poco después llegó personal de la Coepris, y le entregaron a Cristóbal un documento en el cual se le daba cierto periodo de tiempo para que eliminará los criaderos o los transportará algún lugar fuera de la ciudad.

En caso de ignorar el requerimiento, sería acreedor a una serie de sanciones. Aunque en la región es muy común ver cómo la población suele realizar estas prácticas, no deja de ser un gran riesgo para la salud. La gran cantidad de elementos tóxicos qué se desprenden de los criaderos de cerdos, si no se les mantiene limpios es sorprendente.

Desde enfermedades gastrointestinales, hasta conjuntivitis en los ojos e infecciones en la piel, son los problemas de salud qué pueden causar las heces de los cerdos al mezclarse con el medio ambiente. Esto aparte de la ya muy conocida molestia de los malos olores que desprenden. –

Es que uno entiende que tienen necesidad – platicaba Doña Chica al Caminante – pero también hay que hacerse responsable, de por sí está prohibido tener chiqueros en las casas, y luego este señor comportándose de esa manera tan desagradable. – ¿Y en qué acabó la cosa? – preguntó el vago reportero. –

Le explicaron está prohibido y le dieron unos días para que se llevará los marranos de aquí, y si no lo hace le van a poner un multón – contaba Doña Chica al Caminante en la fila de las tortillas. Como está, hay muchas costumbres de antaño que parecieran inofensivas y parte de nuestra identidad mexicana, pero las leyes y reglamentos deben cumplirse por el bien común.

Ojalá Don Cristóbal entre en razón.

POR JORGE ZAMORA

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