TAMAULIPAS.- Una fuerte sacudida en mi interior sentí cuando leí el mensaje de Tere Medina, amiga de ambos a las 6:55 de la mañana. Después me llegó un vació. Mi corazón latía de prisa, qué paradoja: el corazón de él dejo de latir.
La muerte de Angel Vázquez Gónzalez, “Angelito” como le decía de cariño, es de esas muertes de alto impacto, que muerden, que lastiman. Por lo cercano, por lo vivido, por lo que significaba para mí y para muchos, este hombre de eterna barba negra y cabello ensortijado.
Me lavé la cara con agua fría, no había tiempo para más, en instantes estaba inmerso en el ritmo vertiginoso del tráfico, los claxons, la prisa por llegar, los sonidos del despertar de la Ciudad de México.
Las manos de mis hijos Santiago de 13 y Joshua de 11 se estiraban hacia mí para acariciar mis piernas, mis hombros, mientras yo manejaba y los conducía al colegio.
Fue un consuelo inesperado mágico, poderoso en medio del shock
Después nos dijimos adiós y me quedé solo.
Sólo con los recuerdos.
Lo conocí en 1994 en Ciudad Victoria, me estrenaba en la comunicación social en el Instituto Electoral de Tamaulipas. Nos acercó Don Manuel Montiel que yo tenía el honor de conocer desde un año antes, en la redacción de El Bravo de Matamoros.
En el 2005 el destino quiso que me convirtiera en su jefe durante el sexenio de Geño. La lealtad de Angel era algo diferente, especial, porque estaba aderezada por esta parte única en él, su ser genuino y auténtico. Leal al mil y lo demostraba. No lo presumía
Generoso en su forma de ser, tejió redes de amistades por todas partes. Sencillo, sin poses por conveniencia, ni de interés. La de Angel era una amistad transparente, sincera, entregada.
Amigo de verdad con uno, con otro, con muchos, con todos. Con los gobernantes y con los de a pie. Ahí radicaba su calidad humana. Siempre dispuesto para conseguirle empleo a alguien, un apoyo a su gente, una beca al vecino, una gestión a quien ni conocía.
No se le dificultaba porque siempre tuvo las puertas abiertas en todos lados.
Y al cielo también entró rápido. Sin tiempo para las despedidas, sin lágrimas.
Simplemente se fue.
A las 9:42 de la noche del miércoles fue su última conexión al Whats App.
Ya no le fue posible atestiguar y reportear la llegada de Morena al 15 Juárez, como vivió la caída del PRI, y ahora la derrota del PAN.
Muchos gobernadores tuvieron el privilegio de tener a un colaborador de la talla de Angel Vázquez, desde Emilio Martínez Manautou, Enrique Cárdenas González, Américo Villarreal Guerra, Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores, Egidio Torre Cantú y Francisco García Cabeza de Vaca.
Alejado de las grillas palaciegas, era un todo terreno para trabajar, siempre dispuesto, siempre a la orden. Angel bajaba y subía a la loma, en la colonia Sosa, lugar donde pasó muchos años de su vida; en su Radio Tamaulipas.
El periodismo de la vieja guardia victorense y tamaulipeca está en duelo, creció con ellos y aprendió de todos. Y estoy plenamente seguro que también ya era amigo de la nueva camada de periodistas, que ya no conozco.
Hoy a 28 años de distancia de ese primer encuentro que tuvo lugar en Las Viandas frente a unas flautas de deshebrada, le doy gracias a Dios por darme el privilegio de conocer a este gran hombre
Hay veces que “los lazos del espíritu son más fuertes que los lazos de la sangre”. Ese fue mi caso con el “Angelito”
A Ixany, Liduvina, Angélica, Diego y Angel, sus hijos, los abraza mi corazón.