TAMAULIPAS.- ¿Cuántos de nosotros crecimos limpiando el tizne del quinqué? Seguramente muchos recordarán esta odisea, tenia que ser el más chico de la familia, el que tuviera la mano más pequeña para que esta entrara por el tubo de cristal con un pedazo de papel o tela y quitarle el polvo negro que oscurecia la luz de nuestra lámpara de petróleo.
En la busqueda de rescatar objetos con historia he tenido la oportunidad de encontrar artefactos o elementos con cierto carácter, que en su momento fueron de gran utilidad para la gente y que al paso del tiempo o con la modernidad perdieron utilidad, convirtiendolos en objetos meramente decorativos y en algunos casos simplemente en basura.
Tal es el caso de este Quinqué de Cristal, el cual encontré en una caja envuelto en papel periódico, supongo para que no se rompiera, su dueña recuerda haberlo adquirido como una medida de seguridad en caso de la suspención del servicio eléctrico ante la amenaza de algún ciclón y así fue, en los años de 1955 y once años después en 1966 dos ciclones azotaron nuestra zona y dejaron una historia que aun recordamos.
Sin embargo su utilidad se fue terminando con la llegada de las fuentes de luz con baterias y el reforzamiento del sistema de alumbrado en las ciudades. Junto con algunos otros objetos y muebles, este fue almacenado hasta que tomaron la desición de desecharlo.
Al verlo simplemente me remontó a esa época de la niñez en que no todas las casas de la colonia tenian luz y había que utilizar velas o algún tipo de Quinqué, incluso para salir al baño, que por aquellos tiempos estaban afuera de la casa.
El funcionamiento de este artefacto es muy simple, la iluminación se mantiene a base de una mecha que es protegida por un tubo o chimenea de cristal para evitar el paso del aire y que la flama se mantenga encendida de forma constante.
La mecha, la cual habia que cambiar periodicamente, no es otra cosa que una cinta hecha de algodón y que es humedecida con el petroleo que se encuentra en el deposito de la parte de abajo y que sirve de base para mantener firme este artefacto.
El Quinqué como lo conocemos en la actualidad, ha mantenido el estilo que le dio su creador, el físico suizo Aimé Argand, de ahí que desde 1780 se le conoció como la Lámpara de Argand.
Esta lámpara trajo la modernidad a las casas previo a la llegada de la energía eléctrica, se eliminó el uso de la leña y de las linternas de aceite que eran más caras de mantener.
Con el paso del tiempo se fueron modernizando y adaptandose con nuevo materiales como el latón o el aluminio, para hacerlos más resistentes y transportables de tal forma que se pudieron utilizar durante distintas intervenciones bélicas, mientras que el ciudadano común los pudo utilizar en días de campo y en los hogares en donde se continuaba utilizando el cristal para darle un toque de elegancia.
El restacatar ese tipo de objetos con carácter es tambíen recuperar su pasado, recordar el penetrante olor a petróleo que envolvia el ambiente por las noches y el humo que generaba la quema de la mecha, así como su luz amarilla y las sombras que se reflejaban en las paredes.
Hoy al darle un nuevo sentido y una nueva oportunidad tal vez su flama no vuelva a iluminar la sala o el comedor, pero su diseño y belleza seguro que iluminarán podrán disfrutarlo en Macondo, espacio cultural qye reunirá una serie de objetos historicos, con realismo mágico.
Por Luis Fernando Castillo Hdz.