Hurgando entre libros mientras reacomodaba lo que ya había sido organizado en casa, reencontré “La Herencia”, un excepcional texto publicado hace 23 años por Jorge G. Castañeda, uno de los intelectuales más reconocidos del país. En lo personal, me ha parecido que la obra está proporcionalmente lejos de la impresión que a simple vista siempre provoca Castañeda, a quien el ceño y la fama de pedante no le ayudan mucho para conectar con la gente.
Pero Jorge es un tipo muy inteligente, bien preparado, formado en exclusivos colegios de Estados Unidos y Francia. Posee una sólida reputación como intelectual y observador de la realidad política mexicana y aunque en algunas ocasiones ha perdido de vista que debió haberse mantenido alejado del poder lo más posible, esos baches en su carrera como escritor, analista y diplomático le han ayudado a forjar un perfil completo.
Tal vez el tema de “La Herencia” no cause demasiado interés en los lectores, pero lo traje a cuento porque justo esta semana me encontré -navegando en la red-, con un artículo que Castañeda escribe en la más reciente edición de la revista Nexos, que dirige el escritor Carlos Aguilar Camín.
Como muchos, cuando leí por primera vez -apenas llevo 2- su libro sobre la historia de la sucesión presidencial en México desde mediados hasta finales del siglo pasado, me sorprendieron datos deslizados por los protagonistas: Ex Presidentes, ex candidatos, ex funcionarios de primero y segundo nivel.
Saber de primera mano muchos detalles, así fuera a destiempo y con un matiz personal de acuerdo a las conveniencias de cada personaje que relató sus experiencias, me ayudó a entender un poco más la dinámica que hasta el año 2000 prevalecía en las entrañas del viejo sistema político, que hoy -insisto- está de vuelta con una nueva piel y protagonistas que huelen a rancio.
Volviendo al tema de “La Herencia”, me pareció oportuno hablar sobre el libro, a raíz del artículo publicado por Castañeda en Nexos. Creo que vale la pena, especialmente porque hay muchas personas que desconocen esa parte de la historia de la política y a quienes vendría bien buscar la obra o cuando menos, leer el artículo que aparece en la edición de julio.
¿Por qué es importante, si para no pocos conocedores de la política, Jorge G. Castañeda es el típico intelectual orgánico que sirvió al viejo sistema priísta, a pesar de presumir su vena ideológica izquierdista? Precisamente porque en esencia ha sido un intelectual identificado con causas progresistas más que de esa izquierda radical que tiene una concepción acotada, rígida, de la política.
Porque tiene una formación académica sólida, porque de alguna forma abrevó en ese río impetuoso que fue el trabajo diplomático de su padre y que lo llevó por algunos países y situaciones en donde se puso a prueba su entendimiento de las causas sociales, del origen de las revoluciones socialistas en Latinoamérica y con el tiempo, de lo obtusos que eran los líderes de movimientos armados que terminaron siendo caudillos que mantenían a raya las libertades de los ciudadanos de esos países.
Además, porque hay que tratar de leer a alguien que haya tomado distancia de un régimen que se dice diferente del que afirma sustituir, pero que en realidad es igual.
Sin que sea una lisonja, creo que en el concierto de voces intelectuales que hoy aplauden irracionalmente la actuación de los hombres que detentan el poder en México, Castañeda anda más o menos igual en cuanto a los cuestionamientos que puede tener con sus similares afectos a la Cuatroté.
Finalmente, si nos atenemos a los hechos, supo transitar de esa incipiente izquierda radical de mediados del siglo pasado a las ideas de una izquierda moderna, como la que se ha instalado en regímenes europeos más que los latinoamericanos. Sin soslayar que no es un purista de la ideología izquierdista y bien puede ser encasillado como oportunista por su integración al gobierno panista de Fox, Castañeda no es peor que los que ahora le rivalizan en enjundia para defender al patrón en turno.
Por mi parte, insisto en que son muchos quienes deberían darse tiempo de leer el artículo “La herencia 2024, miserias del tapadismo a la intemperie”, en el que en forma simple nos recuerda cómo era ese proceso en el que el todopoderoso Presidente de la República hacía lo necesario para imponer a quien sería su sucesor en el viejo sistema. Sí, como ahora.
Repasar el artículo y, si se puede, releer “La Herencia” publicado en 1999, ayudará a muchos que desconocen esa parte vital de la historia política de México, a comenzar a dilucidar lo que está pasando en estos tiempos en el México de la regeneración de las viejas prácticas que millones de ciudadanos votaron por erradicar hace 4 años, pero que están de vuelta con más fuerza que antes.
ESCOTILLA
Hablando de textos que hacen bien a la clarificación de conceptos y al reforzamiento de ideas, el de Cuauhtémoc Cárdenas “Por una democracia progresista”, publicado hace poco tiempo, es lectura obligada para quienes desean entender por qué el máximo referente vivo de la izquierda en México, insiste en que al país le falta mucho más que una simple fachada disfrazada de transformación.
Cárdenas plantea que los cambios profundos que requiere el país tienen que ver más con la restauración de los principios que dieron origen a la Revolución Mexicana, pervertidos después por el partido de Estado convertido en instrumento de la institucionalización de los peores vicios de la política.
Como les decía: A muchos les -nos- vendría bien voltear a esos textos y reflexionar sobre sus planteamientos para entender mejor muchas cosas de los nuevos tiempos. Este fin de semana es una buena oportunidad para empezar. Si puede, disfrútelos.
POR TOMÁS BRIONES
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