TAMAULIPAS.- No podemos volver al pasado vivido por nosotros ni por otros. Ni podríamos subirlos a un tren que nos llevase a aquellos días. Muchos no querrían ir, ni porque los forzáramos.
Aunque lo intentamos. Recordar sólo trae nostalgia efímera. Sí acaso volvemos físicamente al sitio donde estuvimos en un breve pasado y encontramos a otras personas, desconocidos, vidas que siendo similares son distintas. El sitio no es el mismo, alguien instaló un foco led en Ia esquina.
¡Ah! , pero por nosotros no queda: implementamos la antología de un regreso, una vuelta hacia aquellos días, al “tío vivo” con un sobrino diciendo adiós y todo. Pero eso fue hace un par de años, tal vez chingos, de lo que no quedó ni el recuerdo completo.
No nos equivocamos. Y sin embargo no es ésta la ciudad aquella , ni la calle, ni el rostro sorprendido de las palabras. Son cosas que nada más nosotros recordamos porque fue el día que nos caímos y nadie nos vio. No hubo testigos.
Si vamos por aquellos sitios por donde un día estuvimos veremos los salones vacíos, si contamos un chiste ya no están aquellos que se rieron, ya ni es escuela el edificio. Es más, aquella vez no fuimos , el maestro nos puso falta. Volvemos a lugares donde no existimos .
Si volvemos a encontrarnos en el pasado, es un error del tiempo. Recordamos haber estado ahí, pero no es cierto. Eso no puede ser posible, hay cosas de aquella vez que ya no existen. Si volvemos nos decepciona el hecho contundente de que nosotros los de entonces seguimos siendo los mismos y sin embargo cambió el resto del vecindario .
Volvemos y damos cuenta que el tiempo no existe pero nosotros sí, y no podríamos escondernos para aparecer como si nada al día siguiente. Inofensivos. Sin pecado consevidos. No es justo.
No podríamos caminar por nuestras huellas infinitas. Ni encontrar los grandes y pequeños vestigios de lo que en lo personal hemos sido en un espacio determinado. Ni siquiera tendríamos una lista correcta de aquellos que en cada momento fueron nuestros amigos más sentidos.
El pasado ahí anda sin embargo. Camina por las cuadras y se vierte en los grandes almacenes, vemos el pasado haciendo fila con sus señores y señoras. Todavía no la cagábamos como quien dice, no éramos grandes como para tanto. Estuvimos juntos en Ia primaria pero no se recuerda a uno de todos, el que no iba descalzo.
Tal vez por olvido y omisión decimos mentiras para cubrir o encubrir, usted sabe, hora de cuidar la imagen. La señora que pasea su perro, el velador si es que aún hay, el despachador de libros, los pasajeros de un micro que después chocó, lo que pasó nos parece conocido y queremos salir de ese breve pasado y lo conseguimos, está pasando el pasado muy rápido.
Afuera compramos un helado del sabor que sea, para no tener que precisarlo en la memoria. Pero el fondo de la calle lleva el mismo sonido de niño sin lonche, de perros asustados, de zancuditos locos.
No hay autobús de vuelta en la central camionera. Las personas que vuelven del futuro no llegan a estaciones como esta. Aquí quien vuelve es un desconocido, le ha crecido el pelo y no hay un registro.
Los pasajeros del tren le dicen adiós a los andenes donde hay gente que se queda. Se enamoran de aquel instante inolvidable. Los pasajeros se dispersan por las calles de la luna. La ciudad se inunda en la noche, dicen los marineros más ebrios.
Aquel instante llevaba una ligera llovizna, dice alguien que recuerda todo desde el asiento trasero del auto. Tu todavía no habías nacido, le responde el copiloto envuelto en el pasado remoto.
El que suscribe sabe que éste es el presente. Pero viaja, y mira por la ventanilla el paso del tiempo, tiempo que se va volviendo pasado a cada rato entre los árboles.
HASTA PRONTO