VICTORIA, TAM.- Es muy fácil distinguir a Moisés a mitad de la avenida, con su tez rosácea y su cabello blanco esponjado, sosteniendo una cartulina con un versículo bíblico escrito en ella.
Algunas veces se le observa cantando algún estribillo cristiano. Su voz, se escucha disminuida por el cansancio y el sol abrasador que a más de 40 grados calienta el pavimento.
La mayoría de los automovilistas prefieren ignorarlo, pero de vez en vez, algún conductor decide premiar su mensaje, entregándole un par de monedas que Moisés se acerca a sus ojos y cuenta emocionado.
Muchos se preguntan cómo este hombre albino, puede permanecer tanto tiempo bajo el candente astro rey, sí bien es sabido que su tipo de piel es altamente sensible a los rayos solares.
La respuesta es tan sencilla, cómo brutal: así es como Moisés se gana la vida y sostiene un hogar.
Trabajar en la calle le ha traído a Moy diversas experiencias, que van desde lo enternecedor hasta lo amargo. Continuamente está expuesto a burlas, chismes y hasta intimidaciones. Nadie le perdona ser tan diferente a los demás en su aspecto. Los apodos y sobrenombres nunca le han faltado.
Pero más allá de lo obvio, de lo que cualquiera puede observar, hay otra poderosa razón por la que Moisés está ahí, a pesar del grave daño que la luz solar ya ha provocado en él.
Su condición de albinismo, además de darle ese aspecto, lo convierte en una persona con debilidad visual: sus ojos no distinguen nada más allá de un metro 20 de distancia.
Esta discapacidad con la que nació, ha limitado casi totalmente su interrelación con el mundo.
Aun así, Moisés se esforzó doblemente para concluir sus estudios como operador de sistemas informáticos, en un instituto local.
“Todos creen que no estudié pero no es así, me he preparado”, cuenta a el Caminante mientras se beben un refresco en el camellón central de la avenida José Sulaimán.
Hace tiempo, el hombre de 37 años pasó por una experiencia que cambió radicalmente su vida: debido a la alta exposición al sol, una herida de tipo cancerígena le brotó en la espalda
En ese entonces, a Moisés se le brindó la oportunidad de trabajar como locutor y programador en una radio cristiana.
Sin embargo, el ingreso que recibía ya no era suficiente para comer y al mismo tiempo conseguir su medicamento, y tuvo que regresar al crucero.
“Gracias a mi Dios y a mucha gente que me ayudó, pude sanar mediante un injerto de piel, fue algo muy duro” confiesa Moy al vago reportero.
Cualquiera se preguntaría, ¿cómo es que alguien con sus estudios y capacidad intelectual decide realizar este trabajo tan poco remunerado y altamente desgastante, debido a su condición como persona albina? triste y vergonzosamente, esto sucede porque Moisés ha sido marginado de la oferta de trabajo laboral, al igual que miles de personas discapacitadas, por su debilidad visual.
En México, la cultura de la inclusión está prácticamente en pañales. Mientras cientos de miles de personas se desgarran las vestiduras en las redes sociales opinando a favor o en contra del “lenguaje inclusivo”, la realidad para el ciudadano de a pie es completamente ajena a esta estéril discusión.
Cuando una persona sufre una disfunción en la producción de insulina, se convierte en diabético.
Si su cuerpo no produce lactina, se vuelve intolerante a la lactosa. Si alguien desde que estaba en el vientre de su madre no produce melanina, nace albino
. En México una de cada 50 mil personas nace con albinismo, por lo que aun se considera una condición genética poco frecuente.
Generaciones y generaciones de personas con condiciones como ésta, o discapacidad auditiva, o motora, han sido condenados a vivir prácticamente en la mendicidad, trabajando a cambio de centavitos, sin seguridad social y en condiciones insalubres.
Año con año, el presupuesto del dinero público asigna una parte a crear oportunidades de trabajo para los jóvenes y grupos vulnerables, pero en la vida real, esto casi nunca se concreta. Moisés ya ha demostrado que tiene los conocimientos, la capacidad y la motivación para llevar a cabo un trabajo mejor remunerado, pero las oportunidades simplemente no existen para él.
“Todo el tiempo recibo comentarios acerca de mi aspecto, me ponen apodos como nubecita o copo de nieve, cuando era un muchacho e intentaba hacer amistad con una joven, inmediatamente me separaban, Pues siempre me juzgan por cómo me veo” cuenta Moisés.
Ojalá que a Moyo pronto le llegue una buena oportunidad laboral, para que mejore su situación económica, y ya no se exponga a que el cáncer de piel regrese. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA