Hace más de dos décadas que, a nivel nacional se cuenta con un órgano institucional dedicado a crear, proponer y evaluar la política social con enfoque de género, es el Inmujeres con el mandato de “promover y fomentar las condiciones que posibiliten la no discriminación, la igualdad de oportunidades y de trato entre mujeres y hombres; el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres y su participación en condiciones de igualdad en la vida política, cultural, económica y social del país”.
Así lo recordó Nadine Gasman el año pasado al festejar la veintena de años de esta institución, y es a partir de su creación nacional, que los estados y municipios comienzan a emular la misma receta, crean sus propios institutos, unos más pequeños que otros, unos más inoperantes que otros, pero todos se manejan con recursos públicos, por tanto, son de interés público.
Paraqué no sirven estas unidades, para promover a sus directoras como políticas, en vez de servidoras públicas, ofrecer cursos de como caminar en tacones o defensa personal en vez de atacar al machismo donde se gesta mucha de la violencia que lastima y mata a las mujeres.
No deben servir para hacer talleres de falso empoderamiento centrados en la belleza, manualidades o cocina, que solo reafirman los estereotipos de género. Tampoco sirven para ofrecer conferencias de mujeres exitosas, que basan sus logros en la sexualización o monetización de sí mismas. Menos son útiles para hacer campañas de sensibilización ante la violencia feminicida, donde colocan a la víctima de la violencia de que es objeto.
Estos institutos no nacieron por casualidad, responden a una exigencia internacional que fomenta la ONU y que es apoyada por colectivas feministas para avanzar a la igualdad sustantiva, y así como existe el nacional, nacen los estatales y los municipales, es entonces una gran red de unidades que deberían, todas, estar trabajando para alcanzar la meta de la igualdad, que cada vez se aleja más.
Pero además de los institutos que se ven como entes sociales, hay también, por ley, centros de justicia especializada para mujeres, casas de asistencia social y otros mecanismos públicos de ayuda, pero no son suficientes, las estadísticas indican que en México no se avanza en la cultura de la igualdad, al contrario, cada vez aumenta más la cifra de víctimas.
Lastimosamente, pocos centros, unidades e instituciones creados para la atención de la mujer funcionan con apego al compromiso con el género, y para muestra los dichos de la titular de un centro de justicia para mujeres en Veracruz, Irma Hernández, que se robó la plana en las noticias con sus dichos sobre las violentadas, para la funcionara pública las mujeres sufren porque quieren, aman más a los violentadores.
Ha dicho que “de 10 mujeres que se acerca, 8 son por violencia familiar, 6 o 5 denuncias, es que aquí impera más el amor que tienen hacia el hombre, muchas mujeres, disfrutan esos golpes cuando ellas aman”.
A mí, mujeres como ella no me representan, damos pasos agigantados para atrás, minan la lucha por los derechos humanos de las mujeres.
Por Guadalupe Escobedo Conde