No puedo cambiar como quiere la gente. Cambio constantemente porque aprendo de la vida y voy con ella, aprendí a evolucionar y no pensar ni razonar en la vida de otros sino en la circunstancia.
Uno no cambia a las personas, en todo caso es un proceso imperceptible de cada quien . La edad y el tiempo nada tienen que ver con lo que una persona es. La edad es una forma social que ha servido para separarnos, para los paradigmas, para prohibir o conceder bajo un control determinado.
A cualquier edad, despacio o repentinamente, se marcha uno de esta vida. Para qué estar midiendo el tiempo que de todas maneras es el mismo en la calle y no piensa en nosotros. El tiempo transcurre en chicos y grandes y es lo mismo. Creo que la vida hay que vivirla.
Aprendí a vivir la vida intensamente. Hablo por mi. Cubro desde que recuerdo todos los segundos de mi vida y hasta me levanto temprano con el impulso ávido de hacer lo que yo quiero.
La vida no es lineal sino muy amplia. Hacia arriba y hacia abajo hay espacio para crecer. Hay sitio a donde ir para quedase un rato o para volver a empezar. El alma sin separarse del cuerpo se mueve en la distancia sin distancia, sin metros que es la existencia. Es sólo existir y ya, con eso tenemos.
Cada día para mí es completamente distinto. Lo es para todos, aunque hay rutinas. Hago entonces lo que me sirve para esto y para lo otro, todo es vida y no nos alejamos ni nos acercamos de ella, simplemente estamos.
No vamos a ninguna parte, siempre estamos en nuestro cuerpo. Pensamos y el cuerpo sigue ahí, imaginamos andar en la montaña pero no nos cansamos con eso. Habría que ir y llevar el cuerpo y eso es todo.
La vida es como el río de Heráclito, a cada rato es distinto. Veo cómo es que pasa o me tiro a nado, lo cruzo o voy con la corriente. Hay mil maneras de navegar o de permanecer flotando en la superficie.
Cada uno elige lo que hace a cada instante. Y esa es la casa. Yo elegí ir por el objeto más lejano, por ver los colores que otros no vieron para pintarlos. Elegí escribir y sin querer, porque soy diferente, escribo cosas que nadie escribe. Eso trata la literatura y el arte. Es algo nuevo la vida, no como el tiempo que es parejo. La diferencia la hace uno.
El paradigma de la edad y el tiempo, al que nos enfrentamos quienes vamos madurando, esta siendo derrumbado por la inteligencia de nuestra sociedad que se desarrolla rumbo al espíritu ante la derrota del hombre por tratar de cultivar y conservar lo superficial del cuerpo.
En muchos países está prohibido preguntar la edad y ver el rostro de quienes buscan un puesto de trabajo. Por eso la educación en México, con el nuevo gobierno, avanza rumbo a la realidad del ser humano, un niño podría hacer la vida más productiva que un adulto y hay qué permitirlo. Los grados escolares sólo provocaban discriminación y presión sobre los que deseaban aprender.
Con el tiempo que medimos, hemos creado estratos que sirven de candado y de retenes para evitar que quien no tienen la edad que otros quieren, o si ya la rebasaron, no entren a un recinto de consagrados por el tiempo únicamente.
En lo personal no asumo ninguna edad ni mido el tiempo sino para ser puntual a la cita con las personas que convergen conmigo. Porque así me eduqué, eso aprendí de mis padres. Y no todo el mundo lo hace. Si alguien llega tarde, por algo es que sucede, si nos fijamos, igual sirve.
El tiempo, si lo queremos medir, sólo está en los relojes , ni nos falta ni nos sobra. Uno elige la intensidad y el extremo a donde habría que ir, probar todos los sabores, intentar una y otra vez, volver, quedarnos en un sitio, explorar, sacar agua del pozo, crear en un instante lo que la humanidad tardó mil años en concebir, ver lo que nadie vio y decirlo cuando ya se esfumó y se ha vuelto incomprensible, como nosotros los inmortales.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara