Los rostros son todo lo que observo, son rostros que me hablan, rostros de piedra, árboles esculpidos de verde mirada. Cada poste sembrado es un ser que me mide, pienso en eso. La ciudad tiene un hermoso rostro y respira por todos.
Años después recordaré este día y otras experiencias vividas mientras alguien canta, alguien resiste, y todos, soportando nuestros cuerpos somos la paz como un recurso lingüístico.
Las casas no se han arrodillado en el pueblo por defender su propio ocaso, por recobrar un poco de herencia ignorada. En 1999 alguien enciende un cigarrillo y ahora en el otro siglo lo recuerda. Debió ser el mismo que escribe, el que alusinado con sus armas piensa transformar su mundo.
Soy aceptado en la prisión de la calle, conozco a Esra Pound que escribe en las pastas de mis libros. He caído a la tarde transparente con la moneda en el aire, no conozco a nadie, las horas son mariposas diurnas y esquivas.
Al destino de las horas marginales dedico el surrealismo repartido a la salida de un cine. En la resurrección de mi voz, luego de uno a uno de mis sueños, dedico la ingenuidad de un hombre nuevo. Me gobierno en un puño de piedras. Yo mando en mi efigie y me celebro.
Con claridad de filósofo escribo y luego olvido como a los pasos que cuento mientras camino. ¿Qué pasa conmigo? Me moveré para iniciar otra etapa de mi trayectoria, pero el tiempo es un chopo de agua que se desvanece.
El libro más complejo no se entiende, en eso consiste el libro verdadero, el que no tiene fin. La vida que en realidad es amor es mejor tratar de no entenderla. Como el viento que se lleva a los filósofos, la vida no se mueve pero va soltando a las personas.
Con la puerta en las manos he vivido en muchas partes. Me he entregado al hogar horizontal e infinito de la mirada. Con desmesura me he forjado leyendo en una isla, ni siquiera sabía abrir los ojos y mis noches no querían soñar. Me he dejado llevar en la obra literaria a veces protagonista y en otras nada.
Mi casa es de una sola planta, la de mis únicos pies, si tan sólo tuviera otros que quisieran cruzar el fuego. No me he vuelto a separar de mi y eso suele ser muy notorio. He sido sumamente fiel en todos estos años, he sido mi cómplice en lo que sucederá después, entre otras cosas que no he sido o que ya hice. Todo en una convención de miradas.
Las cosas nos permiten ver otras y las ideas firman documentos de paz y de guerra. Con el tiempo corremos con lo que somos en Ia mano, y no nos atreveríamos a publicarlo de no ser porque eso sale sin permiso de los labios.
Voy a la vida y ahorita vengo como ir al Oxxo. Yo voy y vuelvo a cada rato. Pienso y regreso al pensamientos donde ya no me encuentro. Donde puedo ser otro y el mundo otro universo.
Al poco tiempo estoy rodeado y no sé qué leyes rigen un triunfo y un fracaso, qué un abucheo y cuál un aplauso. En el último párrafo pondré esto mismo, que también pudiese ser un comienzo. Anoto todo eso con lápiz al margen.
Al regreso, luego de asomarme por la ventana, aquí, donde es costumbre, encuentro las raíces de mis pies y la suave almohada. Contribuyo con el tiempo que me acusa de monótono, soy el mono que pasa por todo antes de encontrar su causa y dejar de verse al espejo.
En silencio, desnudo, en el olfato, por encima de mi soy un mono dramático. El reloj me pisa los talones y tengo sueño al mismo tiempo, vivo libre y quiero tener dueña y todo, eso también es cierto.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara