México seguirá siendo un destino principal de la inversión extranjera directa en 2023 a pesar de la esperada desaceleración del comercio mundial. Considero que las entradas de IED a México superen el promedio mundial a pesar de la depresión de la confianza de los negocios locales y un período prolongado de incertidumbre política ya que en menos de un año inicia el proceso electoral para elegir nuevo presidente de la república.
El peso mexicano (MXN) ya se han beneficiado de las dislocaciones comerciales causadas por la pandemia y por las tensiones geopolíticas en los EE. UU., Europa y Asia. El “superpeso” de México ha sido un subproducto de fuertes entradas de capital y políticas macro prudentes. Sin embargo, esperamos que sea poco probable que el peso continúe ganando frente al dólar estadounidense. Las tasas en aumento y una recesión en las economías avanzadas deberían moderar el apetito por el riesgo de los inversores, pero todavía considero que el peso tiene algunos de los mejores fundamentos entre las monedas de las economías emergentes para apoyarlo.
El USMCA es uno de los muchos acuerdos de libre comercio que México tiene con socios comerciales relevantes, y la mezcla industrial bien diversificada del país le otorga una ventaja en un mundo “nearshoring”. No todos los sectores ganan por igual, pero es poco probable que la próxima desaceleración disuada por completo los flujos de inversión extranjera.
No es de extrañar que México se esté convirtiendo en un destino de inversión cada vez más atractivo en un mundo “nearshoring “. Está convenientemente ubicado junto a los EE. UU., el mayor mercado de consumo del mundo, con el que tiene un acuerdo de libre comercio de larga termino (junto con acuerdos de muchos otros socios comerciales relevantes). También contamos con una gran población joven, en su mayoría leyes y regulaciones estables, y políticas macroeconómicas prudentes. México es una de las economías occidentales que más se ha abierto al comercio, con exportaciones e importaciones que ahora representan casi el 90 % del PIB, desde menos del 30 % antes de la implementación del TLCAN en 1994.
Los riesgos microeconómicos como la incertidumbre regulatoria, especialmente en el sector energético, y el lento comienzo de México en la transición a los vehículos eléctricos pesan sobre las perspectivas, pero la estabilidad de las macropolíticas ha tranquilizado sin duda a los inversores.
Por Mario Flores Pedraza