La minería en México constituye una de las actividades con mayor tradición, practicada desde la época prehispánica, es reconocida en la historia como un factor de avance y desarrollo económico para el país.
En relación a nuestra entidad, el inicio de la segunda mitad del siglo XVIII en la Nueva España, fue línea de tiempo favorecida por el crecimiento en la producción minera, por lo que paralelamente se registraron descubrimientos de ricos yacimientos.
Al inicio de la década de 1770, una vez abonando al proceso, en el noreste de la Colonia, en la Provincia del Nuevo Santander, se localizaban los reales de San José de Tamaulipa y San Nicolás de Croix.
Alejados de los reales mineros más emblemáticos de la época, sólo parecían mantener contacto con San Luis Potosí —distante de la villa de San Carlos 125 leguas— para manifestar en su Caja real los metales extraídos; pero los lazos por razones comerciales permanecieron, y el macizo de la sierra Madre Oriental no fue obstáculo para que algunos reales de aquella provincia, como Guadalcázar, fueran escala obligada para la venta de insumos mineros derivados del plomo y útiles a beneficio por fundición, o de la venta de sal, necesaria en el tratamiento de plata en el sistema de patio.
Es importante aclarar, que en su formación como nueva colonia de la Nueva España, la minera no representó el eje de la economía del Nuevo Santander, por lo que fueron la agricultura y ganadería las actividades que conformaron principalmente los circuitos económicos.
Como lo menciona el historiador Alejandro Mandujano, su importancia cobra realce si tenemos en cuenta sus antecedentes, que si bien no están a la altura de los grandes centros mineros, sí documentan gran diversificación de la actividad considerando los lugares de explotación, situación que se observa en el cuadro formado por Tienda de Cuervo en 1757.
BONANZA MINERA EN LOS REALES DE SAN NICOLÁS DE CROIX Y SAN JOSÉ
La investigación del tema en cuestión es interesante, considerando dos hechos: el establecimiento de las reformas borbónicas que trajeron en la Colonia un nuevo orden político-administrativo, y lo particular que resultaron sus disposiciones para la minería; otra situación destacada fue el cambio de la capital de Santander a la villa de San Carlos en 1769, lo que vendría a impulsar decididamente la explotación.
La fundación de la villa de San Carlos, en 1766, marca el inicio de una nueva población en la llamada “Tamaulipa la Nueva”.
El historiador Gabriel Saldívar señala que en esta fecha el colonizador José de Escandón protegió a los potenciales mineros construyéndoles algunos hornos de fundición, a quienes calificó de pobres y a los metales de “[…] no muy altas leyes”.
Poco después, en 1768, se descubrió el real de San Nicolás de Croix, localizado tres leguas al noroeste de San Carlos, por lo que mineros que explotaban plata, oro y cobre en San José pasaron a probar suerte en el nuevo real, argumentando que los metales en el primero eran de alta ley pero de corta saca y dura, y que San Nicolás era “el centro principal de las vetas”.
Sobre esto último, en su crónica del Nuevo Santander, el cronista de esos años, don Candelario Reyes, mencionó que en el año de 1769 comenzó a tomar cuerpo el real de San Nicolás de Croix “y que duró este realito en bonanza ocho años, pagando a su majestad que Dios guarde muchos quintos”.
Para 1772, la situación del real de San José de Tamaulipa no parecía ser la óptima.
En 1768, en cambio, tenía en producción cuarenta vetas o minas, en seis de ellas se explotaba oro y el resto eran de plata, “y hasta veinticuatro las minas de buena ley”, pero sólo seis no estaban despobladas y tenían un rendimiento de doce a catorce onzas por quintal.
La riqueza de la plata motivó el acercamiento de mineros de otras regiones, destacando desde luego San Luis Potosí y algunos provenientes del Nuevo Reino de León, concretamente del real de San Antonio de la Iguana.
Pero debido a la gran cantidad de caudales necesarios para invertir, se requería la participación de personas solventes.
No obstante, la aventura también tentaba a quienes contaban con menores capacidades, por lo que de forma global se puede afirmar que existía una convivencia de mineros pobres con otros de mejores condiciones económicas; el testimonio siguiente así lo ilustra: “[…] los mineros de San Nicolás, venden regularmente los metales a la boca de la mina y solo benefician de su cuenta lo que les sobra; que el declarante [don Víctor de Burgos Machuca] tuvo una mina nombrada San Juan Nepomuceno y la vendió a don Melchor Reyes, porque, aunque tenía buena ley [era] de corta saca y dura: que entre todos los mineros no sabe haya quien tenga caudal, a excepción de don Felipe García, que por tener abundancia de metales y no poderlos vender, compró una hacienda cerca de esta villa para beneficiarlos.
MINERÍA EN LOS AÑOS SUBSECUENTES
En el libro “Tamaulipas: Reseña Geográfica y Estadística” publicado en 1910, se menciona que la sierra de San Carlos llegó a ser conocida por los españoles con el nombre de “Riñón de oro”. Sin embargo en la zona había plomo, antimonio y aún el hierro.
El oro se encontraba también en la Tamaulipa Oriental, en el cerro de la Malinche, y según el ingeniero Prieto, quien sería gobernador de Tamaulipas, en Villagrán, San Nicolás, Hidalgo, Victoria, Llera, Miquihuana y Bustamante también había, indicando que también plata, lo mismo que cerca de Guerrero, adonde según la tradición, iban los vecinos de la colonia del Nuevo Santander, en grandes caravanas, para poderse defender de los indios barbaros, a recoger metales de muy buena ley.
El padre Santa María, quien estudio el tema en esos lejanos años, ponderaba la riqueza auro-argentifera de que había indicios en las sierras que forman el Cañón de Palmillas, entre Jaumave y Miquihuana. Señalaba también la existencia de depósitos de plata en los cerros de Santiago y Jesús, cerca de Hoyos (Hidalgo) y en la boca de Caballero, en jurisdicción de Aguayo (Victoria).
El mencionado sacerdote señalaba que el mineral de San José era el particularmente rico en cobre, encontrándose en él cobre amarillo, sulfuros negros, oxido negro de cobre y cobre nativo, en vetas de gran magnitud y anchura, visibles en la superficie del terreno y situadas en formaciones primitivas gneiss, mica, cuarzo y diferentes espatos, y muy dóciles para el laboreo.
En 1870 salió publicado un Informe minero en la ciudad tejana de Bownsville, traducido por el ingeniero Prieto en esa época, en el que se informaba que en San José, jurisdicción de San Carlos había hierro en forma de óxido o hierro magnético, oxido común, sulfatos amarillos y carbonato de hierro.
Se señalaba que en la segunda mitad del siglo XIX sobre las pendientes de la Sierra Madre que corre de la boca del Jaumave hacia la villa de Gómez Farías, se encontraban criaderos de yeso extensos y de la mejor calidad y que había alabastro en Cruillas.
Se hacía también referencia a la presencia en las demás cordilleras del Estado de bismuto, manganeso, mercurio y estaño. Se señalaba también la existencia en Guerrero de ocre y almagre, y mármol en la jurisdicción de Tampico.
En esta jurisdicción también se explotaban canteras de piedra para construir, principalmente en las sierras de Quintero y Antiguo Morelos. Burgos tenía azufre, la sal era abundante en todo el Estado y era principalmente extraída de Altamira, aunque en general en toda la costa, desde Tampico a Matamoros.
POR MARVIN HUERTA MÁRQUEZ