2 julio, 2025

2 julio, 2025

Lo oscuro de la obra pública

HORA DE CIERRE / ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ

Cuando Cecilia del Alto fue designada Secretaria de Obras Públicas en los inicios del gobierno cabecista, fue bien visto que una mujer victorense, preparada y joven quedara al frente de ese cargo estratégico en el aparato administrativo estatal. Una decisión del entonces recién llegado gobernador que parecía ser congruente con el respeto a la paridad de género que domina en la agenda pública de nuestro tiempo.

Pero la designación de Cecilia distó mucho de la intenciones iniciales. Cecilia fue una víctima más de la violencia de género y expuesta frecuentemente al ‘gaslighting’ por los que debieron ser sus subordinados: Reynaldo Garza, Subsecretario de Servicios Técnicos y Proyectos, y Eduardo Gómez, Subsecretario de Planeación.

Cecilia del Alto daba la cara en entrevistas y en eventos tal como lo marcaba el libreto escrito por sus superiores, pero el manejo de la dependencia estaba en las manos de los dos reynosenses, uno de ellos muy cercano al círculo familiar de los Gómez Leal y el otro a los amigos y socios de los hermanos Cabeza de Vaca.

Precisamente por esos días vivía el país la agitación política que provocó el caso Odebrecht y los sobornos que entregó la transnacional al gobierno de Enrique Peña Nieto, y el ex director de Pemex Emilio Lozoya Austin era señalado como el artífice de una operación sistemática de entrega de sobornos a políticos mexicanos de todos los niveles.

Entre los señalamientos que detonaron tras su detención y juicio, circuló en diversas notas de la prensa nacional que el priista solicitaba a cualquiera que quisiera hacer negocios con Pemex la módica cantidad de dos millones de pesos por una reunión en su oficina.

El caso de Lozoya tuvo resonancia en Tamaulipas, no sólo por los señalamientos del nuevo gobierno federal sobre una supuesta entrega de sobornos al entonces senador Cabeza de Vaca y a otros encumbrados panistas y priistas, sino también por los comentarios que se desataron entre constructores sobre oscuros manejos en la dependencia que se suponía estaba en manos de Cecilia del Alto.

En esos rumores no se involucraba a Cecilia, ajena a la corrupción exhibida y denunciada por órganos como la Unidad de Investigaciones Financieras, pero sí a Reynaldo Garza y a Eduardo Gómez.

Cualquiera que buscara audiencia para conseguir obra pública tenía que entregar, según los rumores, entre cien mil y doscientos mil pesos a los dos reynosenses, dependiendo del caso y del constructor. El pago debía ser estrictamente en efectivo.

Los mismos rumores de pasillo revelaban el diezmo que los constructores estaban obligados a repartir, exactamente lo mismo que tenían que hacer -según los mismos afectados-, la gran mayoría de los proveedores de la pasada administración: todos, absolutamente todos tenían que dar el treinta por ciento del presupuesto asignado en cada contrato.

Y aunque ambos personajes terminaron más millonarios de lo que ya eran en ese entonces, detrás de ellos o por encima de ellos estaba José Manuel Cabeza de Vaca.

Pero hasta la fecha todo ha quedado como un simple mito urbano, rumores de pasillo pues por lo menos no ha trascendido que haya alguna acción legal en marcha.

Lo que si es queda claro es que sin deberla ni temerla, Cecilia del Alto pague por pecados que no cometió y que tarde que temprano tiempo se destapará una cloaca de corrupción por más que la Fiscalía Anticorrupción se mantenga en manos de un personaje aún al servicio del pasado régimen. La realidad como muchas otras cosas suelen siempre flotar.

Por lo pronto el vicepresidente estatal de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, Jesús Mancilla Cafete denunció el cobro obligatorio del treinta por ciento que funcionarios de la pasada administración les exigían por contrato.

Bien dice un dicho del ‘sabio pueblo’ que suele nunca equivocarse:

‘Cuando el río suena, agua lleva’.

Por Alfonso García Rodríguez
@pedroalfonso88

Facebook
Twitter
WhatsApp