Toda guerra evoluciona de manera imprevisible sobre todo porque no todo se decide en el enfrentamiento violento directo; son muchos los campos de batalla.
Eso es evidente en la guerra entre occidente y Rusia que se libra con cruel violencia en Ucrania y que está reconfigurando la geopolítica global.
Algunas alianzas se fortalecen, como es el caso entre Europa y Estados Unidos que a querer o no dependen más uno del otro.
O entre Rusia y China cuyas economías se complementan cada vez más. Otras alianzas se debilitan, como ocurre entre Estados Unidos y Arabia Saudita, o con China e incluso con Sudáfrica y Brasil. No sabemos si la guerra se resolverá en el campo de batalla; o en el campo de las relaciones diplomáticas.
Mejor que una guerra prolongada como en Vietnam o Afganistán, sería negociar un cese de hostilidades. Tal vez, en el mejor de los casos se llegaría a una situación como la de las dos Coreas, las dos repúblicas chinas, o al distanciamiento que duró décadas entre la Alemania del Este y la del Oeste.
Esto, que era inaceptable hace un año parece cada vez más la única posibilidad de pacificación. Una de las evoluciones imprevistas de esa guerra ha sido el destino de la producción de alimentos.
Algo que preocupó al planeta entero porque Ucrania es una gran potencia agropecuaria y de sus exportaciones, y las de Rusia, depende el bienestar e incluso la supervivencia de cientos de millones de personas en países del Medio Oriente y África.
Afortunadamente, en medio de la guerra triunfó la suficiente sensibilidad para acordar entre Rusia y Ucrania un corredor marítimo que permite que a fin de marzo de este año hayan salido por el Mar Negro más de 900 barcos cargados con 24.5 millones de toneladas de granos, en particular maíz, trigo, aceite y semillas de girasol. El corredor marítimo es vital para la seguridad alimentaria del planeta, pero el acuerdo vence pronto, el 18 de mayo y Rusia no se ha comprometido a renovarlo.
Tiene dos objeciones principales: una es que el acuerdo debería facilitar las exportaciones de cereales rusos y estos siguen enfrentando sanciones financieras y jurídicas que dificultan su comercialización, y la otra es que solo el 55 por ciento de las exportaciones de granos por mar han ido a los países en desarrollo, los más necesitados; el resto a países industrializados.
Lo verdaderamente inesperado ocurrió en las exportaciones por vía terrestre hacia sus países vecinos y aliados. Polonia, Hungría, Eslovaquia y Bulgaria prohibieron la entrada de granos ucranianos. Rumanía se sumó para pedir a la Comisión Europea ayuda financiera para los agricultores que enfrentan lo que llaman la competencia desleal ucraniana.
El antecedente es que Europa ha seguido lo que llama una política agrícola común, fundamentalmente proteccionista, basada en la solidaridad social y uno de cuyos objetivos es mantener viva la economía rural y garantizar a sus agricultores un nivel de vida razonable.
Esta estratega le permitió generar excedentes y convertirse en un importante exportador agroalimentario. Entre las medidas de apoyo a Ucrania la Unión Europea eliminó los aranceles y todas las restricciones a las importaciones de sus cereales.
Con la mayor rapidez posible creó corredores ferroviarios y carreteros para la salida de esos granos en el entendido de que estos transitarían por los países vecinos a Ucrania rumbo a puertos de salida y con destino final fuera de Europa.
Solo que dos cosas no han funcionado conforme a ese plan ideal. Por un lado se ha provocado la saturación de algunos medios de transporte y almacenamiento lo que dificulta el manejo y comercialización de los granos de cada país.
Por otra parte, el grano ucraniano es más barato y ya sin aranceles que protejan la producción local es más competitivo, así que parte de ese grano se ha filtrado a los mercados locales. La guerra produjo importantes descalabros en las cadenas de producción y comercialización de todo el mundo; ahora lo hace en un medio particularmente sensible e importante en los países menos industrializados de Europa.
Los agricultores de Europa del este, de Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria, están furiosos y protestan. A ellos se suman conciudadanos simpatizantes que están cansados por lo que ven como una guerra demasiado larga, que los empobrece.
También observan como sus gobiernos dirigen apoyos hacia Ucrania mientras que millones de refugiados bien preparados empiezan a competir en sus mercados de trabajo. Algunos analistas señalan que los impactos no son tan graves; pero el hecho es que la percepción popular es cada vez más crítica.
Las nuevas protestas en Europa del este se añaden a las protestas por el aumento del costo de la vida que ya ocurren en Alemania, Francia, Reino Unido y España. El pasado mes de marzo la inflación anualizada en el área del euro fue del 6.9 por ciento. Pero es mucho mayor en los países menos industrializados, más rurales y con menores niveles de vida: 12.1 por ciento en Bulgaria; 12.2 en Rumania; 14.8 en Eslovaquia; 15.2 en Polonia y 25.6 por ciento en Hungría.
No es fácil calmar el descontento de los agricultores afectados por la inundación de cereales ucranianos. Las medidas nacionales de restricción a las importaciones de granos ucranianos tomaron por sorpresa a la Comisión Europea que ásperamente les recordó que la política comercial es una decisión centralizada. Para calmar las cosas la Comisión, el órgano ejecutivo de la Unión Europea, asignó 100 millones de euros para ayudar a los agricultores afectados.
Entre tanto se negocia un régimen de tránsito que asegure que los cereales ucranianos no se almacenen ni se introduzcan al mercado europeo. Los países de Europa del este piden que, además de los granos, este mecanismo incluya huevos, productos lácteos, carne y similares. La Comisión insiste en que tendrán que demostrar que perjudican a sus agricultores.
Aun no se ha llegado a un acuerdo. Polonia y Eslovaquia tendrán elecciones este año y podrían triunfar políticos más simpatizantes con sus agricultores que con la Unión Europea. La situación apunta a consecuencias mayores. Con Ucrania como integrante de la Unión Europea el libre comercio interno afectaría gravemente a los productores agrícolas de Europa del este.
Al mismo tiempo los apoyos financieros a la reconstrucción de Ucrania competirían con los apoyos a los agricultores europeos. Simplemente no alcanza para todos.
Lo que sí es evidente es que uno de los grandes objetivos políticos de la alianza económico militar de occidente, que Ucrania se integre plenamente a la Unión Europea, enfrenta un inesperado y fuerte obstáculo en casa propia.