20 mayo, 2025

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La Estación y los héroes de la Nacozari 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

El Ferrocarril llegó en la mejor época de Ciudad Victoria. Y cómo no, si a finales del siglo XIX y principios del XX se estaba transformando la ciudad. Y en el delirio del “porfiriato” la sociedad era un remanso de paz y desarrollo económico.

Ligado a este hecho que transformó al país, a Victoria lo rodearon los ingenieros y las amplias posibilidades de apertura comercial, agrícola y ganadera; puesto que se instaló la infraestructura y embarcaderos para utilizar este enorme transporte de hierro.

Mientras se camina entre los rieles salteando durmientes, a veces de madera, tal vez de aquellos años -raída pero dura y todavía resistente y otras veces sobre un concreto muy sólido que sostiene con heroísmo, tanto los rieles como el paso contundente de la mole de acero- uno no deja de sentir nostalgia según lo años en que se vaya ubicando el pueblo de aquel entonces a la fecha.

Se camina, se anda despacio por aquí y es fácil darse cuenta que ya no hay nada. Como si el tren se hubiera llevado a aquellos pasajeros. Aquí está la estación de tren vacía y seca. Húmeda cuando escurre el agua solitaria por sus acequias. 

Aquí finalizaba la calle Real o Avenida Colón y la Estación fue construida en medio del paso del tren del Golfo que unía las ciudades de Monterrey y Tampico. De inmediato la ciudad y la misma sociedad comenzó a transformarse poniéndose en la esfera del desarrollo del país.

Fue una época dominada aun por la hegemonía política creada por  Servando Canales y sus descendientes, pero al concluir esta, fue el Ingeniero Alejandro Prieto quien al asumir el gobierno local, inició la época de mayor prosperidad en la región. Continuando Don Guadalupe Mainero, Pedro Argüelles y  Juan B. Castelló.

En aquel entonces la Avenida Colón, que hoy conocemos como Calle Hidalgo fue ampliada con un camellón y en la Plaza de Armas se instaló en 1900 un Kiosco que dicen los enterados fue inaugurado con bombo y platillo.

Para la construcción de la estación, el superintendente de la compañía ferroviaria solicitó al ayuntamiento la donación del predio donde actualmente se encuentra y ofreció en donación 32 bancas de hierro para la plaza principal, mismas que lucieron hasta no hace mucho tiempo en ese lugar. Nadie ciertamente sabe a dónde fueron a parar.

Hoy el tren que pasa por la ciudad es un tren carguero, lo escuchamos pasar con su silbato intempestivo, y ya los modernos transportes carreteros hicieron incosteable el tren de pasajeros.
Luego de que el ferrocarril fue vendido por el gobierno federal, dejó de tener utilidad práctica para la ciudad.

Hoy la Estación es territorio de todos, en el suelo, a los costados hay pequeños tornillos, rieles doblados, y abandonados por la negociación que hizo el presidente Zedillo que dejó aquí estas líneas paralela un sitio a donde los chavos vienen a drogarse y se improvisa un ejército irregular del escuadrón de la muerte, entre grandes galerones rotos, con ilusiones pero más que nada olvido.

Hay vigas, rieles destrozando el aire del último tren de pasajeros que llevaban a Estación Manuel, Estación Santa engracia, a Cruz y Cruz, La Misión y puntos intermedios, sin que a la fecha haya un proyecto nuevo para recuperarlo.

El tren carguero ahora interrumpe la mediana ciudad en que se convirtió Victoria. En estos días un grupo de trabajadores de Ferromex limpian a conciencia la basura y el monte del derecho de vía. 

Todavía el año pasado al pasar por aquí vimos que en los caserones aledaños habitaban ferrocarrileros. Se sabe que los más viejos viven sus días en la colonia que lleva el nombre de la epopeya ferroviaria «Héroes Nacozari». 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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