El 28 de enero de 1930 Miguel Niño de Rivera el dictador español que había llegado al poder mediante un golpe de estado presenta su dimisión ante el rey Alfonso XIII, quien la acepta inmediatamente y nombra al general Dámaso Berenguer (entonces jefe de la casa militar del rey) presidente del gobierno con el propósito de retornar a la normalidad constitucional. Termina una dictadura, a la que llamaron “dictadura con rey”, y comienza una dictablanda como se le conoció a este período en España.
El término dictablanda fue utilizado por la prensa de entonces, para referirse a la indefinición del gobierno de Berenguer que ni continuó con la dictadura anterior, ni restableció plenamente la Constitución de 1876, y tampoco convocó elecciones a Cortes Constituyentes como exigía la oposición republicana. Esta indefinición creo tensiones y una incertidumbre que obligaron a Berenguer a dimitir año y medio después.
Cuando se menciona a la dictablanda se refiere a aquellos gobiernos que se caracterizan por una combinación de elementos democráticos y autoritarios, en general se
usa para identificar a países republicanos y democráticos que adolecen de instituciones y sociedades civiles sólidas. Este tipo de gobierno tienen como eje central de su mandato la figura de un hombre, ya sea jefe de estado, jefe de gobierno o presidente, y aunque pueden tener instituciones como poderes legislativo y jurídico, estas se encuentran plegadas a las ordenes y caprichos del hombre fuerte.
Este hombre fuerte busca reelecciones constantes y la ley pasa a ser una excepción y la excepción un estado permanente de autojustificación de cada acto de gobierno. Se ejerce el un esquema de construcción de un enemigo nefasto, misterioso y presente en todos lados y en todos los temas, que es uno de los fundamentos y motivos centrales del estado de excepción.
Por su parte dictadura es un régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales. En Latinoamérica hemos tenido de ambas, por ejemplo:
Argentina. Jorge Rafael Videla llegó al poder a través de un golpe de estado en 1976 y gobernó hasta 1981. Durante esos años se produjeron miles de desapariciones forzadas, asesinatos de civiles y quema de libros opositores. El dictador contó con el apoyo de los EE. UU. para contener al comunismo.
Chile. Augusto Pinochet dio un golpe de estado en 1973 al presidente Salvador Allende, la dictadura le quitó la función legislativa al Congreso y quedó investida de las potestades constituyentes, que fueron ejercidas mediante decretos. Algunas de las acciones que caracterizaron este periodo en Chile fueron los múltiples atropellos y abusos a las libertades sociales y los Derechos Humanos.
Uruguay. En los años 30, Uruguay vivió la dictadura de Gabriel Terra, que terminó aprobando una Constitución hecha a su medida. Pocos años después, un golpe de Estado dado por su sucesor, Alfredo Baldomir, quien contaba con respaldo político de sectores democráticos, instauró brevemente una dictadura que mereció el calificativo de “dictablanda”, la cual culminó con la aprobación de una nueva Constitución que terminaba con la terrista.
Venezuela. Nicolás Maduro tiene al Tribunal Supremo, un apéndice del presidente que valida rutinariamente sus decisiones. El sostiene expresamente que no cree en la separación de poderes y bajo amenazas tiene contenida la acción de la Asamblea Nacional.
Nicaragua. Daniel Ortega lleva 26 años en el poder, su gobierno se ha caracterizado por el fraude electoral, la censura a periodistas, el cierre de emisoras de radio, el encarcelamiento de opositores, la represión a todos los sectores de la sociedad, nepotismo y corrupción.
Cuba. Después de mas de 60 años de la dictadura de los Castro, donde una descripción la da Human Rights Watch “Fidel Castro impuso un sistema represivo que castigó prácticamente todas las formas de disenso, un legado que lamentable perdura incluso después de su muerte”.
En México, durante la época de hegemonía en el poder del PRI, aunque no había un hombre fuerte que se reeligiera, había un partido que se mantenía en el poder llegando a ganar las elecciones José López Portillo por el 100% de los votos. Mario Vargas Llosa la llegó a llamar la “dictadura perfecta”, Enrique Krause la llamo la dictablanda y Octavio Paz un sistema de dominación hegemónico de partido. El congreso y la corte eran calificados en aquel entonces como “levanta dedos”.
Pareciera que en los últimos meses nuestro país tiende a retroceder a los años 70’s, a la dictadura perfecta, con un presidente que busca se hagan sus deseos y un congreso complaciente. ¿De regreso a la dictadura perfecta?.
POR FRANCISCO DE ASÍS