Hoy no es 10 de mayo, ni 14 de febrero. Es domingo 2 de julio, y es por un par de cosas, una fecha digna de recordar para el Caminante.
Fue un 2 de julio de 2020, cuando uno de los mayores miedos se apoderó del vago reportero, cuando un médico le entregó un diagnóstico que haría su cabeza sentir un vértigo intenso: ese día le fue confirmado que padecía Covid-19.
Habían pasado apenas tres meses de que la enorme ola de contagios que inició en China, ya se reflejaba en nuestro país, y su carácter o magnitud de pandemia ya retumbaba en la TV, y en las redes sociales.
El mundo estaba a punto de hacernos saber, que los humanos solo somos realmente otra plaga más, que en un chasquido de dedos podría desaparecer.
Día a día, el temor a morir fue ganando fundamentos para generar esa psicosis que nos acompañaría por casi tres largos años.
El Caminante, además de su chamba en el Expreso, se estrenó como emprendedor ese mismo año, y con el dinero de sus ventas se ayudaba a completar ‘el chivo’, es decir, la despensa, pagos de servicios, y un par de caguamas de vez en cuando.
Al ser diagnosticado con Covid-19, los síntomas lo obligaron no solo a aislarse, sino a mantener reposo.
El ‘billullo’ iba a escasear. El terrible y a la vez fatal padecimiento se apoderó de la humanidad del vago reportero.
Una intensa febrícula (o sea un incremento en la temperatura corporal de entre 37.1 y 37.9 °C) ‘agarró de su puerquito’ al Caminante, aparte de fuertes mareos, pérdida del apetito, ganas de ‘guacarear’ (‘devolver el estómago’ para los puritanos del idioma) escalofríos, dolor de cuerpo e insomnio, fueron su pan de cada día por casi dos semanas.
En ese breve pero sufrido lapso de tiempo, el andarín periodista, amo de las banquetas de la capital cueruda, bajó más de 12 kilos.
Afortunadamente, el vago reportero no padeció ningún daño pulmonar ni experimento alguna disfunción respiratoria. – Te salió barata – le comentaba su médico de cabecera – no hubo necesidad de intubarte ni nada de eso.
– Y aun así me siento de la fregada, ¡mira nomás que flaco quedé! – le respondió el Caminante en esa ocasión. Gracias a la infinita misericordia de Dios que cuida de sus animalitos, el Caminante pudo librar la aterradora enfermedad. Una nutrida lista de sus conocidos y familiares no tuvo esa buena suerte.
Se adelantaron en el camino parientes, amigos, vecinos, colegas y uno que otro gruñón que aseguraba que todo eso de la pandemia era solo un invento.
Tres de ellos en especial, aseguraban orgullosamente que no se vacunarían pues, la fórmula que les aplicarían “era precisamente un veneno que los mataría en no más de 3 años”.
Al poco tiempo esos tres renegados sucumbieron al embate del coronavirus. Posteriormente otras variantes del Covid-19 arremeterían de nueva cuenta contra el Caminante, pero solo le causarían estragos menores.
Pero el 2 de julio no solo trae malos recuerdos, fue en esta fecha, pero de 1999, cuando un joven pasante de licenciatura sería aceptado en esta consagrada editorial para realizar sus prácticas profesionales.
El muchachón aquel recorrería literalmente todas las áreas de su filial en Ciudad Mante. Siete años más tarde sería requerido en la capital tamaulipeca para continuar su peregrinar en la odisea editorial.
Han pasado ya 24 años, y su deseo de seguir aprendiendo de este oficio no ha cesado ni disminuido, antes bien, crece constantemente, aún con los sinsabores de la caótica y violenta situación que afecta a quienes, como él, se dedican a la arriesgada chamba de comunicar.
Ni el coronavirus, ni un coche bomba, amenazas, ni levantones, golpes o la tristeza de ver a sus compañeros perder la vida por hacer su trabajo profesionalmente, han logrado apagar la pasión del Caminante en esta larga jornada.
Hoy es 2 de julio y lo que para algunos puede ser una fecha sin gran trascendencia, para el Caminante es un recordatorio de que hay que mirar hacia adelante, y planear como si fueras a vivir cien años, pero a la vez hay que disfrutar la vida como si fuera el último día de tu existencia.
Esta es la misión del Caminante: continuar narrando el día a día del tamaulipeco de a pie, del ciudadano común, el vendedor callejero, el fara fara, el microbusero, el policía, el vecino ruidoso y la güera de los tacos, el panadero, el enterrador del panteón, el técnico del internet, el comerciante de calor humano del ‘bule’ y todos esos personajes que adquieren rostro cuando son entrevistados por el vago reportero.
Lo mejor está por venir, y el Caminante sabe que hay todavía mucha pata de perro por recorrer.
POR JORGE ZAMORA