Aún falta mucho por saber sobre la tragedia que vivió San Fernando hace más de una década, en periodo de tiempo en que ese municipio -estratégico en la geografía tamaulipeca- se convirtió en la última parada de cientos de personas que ahí encontraron la muerte.
De algunos de ellos, queda el registro de sus restos hallados en alguna fosa del valle, junto a algún campo de sorgo, pero de muchos sólo se preserva el rastro: la noción de que ahí fueron vistos por última vez. Sobre aquellos días, sobre todo, se desconocen las cifras reales del terror.
¿Cuántas personas fueron asesinadas y desaparecidas entre el 2010 y el 2011 cuando la violencia se desató a su grado más alto?.
Por la manera en la que las autoridades respondieron a aquella crisis, ahora es casi imposible saberlo.
La periodista Marcela Turati, autora de San Fernando: Última Parada, lo deja claro desde el principio: la respuesta del Estado Mexicano ante esta tragedia fue una política de ocultamiento que hoy aún resulta difícil de romper.
“Hay muchos hechos que todavía no podemos esclarecer porque la PGR no las investigó o porque se opuso terminantemente a entregar los expedientes, porque los dispersó, algo ocultan todos, incluso el papel del Ejército no nos termina de quedar claro”.
En su libro publicado apenas este mes, Turati expone un relato coral que busca describir lo que ocurrió entre marzo y abril del 2011, pero también la “dictadura de terror” en la que vivían los habitantes de aquel municipio desde mucho tiempo antes, sin que nadie les pusiera atención.
“En 2011 yo trabajaba para la revista Proceso y cuando supimos de las fosas de abril del 2011, que los cadáveres estaban siendo llevados a San Fernando, me tocó reportear esos días en la morgue, y ver el momento en que suben 120 cadáveres a un tráiler y se lo llevan a la Ciudad de México”, relata la periodista sobre su primer encuentro con San Fer.
“Lo que me llamó la atención de ese mismo día fue que muchas familias me dijeron que no habían denunciado, que tenían mucho miedo, porque pensaban que si estaba vivo, podían matar a su familiar, ahí escuché lo que los periódicos ya estaban publicando que habían sido muchos de ellos pasajeros de autobuses o de autos particulares que habían sido bajados en San Fernando, y todo este dolor, había también familias que me decían que sus hijos, habían sido sacados de los Oxxos, o los estaban esperando en tiendas y se los habían llevado”.
¿Habías cubierto un drama de esa magnitud?
Yo había cubierto las fosas de Taxco, que fueron las primeras masivas con Calderón, fue en 2010 contaron 55 cuerpos y ahí se paró el conteo, y en San Fernando pasó lo mismo, incluso la señora Isabel Miranda de Wallace dio una declaración que nos pareció super extraña, pero mucha gente decía es que hay muchos más, la señora Wallace decía: ‘ahí hay al menos 500 enterrados’; ella muy cercana al Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, después ya no dijo nada de esa declaración, pero lo que supimos es que en secreto el gobierno siguió excavando, pero ya no los contaba, ahí empezó una crisis forense terrible, la orden fue ocultar los cuerpos que siguieron saliendo.
Nunca ha sido fácil acceder a la información de lo que ocurrió en San Fernando.¿Crees que hay aún muchas cosas que no sabemos?
El libro que yo escribí intenta unir piezas muy diferentes sobre lo que pasó, entrevisté gente que estuvo en diferentes momentos en San Fernando, gente que fue secuestrada y sobrevivió, la diputada, las madres buscadoras, el presidente municipal, policías municipales, un agente de la DEA que estaba infiltrado, diplomáticos que fueron porque al principio sí los dejaron entrar después ya no, uno de los médicos que hubo esos años, gente de otros municipios que fue secuestrada, papás buscadores y mamás buscadoras, antropólogos forenses, es un relato coral y cada quién te da un pedacito de lo que supo, de lo que vio, pero la historia sigue incompleta, sabemos sin saber cuántas personas murieron, y cuántas personas están desaparecidas.
Quizás no haya otra periodista que haya investigado tanto el drama de San Fernando como Marcela Turati: “Todos los lugares a donde iba, en todos los estados, a cualquier diplomático, en cualquier foro preguntar si alguien tenia información sobre San Fernando, periodistas gringos que me pasaron cosas, todas las alertas de San Fernando, todos los días recibo noticias de San Fernando…”.
Desde esa posición, es enfática al señalar la responsabilidad de todas las autoridades para que la tragedia se estacionara en ese municipio tamaulipeco.
“Hay un comportamiento criminal de todos los niveles de gobierno”, señala y recuerda que cuando empezaron a exhumar cuerpos de las fosas, agentes de Estados Unidos advirtieron a la Embajada que las autoridades mexicanas tenían toda la intención de ocultar la dimensión de la tragedia, “hay un operativo de sacar rápido los cadáveres y que no se sepa cuántos eran”.
A eso sobrevino el clásico deslinde de responsabilidades entre diferentes autoridades; “así opera este sistema”, advierte.
Recuerda que hay múltiples testimonios que relatan el secuestro masivo de pasajeros de autobuses entre marzo y abril del 2011, a la vista de todos en las carreteras y las calles del municipio.
“¿Qué hacía la Policía Federal, la Marina, el Ejército, Migración, todo el mundo habla de retenes que tenían ahí, y entonces ¿qué hacían ahí?, cuando bajaban a la gente de los camiones, hay testimonios que dicen ‘después nos paró alguien de Migración, Policía Estatal y preguntó al chofer: ¿te bajaron gente? ¿a cuántos?’ y lo anotaban, como si fuera un registro cualquiera, las maletas que llegaban a las terminales de autobuses y que nadie las recogía, las compañías de autobuses, el silencio de los empresarios, bajaban a migrantes los llevaban a los cajeros a que sacaran dinero y los bancos no se daban cuenta”.
Marcela se pregunta de quién es la responsabilidad, y su libro, lo responde con las entrevistas que realizó a decenas de testigos, víctimas, autoridades: todas las autoridades fueron responsables de “dejar en el desamparo y en el abandono a las personas”.
“San Fernando: Última Parada” busca arrojar luz sobre los episodios de violencia que arrasaron a esta parte del país, pero advierte desde el principio, que se trata de una historia completa porque durante muchos años las autoridades apostaron al olvido, un vacío total de información oficial que también alimentó todo tipo de rumores “pero pasaron tantas cosas tan fuertes que no se pueden descartar”, apunta la autora.
Recuerda el caso de una versión que nunca se comprobó: “Todo el tiempo hablan de un autobús enterrado con pasajeros, todavía hace unos días alguien me decía y me aseguraba, muchos periodistas anduvimos buscando el dichoso autobús”.
Pero a esa niebla informativa que cubrió la tragedia de San Fernando, sobrevive el dolor de miles de familias que aún hoy no encuentran a sus desaparecidos.
“Todavía faltan muchas familias que encontraron a un familiar pero que viajaban con otro, por ejemplo el colectivo de familiares de buscadoras de San Luis de la Plaza Guanajuato, eran 23, y encontraron a uno solo en esas fosas, ¿dónde están los otros?”
No solo eso, la negligencia de las autoridades causó la muerte y desaparición de cientos de personas, pero también arruinó la vida de muchas más.
“En el libro hay un caso de una persona, es un indígena de Oaxaca que iba en uno de esos autobuses el día 21 de marzo del 2011, se acaba de despedir de su mamá, iba a cruzar a Estados Unidos, y de repente lo ve en el periódico como uno de los zetas, hasta este año él seguía detenido a pesar de que lo habían bajado unas horas antes y lo torturaron, le pasó de todo, necesitaba el Ejército presentar resultados, la Policía Federal, la Marina, y lo que hacen es cometer más injusticias, agarrar a personas secuestradas y presentarlas como delincuentes y ahí están pagando por gente que sí cometió delitos, que sí cometió estos crímenes”.
Recuerda el confuso caso de los policías municipales detenidos por colaborar con el crimen. “Siempre se nos dijo que los policías municipales estaban en la cárcel, pero no se nos dijo que al año ya habían salido, pero dejaron en la cárcel a las dos mujeres policías, ellas sí se echaron más de una década en la cárcel, por qué la distinción, por qué a ellas no les toca la justicia si es el mismo caso, nunca se aclaró cuáles policías sí estaban, cuáles no, también los policías fueron torturados, es como una historia tras otra, tras otra, de injusticia, de construcción de casos, siempre para que la opinión pública se quede callada, construir una verdad histórica, y que ahí quede, y no hay ningún funcionario público en la cárcel”.
¿Por qué este caso de las narcofosas no fue tan mediático como otras tragedias?
Creo que hubo una estrategia de ocultamiento, los 72 migrantes no se pudo, porque estaban al aire libre, no les dio tiempo de enterrarlos, yo creo que ese fue un preludio de lo que después pasó, y dicen que antes de los 72 ya había habido 19 migrantes asesinados que tampoco nos enteramos, entonces el rollo de mostrar el señorío de ser dueño del territorio y de las carreteras, ya se pagaba desde mucho antes, pero los 72 fue un impacto terrible.
Cuando son las fosas de San Fernando, si no estás ahí nunca puedes contar, cuántos cadáveres sacaron, me acuerdo que se llevaron esos 120 y ¡aquí se acabo todo’, levantaron las carpas, era peligroso permanecer ahí, los cables de Estados Unidos dicen: estos quieren ocultar, y un cable dice: ‘desde un año antes sabemos que hay en algún lugar 200 cadáveres de migrantes, que no sabemos si son esos, o son otros’, eso queda como la duda de a qué se referían, pero cuando era el horror de San Fernando, en esos momentos encontraron las fosas de Durango, entonces se fue la atención pública a Durango y era cuando empezaba el movimiento por la paz que estaba cruzando el país, también cuando sacan los cuerpos y los llevan a la Ciudad de México, como que se pierde el rastro.
El gobierno de Calderón le dijo a las embajadas, ahi no hay migrantes para que no hubiera escrutinio internacional; los diplomáticos que entrevisto me dicen: ‘ya nos la habían hecho con los 72 y nos lo volvieron a hacer, nos dijeron, ni se apuren, hasta que alguien nos filtra fotografías de los tatuajes de algunos, y dicen: estos son salvadoreños’.
¿Tuviste durante este tiempo noticias de este tipo de casos en otros municipios?
Sí claro, en Ciudad Mier, Llera, Miguel Alemán, incluso cuando se encuentran las fosas pongo unas citas de un funcionario que me dice; ‘y mire que no han excavado en todos los alrededores’.
POR STAFF