Nuestro hogar, el planeta Tierra: un lugar de cielos azules, océanos de agua líquida (pudiera estar en estado sólido o como vapor) con toda clase de peces y criaturas que han servido de alimento y les han dado belleza, con ríos y lagos de agua dulce para saciar nuestra sed, bosques frescos y verdes praderas que cobijan y dan alimento a tantas y tantas criaturas, un mundo donde se oye de modo evidente el murmullo de la vida. Y por las noches, cuando estamos alejados de las luces citadinas, un cielo cuajado de estrellas que nos dicen claramente que estamos en un lugar llamado universo.
Quizás Alejandro el Magno también se dio cuenta de eso que le invitó a reflexionar ¿Cómo es que todo esto existe?, ¿Cómo es que hay día y noche, o las cuatro estaciones del año?, ¿las fases de la luna?, y tantas y tantas cosas que nos maravillan y no sabemos por qué. Tal vez por eso y porque Alejandro tenía una sólida educación, Aristóteles fue su maestro, fundo la legendaria biblioteca de Alejandría que tenía como finalidad compilar todas las obras del ingenio humano, de todas las épocas y todos los países, que debían ser incluidas en una suerte de colección inmortal para la posteridad.
Buscar el porque de las cosas, entender a la naturaleza y al universo eran los objetivos que guiaron a todos aquellos que se hicieron cargo de tan importante institución. Uno de ellos, Eratóstenes, quien fue matemático, astrónomo , geógrafo, historiador, filósofo, filólogo, poeta entre otras cosas un día leyó en un libro de papiro que, en un puesto avanzado de la frontera meridional, en Siena (hoy la ciudad de Asuán en Egipto situada a unos 800 km al sur de Alejandría), cerca de la primera catarata del Nilo, en el mediodía del 21 de junio uno los obeliscos no producían sombra y la luz del sol llegaba hasta el fondo de los pozos de agua.
Eratóstenes esperó un año y procedió a comprobarlo, pero esta vez en Alejandría. Para ello colocó varias varas verticales de varias longitudes en una superficie plana. Llegado el día, al revisar las varas, se dio cuenta que allí si producían sombra. Teniendo en cuenta que entonces la creencia era que la Tierra era plana, reflexionó,
• Si la Tierra es plana, en cualquier punto donde nos encontremos no debería haber sombra.
• ¿Pero y si la Tierra no es plana, si es redonda?, eso explicaría porque en Siena no hay sombra y en Alejandría sí. Eratóstenes comprendió que la tierra era redonda.
Entonces midió la longitud de las varas y las sombras y con la ayuda de un gnomon (aparato que se usaba en la época para medir ángulos e inclinaciones), Eratóstenes estimó la inclinación de los rayos solares en unos 7°12’.
La distancia entre las dos ciudades estaba registrada en la biblioteca de Alejandría y se había obtenido de las caravanas de comerciantes, en aquel entonces se registraba como 5000 estadios (cada estadio equivalía a 157 metros).
Con eso calculó el perímetro de la tierra dividió los 360 grados de una circunferencia entre 7.2 grados dándole un resultado de 50, encontrando que el perímetro de la tierra era de 250 000 estadios es decir 39,250 kilómetros (el perímetro de la tierra es de 40,075km). ¡Increíble!, para hacerlo con unos palos, los datos de la biblioteca y su capacidad de razonamiento.
El primer viaje de Colón está relacionado de forma muy directa con los cálculos de Eratóstenes. Colón estaba fascinado por lo que llamaba la Empresa de la Indias , un proyecto para llegar al Japón, China y la India, no siguiendo la costa de África y navegando hacia el Oriente, sino lanzándose audazmente dentro del desconocido océano occidental; o bien como Eratóstenes había dicho con asombrosa presciencia.
Alejandro estimuló el respeto por las culturas extrañas y una búsqueda sin prejuicios del conocimiento, Alejandría de acuerdo con su visión tenía que ser el centro mundial del comercio, la cultura y el saber. La biblioteca llegó a tener según Aulo Gelio, cerca de 700,000 libros.
La biblioteca fue incendiada, se dice que accidentalmente por Julio César en el año 48 A.C. uno de los desastres culturales más grandes de la historia, comparable solo con la quema de libros de los cruzados en la toma de Constantinopla, la que se llevó a cabo por órdenes de Goebbels en la Bebelplatz en 1933 o el incendio de la biblioteca de Bagdad en 2003 ante la complacencia del ejército norteamericano.
Comprender al universo del cual formamos parte implica entender y profundizar en él a través de la ciencia, es inseparable de la aventura humana incluyendo su supervivencia en el planeta azul, que muchas veces está en un choque frontal con cuestiones sociales, políticas, religiosas y filosóficas. No temamos saber, aunque eso signifique deshacernos de creencia erróneas que muchas veces nos son inculcadas por tradiciones que no tienen bases científicas o por quienes ejercen alguna forma de poder para mantenerse en el.
POR FRANCISCO DE ASÍS