Doña Esther estaba muy concentrada preparando la comida de ese día, en ese momento hacía fideo seco, una receta que le había dejado su mamá y que se jactaba era para cocinar el mejor fideo seco, así que cuando oyó que tocaban la puerta se molestó un poco, pero fue a abrir.
Era doña Conchita su vecina, una mujer humilde de unos ochenta y cinco años que quería le regalara un manojo de albahaca, que Esther cultivaba en su patio.
-Espéreme tantito Conchita, estoy preparando la comida y deje algo en la lumbre, pero pásele, siéntese aquí en la sala -le dijo.
-Muchas gracias, Esthercita usted sabe que mi marido ha estado muy malo y ahorita está doña Rosa la curandera y le va a hacer una curación.
-Ay si, por cierto ¿cómo sigue?-le preguntó Esther.
-Malo, muy malo. Le dan unos calenturones tiene mucha tos y no come nada, doña Rosa dice que le hicieron algún “trabajo”, pero que ella se lo va a quitar.
-Oiga Conchita, ¿Por qué no lo lleva con el doctor de las similares para que lo revise?, yo se que le tiene mucha fe a doña Rosa, pero, llévelo por no dejar -le dijo Esther mientras había apagado la lumbre y salía al patio a cortar el manojo que le pedía Conchita.
“Que trabajo ni que trabajo, quién sabe de que esté enfermo el esposo de esta señora y la tal doña Rosa nada más le va a quitar dinero”, pensó Esther. Cortó el manojo y se lo llevo a Conchita.
-Aquí tiene Conchita, y le recomiendo mucho que lleve a su marido con el doctor, es barato y le va a ayudar mucho.
-Deveras ¿no me cobrará mucho? Pero no sé ni dónde es.
-Deveras Conchita, y si quiere yo la acompaño -se ofreció Esther.
Se pusieron de acuerdo que al día siguiente llevarían al señor con el doctor por la mañana, Conchita se retiró y Esther terminó de hacer la comida.
Al día siguiente Esther pasó por Conchita y su marido don Juan, el cual tenía mucha tos y temperatura. Lo llevaron al médico, uno de esos que hay ahora en las farmacias y que cobran muy barato las consultas. El médico después de revisarlo y platicar con Conchita le dijo:
-Señora su marido viene muy malo, trae mucha fiebre y tos, vea como está expectorando – dijo cuando don Juan sacaba flema hacia un pañuelo, le voy a dar ahorita pastillas para controlarle la temperatura y le voy a dar también antibiótico, son síntomas de neumonía, pero necesito comprobarlo con pruebas de laboratorio. De cualquier forma, le voy a recetar, mucha agua y pastillas para controlar la temperatura-dijo el doctor al tiempo que sacaba unas medicinas de muestra y se las daba a Conchita.
– Mire, ahorita le vamos a dar estas pastillas -dijo, mientras que sacaba de dos paquetes pastillas y se las daba al hombre ofreciéndole agua don Juan, que la tomó con muchas ganas. Le voy a regalar estas pastillas, pero necesita comprarle más, las que le estoy indicando en la receta, es una pastilla cada doce horas. Pero también necesito que le haga unos análisis de laboratorio y una radiogratia de tórax para confirmar el diagnóstico.
Conchita puso cara de asombro, Esther rápidamente le preguntó al doctor por el costo de los análisis, y la radiografía, sabiendo que Conchita no tenía muchos recursos económicos.
-Cuestan doscientos o trescientos pesos y la radiografía alrededor de quinientos pesos- respondió el doctor
Esther dirigiéndose a Conchita le dijo “No se apure, yo la voy a apoyar para que se haga los análisis”. Conchita puso en su cara una sonrisa algo incrédula.
Al otro día, Esther fue a la casa de Conchita y le preguntó por la salud de su esposo “Hay Esthercita, doña Rosa es muy buena, pasó buena noche y amaneció mejor” . Esther pensó “ahí vamos otra vez” y preguntó:
-¿Le está dando las medicinas Conchita?
– Si, por supuesto, todavía me quedan de las que me dio el doctor.
-Bueno, tenga, le dejo quinientos pesos para que complete lo de los análisis y la radiografía. Yo voy a salir de viaje, pero regreso en tres días -Conchita puso cara de incredulidad, pero tomó el dinero, Esther se despidió y se fue.
A los tres días Esther regresó y se sorprendió al ver un crespón en el marco de la puerta de la casa de Conchita. Alarmada fue y la buscó “¿Qué pasó Conchita, ¿Por qué el crespón? Preguntó Esther.
-Ay Esthercita, se murió mi Juan.
-Pero ¿cómo? Si ya iba mejorando con las medicinas que le recetó el doctor. ¿Le dio todo el tratamiento?
-Si, pero las pastillas se me acabaron el día que usted se fue.
-Pero ¿no le compro más?, ¿las que le recetó el doctor?
-No, como cree, o compro las medicinas o pago el entierro, si antes diga que “acompleté” con el dinero que usted me dejó para enterrarlo. No, si hay que usar bien el dinero.