El cambio de clima no sólo es en la gélida temperatura de estos días. Más bien está en los ánimos congelados de los que afilan armas que se cruzarán en el gran año electoral de 2024. Hay dos Méxicos.
Uno es al que en 2018 el nuevo Presidente de la República le propuso luchar sin cuartel contra el sinnúmero de males que heredó de muchos años atrás; termina el sexenio no sólo sin haber vencido tamaño reto, sino sufriendo su empeoramiento.
El otro México es el alma invencible que nunca ha dejado de buscar la inacabable aventura de superarse.
Es el campo en el que, al terminar cinco años de un angustiante régimen de privaciones y de esperanzas incumplidas, prevalece un amargo resabio de frustración de perspectivas poco halagüeñas.
No hay más que continuar una batalla falseada por el gobierno. La acumulación de fracasos no ofrece a la comunidad nacional más retribución a sus privaciones que el solaz de pensiones burocráticas que no resuelven la debilidad nacional.
La administración pública no ofrece ninguno de los respaldos sociales que está obligada a proporcionar en los campos de salud, educación, apoyos financieros a la producción o seguridad social.
La acción de la federación, de los estados y de empobrecidas entidades es tardada y problemática. Dos campos, sin duda los más críticos de todos, el de la inseguridad personal y el de una rampante corrupción, oficialmente alentada, quedarán para siempre como las indelebles marcas de la Cuarta Transformación. Los perifoneados argumentos son interminables parrafadas retóricas del Presidente.
Las realidades muy crudas, sin embargo, van emergiendo en inevitables revelaciones a través de redes cívicas de comunicación. Un régimen así de engaños y de costosas balandronadas no puede generar fe en otras más.
El escepticismo que crece en cada miembro de la sociedad bien puede arraigarse en no confiar en las elecciones de 2024. Hay que tener cuidado. Una sociedad políticamente trabada que se abstiene y carece de energía sólo sirve los intereses de la maquinaria electoral del partido oficial.
Que se encuentre en ese lamentable estado de anemia es la carta más efectiva para quien apuesta a la perpetuación de la modalidad de gobierno centrado en la decisión personalísima del jefe.
El retroceso de México es precisamente el argumento más fuerte para encauzar un desarrollo dinámico unido. No se trata, como algunos podrían querer, de reinstaurar las graves deficiencias de un capitalismo insensible que aboca en los desequilibrios que México padece ni de continuar con la actual pseudoizquierdizante socioeconómica.
El saldo del 2 de junio 2024 ha de ser el reencuentro de Los dos Méxicos que AMLO crió.