El reciente fallecimiento en prisión de Alexei Navalny, una figura emblemática de la oposición rusa, y las declaraciones de su esposa, Yulia Navalnaya, prometiendo que los responsables «serán castigados por lo que han hecho», surgen como un crudo recordatorio de una verdad tan antigua como la política misma: «Los carniceros de hoy serán las reses de mañana». Este ciclo de poder, donde los roles de opresor y oprimido se intercambian con el tiempo, nos invita a reflexionar sobre la esencia de la justicia y la tiranía.
La muerte de Navalny ha provocado una fuerte reacción internacional, con figuras como Joe Biden, Giorgia Meloni y Ursula von der Leyen demandando justicia del gobierno ruso. Este consenso global, reflejado en las palabras de Blaise Pascal, «La justicia sin fuerza es impotente, la fuerza sin justicia es tiranía», nos recuerda la necesidad de un equilibrio entre poder y justicia.
Este caso no es solo una tragedia aislada, sino un espejo que refleja una problemática más amplia en la política global, donde México no es la excepción. Es común ver líderes que, en su lucha por alcanzar el poder, se presentan como víctimas de un sistema opresivo, prometiendo cambio y justicia. Pero una vez en el poder, la tentación de mantenerse en él y ejercerlo sin medida puede llevarlos a convertirse en versiones de aquello que juraron destruir
La verdadera lucha, entonces, no es sólo contra aquellos en el poder, sino contra la naturaleza misma del poder y cómo se ejerce. Es urgente adoptar un tipo de gobierno que priorice la transparencia, la responsabilidad y sobre todo, el cumplimiento de lo prometido. Los líderes deben recordar que su legado será definido no por cuánto poder acumularon, sino por cómo lo utilizaron para mejorar la vida de las personas.
Como ciudadanos, tenemos un papel fundamental en exigir y mantener esa congruencia. No basta con llevar a alguien al poder; debemos asegurarnos de que quienes gobiernan lo hagan con justicia y equidad. Esto requiere una participación activa y continua en los procesos democráticos, desde el voto hasta la vigilancia permanente de las acciones de quienes se comprometieron a servir desde el gobierno.
La política debe ser un medio para servir al público, no una herramienta para dominarlo y debemos esforzarnos por crear un sistema donde el poder sea un contrato social, no un cheque en blanco para gobernar sin límites.
El legado de Alexei Navalny en Rusia y de tantos otros que han luchado encuentra un paralelismo en México, donde a lo largo de la historia, la resistencia contra la opresión nos recuerda que la verdadera victoria no se encuentra en conquistar el poder, sino en transformarlo. «Los carniceros de hoy serán las reses de mañana» no debe verse como una fatalidad, sino como una advertencia para actuar con justicia y responsabilidad.
En este sentido, el gran líder es aquel que está dispuesto a ejercer el poder, pero también a limitarlo; que entiende que su autoridad emana de la confianza del pueblo y que su principal deber es servir a su bienestar. “El ejercicio del poder implica responsabilidad, no para hacer lo que se desee, sino para hacer lo que se debe.” – Theodore Roosevelt
Por Eric Valdez Gómez
Consultor en Comunicación Política (Compol) Experiencia en Campañas Políticas en México y Extranjero
Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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