De todos es sabido las diferentes fuentes que cubre diariamente un periódico: sociales, deportes, política, espectáculos, entre otros; pero existe una clasificación de fuentes informativas poco atendida en los medios de comunicación, que es la del medio ambiente.
Ciertamente, en la época de ciclones, sequías y fuertes lluvias, en el sur de Tamaulipas prestamos mayor atención a los informadores del estado del tiempo. El problema es que los medios destinan poco tiempo y espacio a dicho contenido, dado que prefieren rentabilizar sus esfuerzos. Esto es hasta cierto punto normal, dado que finalmente, son una industria como cualquier otra.
Aquí en el sur de Tamaulipas, corremos ciertos riesgos debido a nuestra ubicación geográfica, las dinámicas sociales, las actividades productivas y, por supuesto, a los fenómenos naturales. Estos últimos no son controlables por el hombre, pero sí se pueden prevenir desarrollando planes y estrategias para coordinar instituciones públicas, centros educativos, organizaciones privadas y civiles. Esto, con la intención de adaptar, mitigar y contrarrestar con mayor resiliencia el impacto de tales fenómenos.
De acuerdo con la investigadora Lizy Navarro (2019), en el libro “La comunicación de la ciencia. Miradas interdisciplinarias con responsabilidad social”, expone que, la comunicación de la ciencia se enriquece con la divulgación, señalando que se debe trascender a través de la educación, ya sea formal o no.
Muriel (2019) también coincide al mencionar que, la comunicación de la ciencia, debe compartir no solo estadísticas, algoritmos, mediciones de mercados, noticias, datos de vulnerabilidad y desigualdad; sino, además se debe generar proyectos de integración de los distintos sectores de manera empática y transformadora, para facilitar el bienestar común.
Los tipos de actores que deben intervenir en este tipo de dinámicas preventivas y reconstructoras son: las universidades, los medios de comunicación, la iniciativa privada y las instituciones públicas.
En el primer punto, las universidades deben integrar en cualquiera de sus disciplinas, el conocimiento preventivo especializado y adaptado a nuestro entorno, para fortalecer las áreas vulnerables. Esto puede lograrse a través de asignaturas que al evaluar generen proyectos viables aplicables en la zona.
Los medios de comunicación, por su parte, podrían generar espacios y/o programas con una visión integradora, educativa y preventiva en el uso de los recursos naturales, medidas de prevención e incluso formas de escape y resolución en los momentos de crisis. Esto, de manera creativa y rentable para la propia empresa.
La iniciativa privada, por su parte, puede financiar proyectos sociales de cuidado del medio ambiente, investigaciones científicas que eviten el gasto innecesario de recursos naturales, y la optimización del capital humano que ya tienen, para gestionar con mayor eficiencia la respuesta al impacto de los fenómenos naturales.
Finalmente, las instituciones gubernamentales son las encargadas de coordinar todos estos esfuerzos, y proveer los espacios, infraestructura y oportunidades para la prevención, cuidado y resiliencia social. Entre estos cuatro elementos, bien coordinados en sinergias de colaboración, con el tiempo necesario, pueden facilitar el trance de cualquier embate de los fenómenos naturales bien conocidos de nuestra zona.
Y no solo eso, pueden vincularse para disminuir las desigualdades sociales, la discriminación de género y de capacidades diferentes, la degradación de los ecosistemas naturales, la contaminación física, ambiental y emocional derivadas de la angustia y el desconocimiento de las medidas preventivas.
En cuanto a los problemas ambientales, el cambio climático es el resultado de la sobreexplotación de los recursos naturales, alterando el medio ambiente y a la población de manera catastrófica. La escasez de agua dulce en unas áreas y las inundaciones en otras, ponen en riesgo a los grupos sociales. La deforestación y la tala indiscriminada también genera estos efectos en el medio ambiente.
Considerando estas necesidades a nivel global, la Organización de las Naciones Unidas propuso 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en la Agenda 2030 desde el año 2015, en el que se han integrado 193 países. En el caso específico de México, la comunicación sobre medio ambiente ha sido impulsada a través de la Estrategia Nacional para la Implementación de la Agenda 2030, con métodos específicos.
Las universidades y sus centros de investigación, así como el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la Escuela Nacional de Protección Civil (ENAPROC) y el Centro de Investigación para el Desarrollo Sustentable (CIDES), han generado contenidos científicos de estos temas, dirigidos a públicos de diferentes niveles; sin embargo, dichos programas de comunicación especializada aún siguen en desarrollo. Esperemos que en las siguientes gestiones políticas se les destine prioridad de recursos para ayudar a prevenir cualquier desastre natural, en todos los niveles sociales.
POR DRA. DULCE ALEXANDRA CEPEDA ROBLEDO
Investigadora y Docente Universidad Autónoma de Tamaulipas