CIUDAD VICTORIA, TAM.- Si hay algo que valoro de ser victorense, es nuestra cercanía con un sitio como el Parque Ecológico Los Troncones. No solamente es un ícono de la identidad de Victoria a nivel social – con la vasta mayoría de nosotros teniendo recuerdos de la infancia en él, sino una verdadera joya del patrimonio natural tamaulipeco.
Esta bonita dupla es una coincidencia que no se repite seguido según mi experiencia como biólogo recorriendo áreas naturales por el estado; típicamente los sitios más biodiversos no son muy con- curridos, y los sitios más concurridos no son muy biodiversos.
Casi en cuanto entras a la Licenciatura en Biología aquí, se te pide que elijas dos grupos para trabajar durante el semestre.
Uno es el grupo de compañeros con quienes realizarás el proyecto de investigación, y otro el grupo de organismos que estudiarán en él; séase helechos, peces, cactáceas, mamíferos, reptiles, aves, hongos – lo que quieran, mientras esté vivo y en un sitio al que el equipo pueda acudir regu- larmente, sitio que también debe definirse desde la primera junta.
Ya se lo imaginarán, pero es un cliché entre la carrera que todos eligen Los Troncones.
Quiero enfatizar, sin embargo, que esta preferencia no solamente se le atribuye a lo sencillo que le resulta a cualquier victorense llegar al par- que, sino a que de verdad es un punto tan biodiverso que te permite elegir casi cualquier grupo de organismos tamaulipecos como objeto de estudio, y estar bastante seguro de que lo encontrarás ahí.
En Los Troncones conviven especies adaptadas para nichos radicalmente distintos entre sí; empe- zando con que de cada tipo de bicho, hay al menos un representante adaptado para la tierra y otro para el agua.
Tiene fragmentos tanto semiáridos como boscosos y selváticos, por lo que en algunos puntos puedes encontrar un cactus bajo una orquídea, y artrópodos de bosques húmedos en zonas de vegetación xerófila.
Para que se den una idea de lo raro que es esto, es como si anduvieran paseando por las bancas del Marte R. Gómez y vieran un canadiense sentado a cuatro metros de un sinaloense. La reacción natural es “qué extraño, esos dos casi nunca se ven juntos”.
Del parque se reconocen más de 30 especies de hongos, 230 de plantas y 600 de animales – según el proyecto “Biodiversidad del Parque Ecológico Los Troncones” en la plataforma Naturalista.
Como zoólogo, la mayor cantidad de información que puedo presentarles lidia con la fauna de la zona. Vayamos a ella.
¿Artrópodos? Pues, en el sitio habitan crustáceos tanto terrestres como acuáticos, más de 50 espe- cies de arácnidos pertenecientes a seis órdenes distintos, 150 especies de mariposas y polillas, y en una sola caminata puedes observar hasta 20 especies de saltamontes.
En cuanto a vertebrados, decenas de especies de reptiles y anfibios cruzan las rocas para llegar a la orilla del arroyo San Felipe cada noche; cuyas aguas son el hogar de más de 10 especies distintas de peces. El parque es la residencia de más de 30 especies de mamíferos; incluyendo venados, coa- tíes, mapaches, zorros, cacomixtles, félidos, y muchísimos murciélagos.
Pero tal vez su tesoro más presumible son las aves. En Los Troncones, se ha identificado a más de 150 especies de ellas, incluyendo múltiples tipos de pájaros carpinteros, búhos, colibríes, águilas, garzas y patos.
Tres de las aves más hermosas del noreste de México se pueden avistar desde la misma banca: la coa elegante (Trogon elegans), el momoto de corona azul (Momotus coeruliceps), y el colorín sieteco- lores (Passerina ciris).
Si estas cifras les resultan en lo más mínimo sorprendentes, ahora contemplen lo inferiores que son ante las reales – meramente cité el número de especies fotografiadas e identificadas por usuarios de una plataforma de ciencia ciudadana amateur. En Los Troncones realmente hay una cantidad muchísimo mayor de especies por reportar y hasta por describir.
En caso de que tú, estimado lector, hayas paseado por aquellos rumbos y no recuerdes haberte encontrado con la biodiversidad previamente listada, considera lo siguiente.
Cuando acudiste, ¿volteaste a tu alrededor constantemente en busca de pequeñas y medianas criaturas sobre las rocas y ramas? ¿Estuviste rodeado por bocinas y ruidosos vehículos 4×4?
La primera pregunta toca un punto relevante para cualquier caminata por la naturaleza. Lo esencial suele ser perfectamente visible para los ojos, pero no evidente.
Si quieres encontrar biodiversidad extraordinaria, la atención constante a los pequeños detalles de tu entorno no sólo es un paso importante: es su fundamento. La segunda, por otro lado, es especial- mente significativa para sitios tan transitados como Los Troncones.
Cada que exploro la zona, es entre semana y en un horario carente de contaminación auditiva an- tropogénica. Recordemos que la pandemia permitió que los zorros y venados regresaran al parque, entre demás fauna ahuyentada por la música innecesariamente fuerte y las pretenciosas volteretas de los razors.
Aunque frecuentemente encontramos la forma de evadirla, tenemos cierta responsabilidad ciudadana de apoyar proyectos que busquen una reformación de nuestras áreas naturales con el objetivo de permitir únicamente aquellas actividades que, en términos de respeto, les hagan justicia.
Una manera sumamente práctica de pertenecer al movimiento es simplemente acudiendo a dichas áreas con las intenciones correctas.
Por un fin de semana, deja el cartón y la bocina en casa y permítete pasear con ojos y oídos abier- tos. Lo que presenciarás a continuación dependerá de la temporada, hora, condiciones climáticas y suerte en general, pero algo que podemos descartar es aburrimiento.
Simplemente no está en las cartas. Tal y como ha sido mi caso en todas y cada una de las 100+ veces que he recorrido el Parque Ecológico Los Troncones, regresarás a casa con un agrandado sentido de maravilla por la naturaleza de nuestra privilegiada porción de la Sierra Madre Oriental. Y, en mi opinión, eso es más que suficiente para que valga la pena.
POR MARCO ZOZAYA