TAMPICO, TAMAULIPAS.- Durante varios años, su oscuro pasado condenó al olvido al edificio conocido como Palacio de Andonegui, ubicado en un cerro de la colonia Obrera en Tampico.
Durante 81 años operó como penal, albergando a reos que purgaban diferentes condenas.
Se le conoce de esta manera tanto al inmueble como al cerro, en honor al Capitán de Granaderos, Juan Andonegui quien combatió al ejército español en 1829 desde el fuerte, situado en este sitio.
Fue en 1924 cuando se inauguró el palacio, para que operara como centro de reclusión.
Fue hecho bajo el estilo neoclásico y contaba con tres galerones o crujías que servían para albergar a los prisioneros, así como con cuatro patios.
De fuerte a prisión regional
Desde aquel momento, la prisión regional empezó una historia de dolor, injusticia y tragedia.
Fueron frecuentes las riñas entre reclusos que dejaban saldos por lo general sangrientos.
Esos brutales enfrentamientos y zafarrancho terminaban en las portadas de los periódicos.
El abuso imperó en ese sitio durante muchos años.
Con el paso del tiempo, el centro de readaptación social fue rodeado por la mancha urbana.
Las autoridades competentes se vieron obligadas a cerrarlo de manera definitiva el 25 de octubre del 2005, 81 años después de su apertura.
Tras 81 años, cae en el olvido
Luego de su clausura, vino el abandono y no faltaron los recorridos por ese lugar para mostrar el interior a quienes estaban interesados en escuchar las historias de los personajes que estuvieron encerrados en el reclusorio.
Trece años después, en el año 2018 lo que parecía estar condenado al olvido, comenzó a convertirse en un sitio completamente diferente.
2019, año en que llega “El Barco”
Ese año comenzó la construcción de lo que sería el Barco, Museo del Niño que abrió sus puertas en el 2019.
El inmueble pasó de ser sombra a transformarse en luz que ya lleva cinco años prestando sus servicios.
Por ello, en días pasados se efectuó un evento en estas instalaciones, para conmemorar los 100 años del palacio de Andonegui.
Además de una pasarela infantil, se escenificó parte de una obra de teatro en la que un actor interpretó a un prisionero, vigilado por un policía.
También se presentaron 5 cortometrajes en los que se abordaron historias de terror.
Hoy, el palacio de Andonegui ofrece un rostro totalmente distinto.
Hoy es un espacio que dejó atrás un capítulo negro en la historia penitenciaria de la zona para ofrecer a todos un lugar que combina cultura arte, creatividad y diversión.
Por. Benigno Solís/ Expreso-La Razón