Los candidatos con vocación democrática obligados están a fortalecer su imagen acercándose al electorado que, al final de cuentas, es quien habrá de decidir su suerte; buscar el voto de toda la estructura partidista, de los indecisos e incluso hasta de los políticos antagónicos a sus membretes, y no esperar que el día de los comicios una fuerza divina induzca sufragios en favor suyo.
Pero esto nada más se logra con voluntad y plena disposición para ir al encuentro de la sociedad. No con poses demagogas ni haciendo como que están en campaña, aunque muchos de los candidatos, por petulancia propia, crean y presuman que su simple presencia basta y sobra para alzarse con la victoria en junio próximo.
De ahí que los candidatos a senadores, diputados federales y locales y alcaldes, todos –y estoy hablando de los siete partidos contendientes, aun cuando seis estén coaligados parcialmente en dos bloques–, deban asumir la responsabilidad de hablarle al pueblo con la verdad, sin falsas promesas ni palabras huecas; y se den la oportunidad de escuchar, sin agachar la mirada, las inquietudes de quienes tienen la decisión de que alcancen o no sus objetivos en esta justa.
Es por su bien.
Y es que un pueblo que es tomado en cuenta puede dar real sustento a la política y restarle poder a la anarquía, al desorden, al rumor y a otros instrumentos de la competencia electoral arcaica.
Hasta hoy, incluso, en los 43 municipios –con los que se conforman los ocho distritos electorales (federales) y los 22 locales en que está dividida la geografía tamaulipeca–, la gente ya está cansada de que muchos de los candidatos quieran engañarla.
Por eso los ciudadanos que, de una u otra forma, aparecen como actores principales del proceso comicial, quieren estar enterados de los objetivos y el alcance de cada abanderado, para no dar lugar a interpretaciones irresponsables que mermen aún más la dañada credibilidad que existe hacia los políticos.
Es aquí, entonces, cuando cobran mayor importancia los medios de comunicación masiva, que hacen más oportuna y ágil la información generada en las campañas proselitistas, alentando la verdadera construcción de la democracia.
Por tanto, así como avanza la pluralidad, la prensa y los candidatos deben contribuir a la formación de una conciencia estatal crítica y responsable. Sin suspicacias.
Oposición no pinta
El panorama político-electoral que hasta hoy se observa en toda la geografía tamaulipeca, hace suponer que la mayoría de los candidatos de la alianza ‘Seguimos haciendo historia’ no tendrían problema alguno para llegar al Senado de la República, Palacio Legislativo de San Lázaro, Congreso local y a ayuntamientos, pues sus pares opositores simple y llanamente no han desarrollado campañas intensas, salvo contadas excepciones.
Sin embargo, todos los candidatos obligados están a reconstruir su estrategia de proselitismo, pues del posicionamiento que logren en los 25 días subsecuentes mucho dependerá, también, la inercia del voto hacia Claudia Sheinbaum Pardo.
Basta echarles un vistazo a las encuestas levantadas ex profeso para confirmar que al frente no aparece ningún contendiente que pudiera opacar su triunfo –salvo el abstencionismo–, pero en casa sí pudiera estar incubado el enemigo.
Me explico más a fondo: las estructuras guinda y verde, aparte de los grupos de interés locales en cada uno de los 43 municipios, refiere maravillas de sus candidatos a senadores, diputados federales y locales y ediles, a grado tal que los catalogan de ser políticos sencillos, afables, atentos, respetuosos y hasta respetables, cuya popularidad, según se dice, se la han ganado a pulso.
También hablan de su cotidiana relación con la sociedad, su trabajo y humildad, pero los candidatos dan la impresión de estar secuestrados por quienes tratan de manipular sus tiempos, imponerles actividades, hacerlos copartícipes de fobias ajenas y ser, esos emisarios del pasado, los protagonistas de esta película.
Recate de obras
El nuevo Hospital Civil de Ciudad Madero, cuya construcción estuvo ocho años en el abandono como un monumento a la corrupción –al igual que el famoso ‘puente roto’ de Altamira y numerosas obras inútiles que son herencia de los gobiernos del PRIAN–, muestra un avance significativo en su edificación.
A esa obra se le inyectó una millonada en el anterior sexenio y cuando aún no alcanzaba la mitad de su construcción, ésta se declaró inservible, al dictaminarse que tenía graves fallas estructurales.
Así, formalmente, pasó a convertirse en otro elefante blanco, como antes había sucedido con el hospital regional del IMSS en Reynosa.
Con la llegada de la 4T y el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador, los trabajos avanzan en forma acelerada.
Por cierto, el viernes de la semana pasada el jefe del Ejecutivo federal realizó una visita de supervisión, acompañado por el gobernador Villarreal Anaya y el director general del IMSS, Zoé Robledo; donde AMLO se comprometió a reservar el presupuesto necesario para terminar la obra, aun cuando su gestión concluye en septiembre.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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