Es buena idea iniciar el escarseo del presente escrito con un Buenos Días. Buen día, para romper una barrera de hielo. Hielo que al hacerse añicos se sirve en un vaso con whisky.
Buenos días que resultan de la sensación de bienestar en el nuevo día. Aunque estén nublados los días nunca son malos. A veces los malos somos nosotros. Asi son los días, inesperados e inexplicables, pues mientras que para uno puede ser un buen día, para otro es todo lo contrario.
Todos los días, consciente o inconscientemente, un ejército de voluntariosos individuos salen a la calle para conquistar el territorio de la princesa encantada, salen a defender la portería, buscan de todas las maneras que este tiempo se acerque o sea un buen día con un posgrado en excelencia, y sin embargo en ocasiones no pocas, por falta de espíritu Scaut, el día se acuesta.
En realidad hay días muy buenos y otros que al concluir pareciera que nos atropelló un carro. Abajo del carro nos movemos y encontramos aceite tirado, el sol en los ojos retachado de un vidrio. ¿ Están bien todos?
En la calle señoras y señoras se encuentran y saludan con un buenos días, como si fuesen muchos. Alzan la mano para evitar al pegostioso semejante que le saluda a lo lejos, ya casi al borde de las buenas tardes.
La bandera del Buenos días ondea sobre los recien llegados a la reunión que los recibe entre aplausos y vituperios. Es arrogante no responder un buenos días a la notable concurrencia, es considerado como un error político en términos electorales.
El Buenos días también está escrito en el papel como un susurro que modula su tinta, endereza la letra y pasa por la garganta. Se escucha una mano sobre otra, un beso luego, una mirada posterior a un rayo, un campanario, luego con la misma letra se le pide que tenga usted un buen día.
Sin embargo los buenos días abren una puerta, inician un diálogo hasta ya entrada la noche cuando el último de nosotros es vencido por el sueño de las buenas noches. Al otro día la vida insiste en todos los idiomas conforme se apagan las luces mercuriales. Los buenos días comienzan a salir por las calles luego de un baño y un refrigerio.
Buen día con dos de azúcar, la gente se junta al rededor de quien platica una historia. El olor del almuerzo cubre los huecos normalmente ignorados por los fotógrafos y las esquinas consumen un resumen de cada una de las charlas. Siempre hay quien ya se quiere ir para su casa.
Vengo de un saludo fraterno, saludo de mano al tío, hermano, al amigo, al pariente, al extranjero, al que lo dijo primero, al más viejo. Aún es temprano. Ya casi tardes señor. La buena educación comienza por saber a qué hora son.
Se ocupa un semejante para eso de los buenos días en turno de la mañana. Tiempo completo. Uno solo no puede darse los buenos días frente al fastidiado espejo. ¡Alexa, buenos días! Aunque sean los de Wikipedia.
Los Buenos Días nos permiten esconder la piedra antes de arrojarla, antes de que el interlocutor descubra nuestras verdaderas intenciones. – Buenos días señor, ¿me podría decir dónde queda este domicilio? – Buenos días.¿Usted no es de aquí, verdad señorita? – ¿Cómo lo supo? – Es que aquí es la dirección que busca. Pase usted. Entre aplausos.
Si los buenos días pudiesen materializarse serían flores del color que usted quisiera. Traemos los bolsos repletos de flores que se van regando. Durante la noche creo yo, de modo intuitivo, que los buenos días descansan y no se van de antro ni de “pary”, o quien sabe.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA