CIUDAD VICTORIA, TAM.- El Caminante enfiló hacia la colonia Enrique Lara, para verse con un conocido y entregarle un paquete.
De entrada el lugar se antojaba muy lejano en el GPS, pues más allá del domicilio del amigo no se veían mas calles en el mapa.
Tomó la conocida “entrada a Casas Blancas” y subió la cuesta en la rangercita que le prestó su compa Johnny Llera, hasta que topó con una calle imposible de transitar y decidió continuar el recorrido a pie.
Nunca lo hubiera hecho. Los letales rayos del sol empezaron a causar estragos en su humanidad. Se arrimó a la ‘sombrita’ de un árbol para recuperar el aliento.
Fue entonces que escuchó una voz desde el interior de una casita, pequeña, pero reluciente de limpia. – Si ‘quere’ siéntese aquí en la entrada, o pásele si ‘quere’ a descansar – le sugirió un adulto mayor sentado en una silla de ruedas al interior de esa vivienda.
– ¡Gracias ‘don’, se me hace que le voy a tomar la palabra! – dijo el Caminante al tiempo que ponía el pesado paquete en el suelo y se arrimaba a la casita.
– Yo aquí rento desde hace años, y viera que fresca es esta casa – comentó el anciano señalando una silla de madera, e invitando al vago reportero a sentarse.
– Oiga aquí las calles están bien ‘empinadas’ ¿verdad? – preguntó el ‘pata de perro’ – Vaya que si amigo, yo si puedo caminar, pero me canso bien rápido, por eso aqui en la casa ando en silla de ruedas, ¡pero no crea que estoy tullido eh! – dijo entre risas el hombre – ¿y que anda haciendo a esta hora del solazo y cargando tan pesado bulto en estas calles tan ‘paradas’?
– Vengo a entregarle el paquete a un conocido, pero ya me estoy arrepintiendo ‘mai’ ¡porque está el calorón a todo lo que da! – respondió el Caminante.
– No ande haciendo eso joven, ¿no ve que las olas de calor están bien perras? – ¡Si hombre! ahora si a sufrir por el calor tatemante… – ¡Y nomas nada de lluvias! – dijo el hombre aquel de la tercera edad llamado Fermín – con esta escasez de agua que se vive, ¡quien sabe a dónde vamos a ir a dar! –
¿A poco así ha sido siempre estos meses, don Fermín? – Siempre ha sido un calorón de la chingada, pero ahora es peor – ¿Y porqué es peor? – preguntó el Caminante con curiosidad – Pues porque ahora toda la ciudad es de cemento, y todo mundo quiere estacionarse en la sombrita pero nadie quiere sembrar un árbol – dijo don Fermín – yo cuando llegué a esta colonia era puro monte, ahora todas las casas son ‘de material’, mire joven, le voy a decir una cosa, allá en el centro ‘la calor’ es más canija por dos cosas, una es que con tanto carro de allá para acá, la ciudad se convierte en una alberca de humo de motor, todo caliente y negro, además si usted se da una vuelta, digamos, por la calle Juárez, no va a hallar un solo árbol que absorba ‘la calor’.
– No pues, así como lo dice pues si ‘don’ – respondió el vago reportero. – Además hay otras criaturas de Dios que terminan pagando el pato
– ¿Quiénes? – preguntó el Caminante – Pues los perritos callejeros. Antes cuando un perro de la calle tenía sed, nomás le caminaba pa’l rio y tomaba agua, pero ahora es muy difícil – explicó don Fermín – fíjese cuando yo era niño, lo que sobraba era el agua, con decirle que si no salía de la llave, nos íbamos al San Marcos a bañarnos.
– ¿Usted prefería bañarse en el rio? – ¡Claro que si! nos ‘íbanos’ a bañar ahí por Rio Verdito, nos bañábamos chamacos, perros y hasta puercos! cuando el San Marcos llevaba agua, ¡uy no! la calor ni nos preocupaba.
Pero pues ahora parece que tener agua es un lujo. – Y luego con tanta población que tiene Victoria… – Sobre todo eso joven, porque imagínese, no es lo mismo repartir el agua entre 20 mil personas que entre medio millón.
Ahora uno camina por ejemplo ‘por la de Hidalgo’ y uno se pregunta ¿pues de dónde sale tanta gente? y luego uno ve a tantas personas chambeando en el pleno sol… pero pues ni modo, ellos están ahí anclados a un puesto callejero, por eso salen en las noticias eso de que les dio un golpe de calor –
Ah si, a cada rato hay casos de esos, sobre todo en esta época. – Si caray, toda esa gente que vive al día, que si no trabajó hoy, pues no come, ellos no se pueden dar el lujo de descansar, asi este el solazo o el aguacero.
No, si le digo que la calor siempre ha sido igual de perra, ¡pero uno la hace más insoportable por no saber cómo toreársela! El Caminante recibe una llamada en su celular.
Es su conocido que le avisa que viene bajando la cuesta, para encontrarse con él y recibir el paquete, y procede a despedirse de don Fermín. De verdad que la gente de antes si que sabe más cosas de las que uno se puede imaginar. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA