Pocas veces un jingle -o can- ción publicitaria- de campaña política había sido tan eficiente como el de “Máynez- Presidente”.
Probablemente el último fue el de Movimiento Naranja, del mismo partido, durante la campaña de Samuel García a gobernador de Nuevo León.
Si bien, su campaña y plata- forma política ha sido interesante, versátil, con propuestas frescas y centradas en los jóvenes, a pesar de ser bastante austera, no termina de establecer posturas reales ante las problemáticas del país.
Y es que el “Movimiento Naranja” es el “fuego amigo” o la sucursal política de Morena. Es su peón en el tablero político.
Su jugada es muy visible y predecible: prefiero que los votantes que no están satisfechos con el trabajo desempeñado por el presi- dente Andrés Manuel voten por Movimiento Naranja, antes de emitir un voto duro y fuerte en favor de la coalición del PRI-PAN que sí lograría derrocar a Morena.
¿Y por qué Morena no sería la mejor opción? Porque en 2018 que fueron los votaciones presidenciales, la mayoría del electorado lo hizo a manera de castigo hacia el PRI y al PAN, ya que venían de escándalos de corrupción del primero y de hartazgo de la lucha contra el narcotráfico del segundo.
Desde que el presidente Andrés Manuel asumió la presidencia, no han cumplido sus promesas de campaña: no vendió el avión presidencial; eliminó las evaluaciones PISA, que ofrecían una comparación estanda- rizada sobre la educación en México y el mundo; no generó más empleos; no apoyó la cultura ni a la ciencia; eliminó las guarderías; siguen a la alza los feminicidios, las desapariciones de periodistas y de per- sonas; continúa el crimen organizado ope- rando en todos los niveles; no ha crecido la economía según lo planeado; la construc- ción del Aeropuerto de Santa Lucía costó tres veces más lo presupuestado; y por el contrario, aumentó la pobreza extrema, los desempleados e inmigrantes.
Por si fuera poco, el precio de la ga- solina se ha elevado más del 18%; no hay un uso eficiente de las energías limpias, las carreteras son inseguras, y justo ahora, nos enfrentamos a la peor crisis de energía eléctrica e hídrica jamás experimentadas en México; sin contar que México fue el cuarto país con mayor mortalidad por COVID-19 en el mundo.
Lo que sí hay es más corrupción, mayor impunidad, personas sin preparación ni experiencia dirigiendo las secretarías de estado e instituciones públicas, más personas en pobreza extrema, más jóvenes becados sin un instrumento de evaluación cognitivo o económico; despilfarro de impuestos, ecocidio en la región maya, y un presupuesto bíblico para obras faraónicas y regalos a los países de Centroamérica.
¿Para eso votamos los mexicanos? Desde otra perspectiva parece que no. Si bien, el PRI y el PAN necesitaban una fuerte lección por haber tomado malas decisiones en el pasado, parece que ya aprendieron al tener que pactar con un solo candidato de coalición, en este caso, una mujer, la cual tiene mayor coherencia para hacerse cargo de devolver a México su unidad y fuerza.
Ni el PRI ni el PAN tienen el mejor jingle publicitario de esta campaña, eso está claro, pero tienen la experiencia y ahora la reflexión obligada para frenar los abusos de poder, y fortalecer las instituciones que construyeron el México moderno como la SEP (1921), IMSS (1943), ISSSTE (1959), INEGI (1983), IFE (1990), COFETEL (1996), COFE- CO (1992), IFAI (2022), entre muchos otros.
Los retos a futuro son enfrentar el cam- bio climático, la regulación en materia del entorno digital, las energías limpias, la edu- cación, la salud, la seguridad y la economía. Votante: piensa bien tu voto, no te vendas por una canción pegajosa, ni por una beca o despensa que sale del bolsillo de todos. Lo que tenemos en juego es la soberanía de México y el futuro de nuestros hijos. No te prestes al fuego amigo, mejor decide en qué México deseas vivir.