A propósito del pasado día del Maestro, vamos a analizar el sector de la educación en México, pero en este caso, las escuelas privadas. Dividiré mi análisis en dos partes: primeramente, los niveles de preescolar a medio superior, y en segundo lugar de superior a posgrado.
¿Por qué menciono que es una industria? Porque su vocación de servicio está traspasando el objetivo de rentabilidad que tiene todo negocio, pasando del arte de la enseñanza a una industria masificada en la que el maestro es el trabajador asalariado, casi esclavizado, y donde el alumno es el producto terminado. Pero lamentablemente, no todas las instituciones educativas se preocupan por mantener estándares de calidad.
Las escuelas privadas son lideradas por directivos capitalistas que rentabilizan la inversión de su negocio, a través de diferentes estrategias: desde la mercadotecnia crean y venden un estatus dirigido a mercados específicos, cobran altas tarifas a los estudiantes, y ya en clases, los programas académicos no están enfocados en despertar la objetividad, observación, análisis crítico o cuestionamiento, si no solo a transferir y repetir los conocimientos.
A los profesores los explotan laboralmente al exigirles niveles académicos cada vez más altos, que si posgrados, dominio de lenguas extranjeras, manejo de paquetería comprobado, capacitaciones que ellos mismos autoimponen, y disponibilidad 24/7. A pesar de esto, los salarios siguen siendo bajos, y no se adecúan a los niveles académicos exigidos.
Los sistemas de enseñanza están centrados en políticas nacionales y globales tales como la UNESCO, OMS y otros, por ejemplo los métodos de “Competencias”, “Constructivismo” y últimamente “Nueva escuela mexicana”; los cuales tienen como objetivo unificar, que más bien sería masificar la enseñanza, como si todos los alumnos aprendieran igual en todos los niveles educativos.
Los programas educativos dicen ser “paidocéntricos” o centrados en el aprendizaje del alumno, pero los sistemas administrativos siguen centrados en la funcionalidad de la empresa educativa. Los resultados se reflejan en calificaciones, no en la comprobación de la adquisición o creación de conocimientos, sus procesos y aplicaciones.
Los directivos se enfocan en maximizar las tarifas y recursos económicos que obtienen de los padres de familia, sin un reflejo claro en la inversión en educación o en infraestructura a corto o mediano plazo, para el bienestar o comodidad de los alumnos.
Por otro lado, en los niveles superior y posgrado, encontramos a directivos o rectores capitalistas, centrados en la obtención de recursos de particulares, de la iniciativa privada e incluso federales. Igual que en el caso anterior, su enfoque está en la maximización de la obtención de recursos sin una inversión permanente en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Existe un desfase y una desvinculación académica-laboral, para cuando los alumnos salen a laborar en el campo de trabajo, los procesos que se les enseñaron, si bien, no todos son arcaicos, la poca experiencia que pueden obtener los alumnos se basa en los semestres dedicados a la práctica profesional. Y esta parte depende mucho de las relaciones que los alumnos puedan tener para ser elegibles o no a determinadas empresas.
Al igual que en el caso de los niveles básicos, en el nivel superior la utilización de las tecnologías de la información, así como el de la Inteligencia Artificial, se enfoca en el proceso de enseñanza, no en el de aprendizaje ni en el de creación de nuevos conocimientos. Por el contrario, se basa en la repetición. ¿La repetición de qué? De que los alumnos expongan las clases innumerables veces apoyados por el Power Point o Prezi. Pero eso sí, muchas universidades exigen que el alumno tenga equipo portátil de cómputo.
A nivel institucional, las escuelas compiten por conseguir estándares académicos que validen sus ventajas. La realidad, es que ofrecen los estudios de posgrados como una necesidad del alumno egresado de licenciatura para ser mas competitivo en el campo laboral, cuando en realidad, los recién egresados no tienen experiencia profesional, no conocen el área en la que se quieren especializar y muchas veces, tampoco tienen trabajo para respaldar esa actividad. Lo más triste es que ni si quiera investigan si esos posgrados que ofrecen están siendo aceptados y bien remunerados en las organizaciones, el sector público o privado.
Las evaluaciones a los alumnos continúan siendo cuantitativas y acumulativas, no se centran en el proceso y aplicación de conocimiento del alumno, mucho menos en su trascendencia social o en una remuneración para éste mismo en el futuro. Y obviamente, las colegiaturas siguen siendo altas sin una mejora en la infraestructura que evidencie el aprovechamiento de los recursos en los mismos alumnos.
A los profesores se les sigue exigiendo una disponibilidad casi 24/7, con salarios poco competitivos o adecuados a su perfil académico bajo la excusa de una “estandarización salarial” que solo es rentable para la empresa educativa. Incluso, en la última década se ha estado exigiendo a los profesores producción académica científica para que la institución pueda subir esos estándares educativos que no están ni cercanamente centrados en la ciencia, si no en la rentabilidad y el otorgamiento de estatus. ¿Qué significa esto? Que las instituciones exigen a sus profesores que tengan un alto perfil académico y científico, pero no les otorgan los presupuestos que requieren para hacer ciencia, ni para sus proyectos ni salarios acordes.
Y eso sí, exigen capacitación constante a los profesores además de la actualización de los contenidos ofrecidos a los alumnos, sin una contraprestación por lo que requiere la investigación de los contenidos.
No quiero decir con esto que las escuelas públicas de nivel básico y superior en México no tengan los mismos problemas, claro que los sufren y quizá de modo aún peor. En el sistema imperante, los alumnos son productos manufacturados, masificados, unificados. Urge una visión centrada en los procesos de aprendizaje, en la humanización de la enseñanza y en el aprovechamiento de recursos centrados en el beneficio de alumnos y profesores.
La educación es la mejor herencia que podemos dejarle a las futuras generaciones, es probablemente el único intangible que nadie jamás podrá arrebatarles.
POR. DRA. DULCE ALEXANDRA CEPEDA ROBLEDO
Investigadora y Docente Universidad Autónoma de Tamaulipas