El sistema de partidos que opera en nuestro país, muestra las tendencias políticas más diversas.
Pero igual presenta las fracturas interpartidistas más graves de toda la historia, pues, aunque cada uno de sus militantes se identifica con la doctrina donde está afiliado, no comulga del mismo modo con todos sus compañeros de membrete.
Así tenemos la representación de la derecha (radical y moderada), en el Partido Acción Nacional (PAN); la vertiente del centro, abanderada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); y los reductos de la expresión de izquierda, en uno de sus matices, en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Se supone que Movimiento Regeneración Nacional (morena) y el Partido del Trabajo (PT) se alinean también con la izquierda, mientras que el Movimiento Ciudadano (PMC) –antes Convergencia–, y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), tienden hacia el centro.
Igual se supone que esos siete partidos –registrados ante el Instituto Nacional Electoral (INE)–, están obligados legal y moralmente a definir su perfil a través de una declaración de principios, estatutos y programa de acción, tal y como lo marca la reglamentación oficial.
Esto a fin de que los militantes y ciudadanos en general conozcan los documentos básicos que rigen la vida del membrete en el que están involucrados o es de sus simpatías, pues ello les permitiría enriquecer la cultura cívica y acabar con el lastre que significa el analfabetismo político.
Deber desairado
En estricto apego a la legalidad, los siete partidos deben impulsar la democracia, afianzar las libertades, animar la pluralidad, configurar un estado más justo y equitativo, promover el desarrollo, brindar posibilidades de expresión y participación a la gente.
Los distinguen las estrategias y tácticas utilizadas para arribar al poder o conservarlo, y, desde luego, el segmento de la sociedad por el cual han decidido tomar parte y cuyos intereses dicen defender.
Así, un partido que se inclina a favor de los grupos privilegiados y defiende la propiedad privada, la libre competencia del capital y la explotación de la mano de obra, puede ser tipificado como de derecha.
En contraparte, las organizaciones que se identifican con los trabajadores, la propiedad pública y buscan mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, estarían considerados en el ala izquierda.
El llamado centro, o justo medio, se supone que retoma los modelos de uno y otro bando y trata de mantener el equilibrio; acepta la existencia de un régimen de economía mixta y, por supuesto, justifica la lógica empresarial y dinámica del mercado, pero busca que haya una adecuada repartición de la riqueza que genera toda actividad económica bien conducida.
En general, es en éste esquema que los partidos enmarcan su origen y funcionamiento.
Por supuesto que no hay fórmulas ni reglas que se sigan al pie de la letra.
La coincidencia y característica, en todo caso, es que los membretes en nuestro tiempo son flexibles y pragmáticos.
Buscan el éxito a como dé lugar, sin importar ideologías o principios.
Lo que sirve y es útil a la causa resulta bienvenido.
De ahí que las actitudes, valores e ideología pasen a un segundo o tercer plano.
Poco importa el debate y la contraposición de proyectos.
Más bien se privilegia la imagen y la personalidad de sus dirigentes y en algunos casos de sus cuadros más destacados.
Bajo esta tesitura, es común observar en las coyunturas electorales cómo los políticos, los líderes sociales y de opinión, brincan de un bando a otro por la inercia de la ‘jugada’ y con el ánimo del triunfo.
Panorama atroz
Ésta es la triste situación de los partidos que en México participan en el proceso comicial del 2024 para elegir Presidente de la República, 9 gobernadores (incluido el jefe de gobierno de la Ciudad de México), 128 senadores –64 por el principio de mayoría relativa, 32 de primera minoría y 32 plurinominales–, 500 diputados federales –300 uninominales y 200 de representación proporcional–, más de 2 mil 500 alcaldes y cualquier cantidad de diputados locales en los 32 estados de la República Mexicana.
Como fuere, hacia el interior de éstos partidos sucumben la mística y la vocación de servicio. Y es que lo que motiva a quienes esos siete membretes usufructúan, es mantenerse vigentes y conservar el mando legislativo o acceder a éste a como dé lugar.
Principios, valores, ideología… ¿qué es eso?
En campaña, la mayoría de los candidatos al Congreso de la Unión, los ayuntamientos y los congresos locales, poco se han ocupado de dar a conocer los documentos básicos que sustentan a los partidos pues, deshonrosamente, los desconocen.
¿Lo duda?
Pregúntele cualquiera de ellos o ellas en qué consisten la declaración de principios, los estatutos y el programa de acción.
Y le apuesto triple, contra sencillo, que sólo contados abanderados lo saben.
¡Vaya, políticos!
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA