Por el porcentaje del padrón electoral que representan y por la dificultad para medir su tendencia, el voto juvenil ha cobrado mucha relevancia en el actual proceso electoral.
Las “necesidades” de los jóvenes forman parte de las plataformas de (casi) todos los candidatos, pero en la mayoría de los casos se trata de narrativas más bien huecas, construidas solo para cumplir con el requisito.
Algo así reveló un estudio publicado recientemente por el Instituto Nacional Electoral, sobre el papel que jugaron las juventudes en el proceso del 2021-2022 en seis estados, incluidos Tamaulipas.
Las conclusiones del documento confirman que los partidos políticos y los candidatos están muy lejos de los jóvenes.
No necesariamente es su culpa: generaciones enteras separan a los emisores y receptores del mensaje político, lo que en parte explica la falta de entendimiento mutua.
El estudio, llevado a cabo por la Comisión Nacional de Comunicación Social del INE, confirmó que uno de los principales vicios cometidos por los partidos, las candidaturas y los medios de comunicación es la ambigüedad.
El uso genérico del término “jóvenes” o “juventudes” es un error común, pues “no reconoce las diversas realidades de las juventudes, al no distinguirlas por características como género, actividad, preferencia sexual, grado de vulnerabilidad, contexto social, grupo etario o necesidades específicas, entre otras”.
Es decir, quien le habla a “los jóvenes” le habla a todos, pero en el fondo no le habla a nadie.
Acaso esta tendencia explique la aparente falta de interés que suelen mostrar las juventudes en los procesos políticos.
El estudio “Open Society Barometer. Can democracy deliver? 2023”, citado por el INE, detalla que cada vez hay menos entusiasmo entre las personas mexicanas de 18 a 35 años a favor de la democracia con resultados francamente desconcertantes, como que el 42 % cree que un régimen militar es preferible a una democracia y, en contraparte, solo un 35 % aún considera que esta última es mejor.
Sin querer, ayer el historiador Enrique Krauze brindó un ejemplo perfecto de la desconexión evidente entre la generación boomer -que en un amplio porcentaje todavía detenta posiciones de poder y decisión- y los más jóvenes, los primeros votantes.
El director de Letras Libres, que hace unos días se sumó a la lista de intelectuales que apoyan el proyecto de Xóchitl Gálvez, publicó un video de seis minutos de duración para intentar convencer a los jóvenes de que salgan a votar -no lo dice textualmente, pero toda su narrativa está impregnada de esa idea- por la candidata del PRI y el PAN.
“Yo sé muy bien que a los jóvenes no les gusta que les digan lo que deben hacer. Son independientes por naturaleza y eso está muy bien”, dice en la introducción, para luego hacer un largo repaso por la historia y las luchas democráticas de México.
El contenido del discurso es, en todo caso, respetable, pero también cuestionable y debatible como cualquier idea que en este contexto político se ponga sobre la mesa.
Lo que llama la atención es la iniciativa de Krauze para erigirse como sabio consejero de una juventud a la que claramente no conoce y no entiende.
Caso similar al de los más de 200 intelectuales abajofirmantes que hace unos días publicaron un “manifiesto” que concluye con la frase: “llamamos a votar por Xóchitl Gálvez”.
Es una añoranza al pasado que conmueve por ingenua.
Por. Miguel Domínguez Flores