19 abril, 2025

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Breve sinopsis de un plato de sopa

CRÓNICAS DE LA CALLE/ RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Todavía no hay robots que nos reemplace en el placer de ser y tener hambre, comer y después desecharlo. Los movimientos están fríamente calculados del plato a la boca y luego al baño. Los presentes simplemente me verán rondar la cocina, la mesa, el viento del vacío refrigerador para obtener un poco de agua helada. Dar la vuelta como que no quiere la cosa, ver si ya está la calabaza.

Conozco cada una de los movimientos que observo y me he dado cuenta- ya si no- que varias veces al día durante la vida, en automático mi cuerpo se inclina para acomodar con la mano la distancia adecuada entre una opción y otra, para sentarme a la hora de la sopa. Esa es la historia universal del hambre y del hombre viendo la hora afuera o adentro de una mesa, con silla o sin ella.

La conclusión es la comida con sus claras y protuberantes diferencias que pasan por el dinero, por la salud, por la alegría de la calle, la soledad, el tráfico, el templo del silencio que exigen unos para echarse un taco de chorizo con huevo.

Traer, dispersar y llevar por el camino hacia el estómago, es lo más cercano que hay del cuerpo. Comer con mover un brazo a determinada velocidad, llevar a la boca, es labor del ser humano con el propósito de seguir viviendo. Un poema escrito con hambre enhebra la aguja, es un hilo de agua. Y de otro modo el autor es un hijo delgado , el filo de la hoja, el estómago para una pieza de pan y una coca.

Un poema se escribe antes de la comida, sin pensar en la papa el verso canta, y es mejor cuando se olvida que cuando se escribe y muere. Legiones completas han ido a la guerra por un pedazo de carne en todos los estadios.

Millones de niños tenían hambre, la siguen teniendo ahora que han crecido en lado oscuro del mundo. Nada importa en el resto del planeta en ese tremulo momento en el cual devoras alimentos e ignoras qué ocurriría si un individuo se atreve a disputarte la chuleta, que caería al suelo y ambos en el aire lamentablemente agarrándose a chingazos. No hay necesidad de ubicar esa tragedia aquí, con un plato de lentejas. Comer es lo primero, digamos, luego seguimos el viaje o nos echamos el colado, chapoleamos un terreno o nos subimos a cantar a los micros.

El sujeto del párrafo anterior a tomado la chuleta y caes con él a un lado estirando como un resorte el filete seco y elástico de la chuleta imaginaria. Un movimiento extraño, de los miles que se hacen a diario, me lleva a conocer el mundo, tan amplio que no se puede ver junto, y a la vez tan pequeño que cabe en un puño, mientras la otra mano moldea y hace una piedra, rompe una botella a la mera hora .

Es la hora de los sagrados alimentos y falta el refresco. Hace un año comieron mole, ya siéntese a comer señora, no me gusta el repollo, los niño primero, el restaurante donde venden caldo de res está lleno, con este frío. La hora de la comida lleva a la banda a la cocina y el calor lleva a las hormigas una detrás de otra, a los bichos, los mosquitos, a los más chiquitos seres que nadie ha visto. Pienso en eso. Casa para miles de individuos hambrientos que comen y se van, o quedan ahí aplastados por el tráfico.

Comer no se olvida. La llamada gente, esa masa de pronto en una hilera, luego en una selfie publicada en la noche, se arremolina ahora para comer al rato en donde venden pollo.

Las aplicaciones con servicio a domicilio se amontonan abajo de la escalera y hay gente en la banqueta, llega una moto, los gatos no han comido entre otros olvidos ocasionados por lo inmediato. En el futuro no lejano la cocina del hogar será una especie en extinción con sus fierros agonizando en un traspaso del tiempo. Tan rápido. Se vale especular en un mundo que viaja más pronto que rápido, que no ha ido más allá de un plato de sopa.

HASTA PRONTO

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