CIUDAD VICTORIA, TAM.- Como todas las mañanas desde hace más de 20 años, Ricardo Rodríguez Saldierna llega a la pintoresca Plaza Hidalgo de Victoria, para trabajar y sacar un poco de dinero para mantener a su familia.
Ordena su silla de trabajo y acomoda su radio a un costado, mientras en una caja alista sus cepillos, grasa, brillo, jabón y tintas, a la espera de un cliente.
El nacido en la colonia Nacozari y criado en la Miguel Alemán, revela que sus primeros años de vida no fueron sencillos, pues tuvo que abandonar la Primaria en segundo grado, debido a las necesidades y carencias que existían en casa.
“Yo era el mayor de mis hermanos, tuve padrastro y no era parejo, él le daba a sus hijos y yo me quedaba mirando, tenía ganas también de un pan y no me lo daban, como éramos varios hermanos, a mí sólo me procuraba mi mamá…”.
Aunque era muy pequeño, decidió salir a trabajar para apoyar a su madre y hermanos, pero sobre todo “Por que también quería disfrutar de esas piezas de pan y leche que no podía probar.”
“Agarré el cajón de bola y me puse a trabajar, quien quiere aprender no necesita que le agarren la mano, el que quiere, tan sólo viendo aprende, me compré una grasita y una tinta, mi abuelito Benigno me dio el cajón y ahí empecé, me iba muy bien y yo sí llevaba mandadíto para todos, para mi padrastro también, yo llevaba para todos”.
Otro oficio que desempeñó de niño fue vender periódicos, pero a los 13 años, encontraría una pasión muy grande mientras era ayudante de el Señor Borrego, quien recorría las calles de Victoria en su camioneta, vendiendo naranjas.
“El Señor Borrego iba adelante, manejando y anunciando las naranjas con una bocina, una vez andábamos en el la colonia Los Ébanos, se ponchó una llanta y mientras se reparaba, dejó la música sonando, era un cartucho de Los Socios del Ritmo…”
“…Yo estaba atrás en la caja y ahí me daba el sol, traía un sombrerito y estaba oyendo la música, que me meto a la cabina, agachado que abro el micrófono y que empiezo a hablar: ´Aquí los estamos esperando para que venga por sus naranjas, aproveche, mande al marido, venga con una cubeta, llévese 25 naranjas por 15 pesos…`”.
“‘…Estas naranjas vienen inyectadas con miel de abeja, están más dulces’. Diosito me ponía las palabras, sale el primo de la vulcanizadora ´rise y rise´ y me dice: `oye está muy bien, mañana tú lo vas a hacer. Y fue así como inicié´”.
El gusto por hablar en un micrófono se fue haciendo más grande en Ricardo y poco después comenzó a participar como animador de Grupos Musicales, “Los primeros con los que trabajé fue con un tío, se llamaba Homero Saldierna, él tenía grupos que ensayaban allí en su domicilio, no me invitaban yo me les pegaba, agarraba el micrófono y hablaba, fui animador del grupo Cosmos, el grupo Sacrificio Tropical y el Valencia Tropical, eran varios, si no me iba con uno me iba con otro”.
Su siguiente experiencia, sería con el grupo “Los Gómez”, quienes le dieron oportunidad de anunciarlos en una boda y tras dos intervenciones, le pidieron ser su animador oficial.
Con dicha agrupación tuvo la fortuna de compartir escenario con figuras como “Carlos y José” en bailes masivos que se organizaban en municipios como San Carlos, Villa de Casas y Jaumave; ahí llegaría una de sus mayores alegrías, pues los reconocidos “Carlos y José” lo invitaron a unirse a su proyecto. “La primera tocada fue en Querétaro y otro día en Guanajuato, empecé a viajar y bien padre, casi empezando con ellos los anuncié en la Monumental Plaza de Toros Monterrey, es el evento más grande que yo recuerdo, ahí iban de estelares Los Cardenales y fue también Maribel Guardia, con la actuación de especial de Carlos y José”.
“Con Carlos y José estuve unos diez años, cinco años fueron super maravillosos, yo estoy agradecido con ellos porque conocí Estados Unidos y lugares muy bonitos, pero también hubo una parte que sufrí bastante, andando con ellos en el autobús yo no tenía cama, yo viajaba sentado normal y eran giras de muchas horas de recorrido, yo andaba bien cansado de la espalda, para mí no hubo compañerismo, yo sentía bien feo verdad eso mucha gente no lo sabe”.
Tras su salida, encontró nuevas oportunidades, incluso algunas que cambiarían su vida, una fue al lado del reconocido Rosendo Cantú de Los Cadetes de Linares, “Pero cuando anduve con Alfredo Aguilar, no fue mucho tiempo, fue donde conocí el amor, conocí a mi esposa María del Pilar, a donde fuera a trabajar ahí voy con mi esposa y mis hijas, ya me despacharon pues ahí vengo con mi esposa y mis hijas, ella está conmigo siempre en las buenas y en las malas.
Su etapa en los grupos musicales culminó y llegó un nuevo problema, pues la vida sigue y los gastos también, así que volvió a su primer oficio, el de “bolero”, “Me vine a la Plaza Hidalgo caminando, llegué con un compañero, sin decir nombre, le pregunté que si de casualidad alguien rentaba alguna silla para ponerme a trabajar “Y que me dice que apenas que le buscara por otra parte, pues aquí ya estaban completos”.
“Yo seguí luchando y luego me topé con otra persona que fue el líder de los aseadores de calzado, me dijo que sí había y me canalizó con Arturo, la persona que rentaba las sillas y así empecé a trabajar, aunque el primer día la primer boleada me la aventé como a las 5:30 de la tarde, estuve todo el día sin nada y por fin me llegó uno; los primeros días yo tenía que llegar con ‘lonche’ porque no salía y no salía, pero le insistí y me fui haciendo de mis clientes”.
Aunque hoy en día, cada vez es menos la gente que se acerca a asear sus zapatos, la pasión por el oficio lo hace estar ahí, pues “Tenemos paciencia y estamos perseverando, como quiera aunque sea poquito pero sacamos algo, aquí seguiremos”.
Por Daniel Ríos