“Mia Fressy” es conocida en la zona centro de Tamaulipas por su constante labor a favor de los animales, la victorense de nombre Santa Prisciliana Rodríguez está celebrando los primeros 15 años de su albergue “Santa Maria de Lima”, en el que ayuda sobre todo a zarigüeyas y aves, pero también a todo tipo de especie animal que así lo requiera.
Como casi no sucede, Santa Prisciliana se tomó un pequeño descanso de sus múltiples tareas en el albergue y como madre de familia, para repasar el camino que la ha llevado a convertirse en lo que es hoy.
“Fui una hija no deseada, mi mamá decidió que yo no iba a nacer, no quería batallar con un hijo más, pero nací en Victoria en Enero del 79’, ese año cayeron heladas que hasta congelaron las fuentes y yo lo escuché de boca de mi mamá, ella quería que yo muriera ahí, me quitaba el pañal y me dejaba encuerada al exterior para que yo muriera de frío…”.
“En ese momento teníamos un perro que se llamaba Capiro y él se echaba junto a mí para darme calor; no morí de neumonía gracias a esos animales que me dieron calor, yo fui rescatada por un animal y ahora me toca a mí rescatarlos a ellos”.
Explica que su madre se fue de casa cuando ella apenas tenía tres años y medio de vida, pero asegura que fue gracias a su padre que tanto ella como sus hermanos pudieron salir adelante, “Mi papá fue excelente, dejarnos con él fue lo mejor que mi madre pudo haber hecho por nosotros, gracias a mi padre soy lo que soy, gracias a él rescato animales”.
Tanto ella como su hermano Luis, quien padecía una discapacidad, fueron llevados a vivir a la casa de su padre, en la Colonia Sosa, mientras que el resto de los hermanos fueron repartidos en casas de tías.
“De pequeños formamos una pandilla que se llamaba “El Moco Verde” y yo era la única mujer, vivíamos en un pozo, en la zona marginada de la colonia, un día mi hermano vio un ratón y lo agarramos para cuidarlo, nos lo llevamos a casa, le llamamos “Cuacha”, y resultó que era un tlacuache hembra, ahí fue mi primer rescate de zarigüeyas y lo hice con mi hermano, ahí empezó todo, yo tenía siete años”.
“A los ocho intentaron abusar de mí, era puro monte en la Sosa y alguien intentó agarrarme cuando me mandaron a la tienda a comprar huevo, pero mis perros se le aventaron, otra vez volvieron a salvarme, ¿Porqué no amar y cuidar a un animal que siempre está dispuesto a defenderme?
“El momento que más me marcó con los animales fue cuando tenía diez años, en la casa había muchos, mi padre nos decía que todo animal de la casa, gallinas, marranos, perros y gatos eran nuestros hermanos, por lo que estaba prohibido hacerles cualquier tipo de daño, no teníamos ni para comer y no nos dejaba comernos los huevos de las gallinas, pasamos hambre y frío, pero mi padre nunca permitió que le hiciéramos daño a alguno de nuestros animales y yo le agradezco muchísimo porque me enseñó la compasión y el amor por los seres vivos, fue mi maestro, no solo mi super héroe, fue quien me enseñó a respetar”.
“Tuve cáncer, estuve en tratamiento pero no le dije a mi familia, una amiga me estuvo llevando a las quimios, al poco tiempo Ratón, mi perrito que era toda mi adoración falleció y yo me curé, me informaron los doctores que el cáncer se había ido, que ya no necesitaba ir a las quimios…”
“La esposa del veterinario me dijo que había animales que daban la vida por sus humanos y yo así lo creí, a partir de ahí empecé a hacer el refugio. Él no llegó a mi vida por casualidad, llegó para enseñarme que aunque alguien se vaya tu tienes que seguir”.
De tal manera que puso manos a la obra y formó el Albergue Santa Rosa de Lima, lo nombró así en honor a su padre. Mía Fressy detalla que cuando fue voluntaria de “Pro Animal” aprendió muchas cosas, de la mano de Andrea Ricupero y Dora Lilia, “Me enseñaron a rescatar, a sanar y a cuidar; salí de esa asociación a formar mi propio refugio, yo sabía que esos animales que rescataba los podía sacar adelante en mi casa, poco a poco empezamos”.
“La primera zarigüeya que rescaté fue Cleopatra, antes ya había tenido a Nicole y Tommy, pero una con la que tuviera es conexión como si fuera un perrito o un gatito, fue Cleopatra, la rescatamos de un terreno y era muy buena, yo creo en la reencarnación y yo creo que ella era mi papá”.
Prisciliana puntualiza que en el Albergue ha tenido tejones, mapaches, águila roja, tecos tamaulipecos, búhos y lechuzas, “Ayudamos a todo tipo de animales, pero mi refugio es de aves y zarigüeyas”.
Santa ha enfrentado a diferentes momentos complicados, como la muerte de su hermano Luigui, pero ha sabido salir adelante de la mano de su familia, sus manadas, la humana y animal.
Hoy asegura con fuerza que “Si Dios me ha permitido seguir con vida es para seguir ayudando; estoy segura que no me voy a ir de este mundo sin antes cumplir mis sueños. No me voy a morir de una enfermedad, yo moriré rescatando, haciendo lo que tanto me apasiona, así me voy a ir”.
POR DANIEL RÍOS