El filibusterismo constituye uno de los rasgos sobresalientes de la historia de la región fronteriza entre México y Estados Unidos después de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, que puso fin a la guerra entre los dos países
Este hecho, junto con todos los elementos de drama y aventura relacionados con este fenómeno, lo ha convertido en el tema preferido de los historiadores de este periodo. Durante muchos años después de la firma del tratado de paz, la región septentrional de México quedó muy aislada del centro del poder políticoeconómico de la nación. Varios problemas relacionados con la frontera provocaron violaciones a la soberanía territorial de cada país y, en la mayoría de los casos, México resultó el más perjudicado. Dado que en muchas partes de la región fronteriza no era factible mantener una economía próspera, especialmente una basada en la agricultura, varios de los habitantes se dedicaban al contrabando y al abigeato.
La escasez de población en la zona, y la falta de militares y medidas gubernamentales para mantener la paz y el orden, condujeron a la proliferación de forajidos que utilizaron esa región y el chaparral como escudo para proteger sus actividades ilícitas. Aunque los gobiernos de México y Estados Unidos concentraron tropas adicionales en la frontera, no existía suficiente personal para mantener un control adecuado sobre la región.
Entre 1851 y 1857, también hubo varias incursiones filibusteras contra la región noroeste de México, con el propósito de conquistarla por la fuerza.
LAS PUGNAS INTERNAS CONTRIBUÍAN AL FILIBUSTERISMO
Durante las luchas entre federalistas y centralistas en los norteños de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, en algunas ocasiones los rebeldes utilizaron la amenaza de secesión e independencia como táctica para obligar al gobierno nacional a restablecer en el país el sistema federalista, así como para llevar a cabo diversas reformas de tipo económico y social. Aquellos jefes federalistas rebeldes que se inclinaron hacia la secesión del resto de la república, comprendieron que se podría realizar únicamente con el apoyo de los estadunidenses, y de hecho incorporaron a sus fuerzas contingentes de voluntarios texanos.
Al mismo tiempo, también entendieron que cualquier alianza militar formal, en vista de los objetivos expansionistas de Estados Unidos, resultaría inevitablemente en la absorción de estos territorios a éste.
LA FRONTERA TAMAULIPECA EN 1857
Para 1857 la frontera tamaulipeca estaba abandonada a sus propios recursos, presentando el doloroso espectáculo de unas poblaciones desvalidas, en cuyo suelo privilegiado por la naturaleza, parecía haber borrado la mano de la indiferencia hasta la última huella de progreso y mejoramiento.
Sobre esto, “El Prisma” de Tampico escribió que las administraciones nacionales que habían gobernado, así como las estatales, habían desconocido la importancia de la franja de Tamaulipas. Añadía también, que, en esa época, los ciudadanos fronterizos vivían en una constante guerra contra las tribus de lipanes y comanches, lo cual frenó el progreso de la región y el poco obtenido no se pudo conservar.
Y que hasta los intereses del comercio extranjero habían venido a dar el último golpe de destrucción sobre aquella porción del territorio, pues colocada frente a Matamoros una nueva población americana, que, con sus leyes de hacienda, su industria y su agricultura, parecía insultar la miseria de unos pueblos sin protección ni garantías, acabaría por absorberlos con el aliente de aquellos preciosos bienes, si el gobierno mexicano no tomaba cartas en el asunto.
LA AMENAZA DE 1857
El 18 de septiembre de 1857, “El Heraldo de México” publicó por alcance unos partes telegráficos de Nueva York, en los cuales se leía que los representantes de los Estados de la América Central habían dirigido una carta al presidente, pidiéndole la intervención del gobierno americano para que impidiera la salida de expediciones militares que, según se aseguraba, se preparaban para invadir una parte de aquellos territorios.
A consecuencia de eso, se enviaron instrucciones a las autoridades de Estados Unidos, marshalls, attonerys de Distrito, administradores de aduana, comandantes y oficiales navales de varias estaciones, para que impidieran la salida desemejantes expediciones y persiguieran a todos los filibusteros implicados en ellas.
Se aseguraba, que con esta medida se destruirían los planes del aventurero William Walker y sus movimientos. Dentro de esos informes, había uno que llamó más la atención en la entidad, pues se dijo que se preparaba otra expedición cuyo centro sería Texas, y su objetivo era invadir Tamaulipas y anexarlo. Se dijo que Sam Houston estaba detrás de estos maquiavélicos planes.
El 24 de octubre, el periódico “El Prisma” de Tampico, publicó en sus páginas también esa noticia y los editores hacían un llamado al gobierno de la república y al del Estado, para que procedieran con tino y energía ante dicho rumor. Desde hacía meses, Houston, que en esos días era representante de Texas en el Congreso, instaba a los demás congresistas de Estados Unidos para que intervinieran en la política interior de México. Sin embargo, las razones que la cámara norteamericana tuvo para desechar tal proposición, fueron bien fundamentadas y convincentes, pues no se consideraban con el derecho a la intervención.
HUBO OTRO INTENTO DE INVASIÓN EN 1860
En los primeros días de abril de 1860, los capitanes Ford y Lettleton recibieron noticias de que Juan Cortina se había ocultado en Reynosa, por lo que cruzaron el río la noche del 3 de abril, por el rancho Tabasco, e invadieron Tamaulipas con 80 hombres. La caballería norteamericana hizo exploraciones en la antigua y nueva Reynosa.
A esta población llegaron a las once de la noche y encontraron cuerpos armados que se identificaron como guardias nacionales. Las autoridades mexicanas negaron la presencia de Cortina y de sus gentes, no obstante, de que algunos de ellos fueron reconocidos entre las filas de la guardia nacional. Los norteamericanos se volvieron a Edimburgo y dirigieron una nueva intimación a Reynosa para que les fuesen entregados los hombres de Cortina, y se les contestó que acudieran a las autoridades políticas de Matamoros.
Eran 400 hombres de la caballería federal o de voluntarios. Algunos tiros de fusil fueron cambiados entre las avanzadas de ambas fuerzas de una a otra orilla del río, y un mexicano resultó herido por la espalda. Parece que esto fue el resultado de una equivocación y después de haber conversado los jefes, todo volvió a quedar en paz.
El 8 de abril, el coronel Lee llegó a Edimburgo y de nuevo intimó a los mexicanos para que impidiesen la reunión de las bandas de Cortina, so pena de ir con las fuerzas suficientes para dispersarlas. Los tamaulipecos le contestaron que los soldados de Cortina no podían ser conocidos mientras no se recibiese la lista de ellos. Durante las pláticas, los mexicanos habían levantado trincheras en las calles y su actitud era hostil.
La actitud tomada por los habitantes de la villa de Reynosa se impuso a los norteamericanos y los hizo desistir de sus planes de invasión y tal vez hasta de ocupación de la población, a la cual quisieron dictar la ley en los términos bruscos que acostumbraban. La presa gringa de la época, decía que era notorio el odio que sentían los mexicanos hacia los norteamericanos, por lo que estaban dispuestos a defender a Cortina. Finalmente, el célebre tamaulipeco burlo la vigilancia y cruzo de vuelta la frontera por un lugar llamado Santa Rosa, lo acompañaban 500 mexicanos e indios.
MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ