La derecha opositora PAN y PRI, y el MC, cualquiera que sea su filiación ideológica, viven su peor momento político y lo viven de la peor manera. Para entender su situación actual es importante hacer una breve revisión de los resultados electorales definitivos.
La Cámara de Diputados se integra por 300 diputados de mayoría relativa que se eligen por el voto de los ciudadanos en los 300 distritos electorales en los que está dividido el territorio nacional. De esos 300 la oposición en su conjunto, PAN, PRI, MC, PRD y un independiente, ganó por mayoría relativa 44 diputaciones.
La Cámara de Senadores se integra por 128 senadores de los cuales se eligen por el voto ciudadano 64, dos por cada estado de la República y dos por la Ciudad de México. De esos 64 senadores de mayoría relativa la oposición panista ganó 4.
Esa es la verdadera dimensión actual de la representatividad de toda la oposición ganada con los votos de los ciudadanos en el territorio: 44 diputados de 300 y 4 senadores de 128. Sin embargo, esa débil situación de la oposición no se detuvo con la derrota electoral que recibieron el 2 de junio. A ese hecho le agregaron su mal desempeño como legisladores en el debate reciente de la reforma judicial constitucional en el que se dedicaron a tratar de detener la discusión y después su aprobación, mediante una serie de argucias y marrullerías que dejaron claro que su único interés es obstruir el avance del país.
Desde la instalación de las cámaras de diputados y senadores hicieron uso de su carácter violento y agresivo insultando a los dos únicos senadores del desaparecido PRD que decidieron sumarse a la bancada de Morena y al Senador propietario del PAN de Veracruz que definió su voto a favor de la Reforma Judicial. A los tres les llamaron traidores y vendidos.
A la pregunta cómo llegó la oposición a la lamentable situación en la que se encuentra, la respuesta se remonta a los años 80 en que el PRI dio un viraje hacia el neoliberalismo y desterró de sus filas a miles de militantes de ese partido y también al proyecto de nación impulsado por el Presidente Lazaro Cardenas, nacionalista revolucionario, cimentado en la democracia y en la justicia social.
La expulsión del cardenismo de su lugar de origen significó la instauración de un nuevo régimen neoliberal que permitió la acumulación de la riqueza en muy pocas manos y empobreció a la mayoría absoluta de la sociedad mexicana. Desapareció la propiedad social de la tierra, y se neutralizaron a todas las centrales campesinas y obreras y los sindicatos que representaban y reivindicaban los derechos de los campesinos, los trabajadores y los sectores populares. Los programas sociales fueron entregados a la gente como actos de solidaridad o de compasión generosa,
La disidencia priista agrupada en los años 80 en la Corriente Democratica, se sumó a las organizaciones y partidos de la izquierda histórica y a los disidentes del centro y la derecha que concibieron la organización de una nueva izquierda, y formaron el Partido de la Revolución Democratica, que fue visto con desdén por el gobierno neoliberal y sus partidos afines. Después de la elección del 2006 el Movimiento de Regeneración Nacional creció dentro del PRD y después se separó de ese partido cuyos dirigentes estaban más cerca del gobierno y sus partidos que de su propia militancia.
Como partido político Morena ganó la mayoría de las posiciones políticas en la Ciudad de México y en las cámaras de diputados y senadores y en el 2018 la Presidencia de la República. Los partidos de la derecha, PAN, PRI, PRD y también el MC, dedicaron los pasados siete años a descalificar a la fuerza emergente que inició su ascenso político sin que nada ni nadie lo pudiera detener. Se dedicaron a descifrar sin éxito su posición ideológica, dijeron que no era de izquierda, que era populista, de extrema derecha, lo compararon con el nazismo y el fascismo. Escribieron libros, ensayos y artículos dedicados a desacreditar a un movimiento político social y cultural que creció frente a ellos hasta ganar la Presidencia de la República
A la derecha opositora le sobró soberbia y le faltó disposición para entender que un movimiento nuevo no puede ser analizado con referentes viejos y por eso escaparon de su análisis hechos muy importantes. La izquierda del siglo XXI ya no aspira a tomar el poder por la fuerza de la revolución ahora lo hace a través del voto popular, ya no quiere instaurar una dictadura del proletariado sino una democracia popular, ya no quiere ser dueña de los medios de la producción, respeta la propiedad privada, la economía capitalista, el libre mercado y el libre comercio. La izquierda del siglo XXI fortalece la hacienda pública recaudando los impuestos de los sectores productivos sin condonaciones, ni exenciones.
La izquierda moderna, el Humanismo Mexicano, inspirado en los grandes movimientos históricos redistribuye los beneficios del desarrollo entre los pobres a través de un estado de bienestar con programas sociales que ahora son derechos de los mexicanos y construye obras de infraestructura social. En cumplimiento de su deber ideológico y ético trabaja para construir la paz social y le otorga a todos, servicios universales y gratuitos de salud, educación y vivienda.
Lo que la derecha opositora no entiende es que su debilitada presencia política, sus 44 diputados y 4 senadores, su asociación con La Resistencia incluida la Marea Rosa, el Frente Cívico, y los Ministros, Magistrados y Jueces desertores del Poder Judicial, no son suficientes para detener la marcha de la sociedad mexicana hacia el futuro. En la democracia la minoría no pude definir el rumbo de la república. Hay un cambio de régimen pero no un retroceso, el nuevo régimen no es autoritario, ni dictatorial, ni tiránico, el Humanismo Mexicano construye un régimen de izquierda democrática y una sociedad más justa y menos desigual.
POR JESUS COLLADO MARTINEZ