CIUDAD VICTORIA, TAM.- La vida de Ricardo Pérez “El Shrek de Victoria”, literal, ha sido atravesar un pantano lleno de obstáculos y duras pruebas; pero agarrado de los valores y ejemplo que le dio su abuela María ha sabido seguir adelante, con una sonrisa y nunca por el camino incorrecto.
Ricardo nació en 1992 en San Juan Chamula, “Cuando estaba chico perdí a mi madre, se llamaba Verónica, me cobijaron mi mi abuela, mi tía y mi tío, ellos nunca me abandonaron, nunca me dejaron solo, siempre vieron por mí”, explica con timidez.
“Me metieron a la escuela, lógico que no me dieron mucho estudio, nada más tuve la primaria, pero sí me dieron la escuela”, a continuación confíesa que de su madre recuerda muy poco, pero algunas personas le han platicado que antes en su comunidad no creían en los hospitales, “Creían mucho en los curanderos, muchos lo conocen como brujos, y te matan una gallina y hacen como rituales para curar, para quitar supuestamente el mal que traes y pues por eso no la llevaron a un hospital y falleció, eso me marcó la vida”.
Otro duro golpe fue darse cuenta que su padre en lugar de ver por él, prefirió “ponerle el cuerno” a su mamá con su tía.“A mi papá sí lo conozco, lo dejó mi mamá por una tía, se fue con una hermana de mi mamá, él no me ve como como un hijo; cuando fui creciendo me di cuenta de muchas cosas de la vida, mi papá no me vio tampoco, yo crecí sin padres”.
Ante la adversidad, hubo personas que no dudaron en apoyar a Ricardo, como su abuelita María, “Ella fue papá y mamá al mismo tiempo, sí hubo carencias, recuerdo pasar hambre, no había que comer, nada más la tortilla, ahí somos de mucha tortilla, como quien dice para sobrevivir, para no morir, pero gracias a ella pude salir adelante y soy lo que soy”.
En San Juan Chamula vivió hasta los trece años, en su mente existen los recuerdos de aquellos días en el pueblo donde “Jamás comimos en la calle, ni tuve un juguete, mi diversión era con una botella de refresco y ese era mi mi carrito, me iba a los cerros y con eso me divertía o hacíamos unos Diablitos”.
Los momentos duros no dejaban de aparecer en la vida de Ricardo, ahora falleció Doña María y ese fue sin duda el dolor más fuerte que le había tocado experimentar. “Sí me pegó duro, era mi mamá, te derrumbas totalmente y fue duro pero te la vas sobrellevando, hay que recordar los buenos momentos”.
Comenzó a trabajar sembrando zanahorias y papas, pero no veía mucho futuro en San Juan, así que se fue a buscar nuevas oportunidades a Oaxaca, donde su primer trabajo fue vendiendo chicles.
De ahí partió a Tabasco, donde conoció a un joven que hacía malabares en los semáforos, con él comenzó una gran amistad y aprendió a hacer acrobacias con la pelota.
“El amigo de un primo que se llama Salvador y está loco, me dice que nos fuéramos a recorrer ciudades y a donde llegáramos trabajáramos en los semáforos, yo tenía 14 años y nos fuimos”.
Muchas veces no tenía donde dormir o algo para comer, pero a pesar de eso, nunca pasó por su mente robar o tocar las puertas de las drogas. “Mi abuela me inculcó muy bien que no es por ahí, ella y mi tía me me lo inculcaron muy bien”.
“Es que cuando sufres carencias, yo digo que uno aprende a rascarle, de donde salga, porque como yo sufrí tanto, un botella de agua la aprecio mucho, la valoras, sabes lo que cuesta tenerla”
El camino lo llevó a Cancún y Campeche, después volvió a Chiapas y de ahí fue cuando apareció Tamaulipas en su vida, hace ya 15 años.
“Primero llegamos a Tampico, pero no nos gustó, no nos dio buena vibra, vimos un anuncio de ciudad Victoria, no sabíamos lo que era y compramos los boletos para conocer”.
“Llegamos a la central, de ahí buscamos un semáforo y encontramos el de GranD Central, pues está bueno, ahí trabajamos y sacamos para rentar un cuarto de hotel, en el cinco Hidalgo, yo no sabía que era y cuando llegamos vimos a todas las “muchachonas” (risas), nunca salíamos, llegábamos y nos encerrábamos, así duramos una semana”.
Esos siete días le bastaron para “enamorarse de la capital, pues “En Victoria la gente te cobija, la gente es amable, dije ‘no hay otra ciudad como Victoria’ y ya me quedé aquí, llegué como el ‘Payaso Resortito’ y siempre estaba en el crucero del 19”.
En la capital también encontró trabajo en una florería, “Un señor gordito-pelón que ya falleció, me invitó a trabajar en su puesto un 10 de Mayo y después me invitó a quedarme a trabajar con él”.
Luego lo jaló otro patrón que vendía por el 19 Rosales y trabajó con uno más, después “Me animé a emprender, ya conocía de las flores y comencé a vender lo mío, pero con la pandemia y al no saber administrar, lo puse en una esquina un año, pero no me funcionó, no había ventas y tuve que cerrar”.
La cosa se volvió a complicar, pero no se dio por vencido, comenta que un día llegó Mario, su amigo que vende zapatos por catálogo y “Le dije que quería hacer un personaje que desde hace mucho tenía en mente, me dijo que su esposa me lo hacía y fue el primer traje en el 2021, el maquillaje lo logré encontrar en Guadalajara por recomendación de amigos payasos y ahí nació el Shrek de Victoria”.
“Shrek ha cambiado mi vida totalmente, en las primeras presentaciones tenía pena de salir, pero después me empezó a gustar la gente me abrazó, ya tengo tres años de Shrek, no importan las horas de calor y bajo el sol, gracias al cariño de la gente es el mejor trabajo que he tenido; quiero seguir en Victoria junto a mi esposa Gloria, con quien tengo cuatro años y mi sueño es comenzar a hacer videos”.
Ricardo Pérez es un ejemplo de superación y pasión, un hombre que ha transformado su camino pantanoso en uno lleno de color y sonrisas.
POR DANIEL RÍOS
EXPRESO