En marzo de 1823 nuestro país vio caer al primer Imperio Mexicano a raíz de que Antonio López de Santa Anna proclamara en febrero el Plan de Casa Mata en Veracruz. Tras ello, México pasó a ser gobernado por un triunvirato temporal formado por los generales Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete. Will Fowler en su libro “Santa Anna: Héroe o Villano” señala que el triunvirato o, mejor dicho, Guadalupe Victoria, envió a López de Santa Anna a la ciudad norteña de San Luis Potosí, en la primavera de 1823, a fin de promover el Plan de Casa Mata y a bloquear el escape hacia el norte, por si acaso Iturbide intentaba huir a los Estados Unidos.
La expedición de Santa Anna desembarcó en el Tampico veracruzano el 1 de abril de 1823 y el día 2 salió para San Luis Potosí. Fowler no da más señas del paso de este general por la zona, pero éste cruzó el río Pánuco, pasó por Tampico el viejo y se estableció algunos días en Altamira, provincia del Nuevo Santander, para después tomar el camino de Tula a San Luis, hipótesis que avala también el cronista de Tampico Josué Picazo.
SANTA ANNA Y SU PASO POR EL SURESTE DEL NUEVO SANTANDER
En su libro sobre Tampico, el general Juan Manuel Torrea señala que el lugar era en ese tiempo tan insignificante, que no existía ni como pueblo. Que había algunas chozas por la bahía del Humo. Que debido a ello Santa Anna no se estableció ahí en su gira hacia San Luis, sino que se acantonó en Altamira, donde había abundante forraje y provisiones para sus elementos. Siguiendo el relato de Torrea, Santa Anna llegó a Altamira el día 4 de abril, pero no menciona donde estuvo el día 3, lo que abre el debate de si ese día lo paso en el viejo Tampico, toda vez que Fowler señala que el río Pánuco lo cruzó el día 2. Sobre esto, Alejandro Marín, conocido historiador de Tampico, sostiene la hipótesis que pudo cruzar por el Paso Real (de doña Cecilia a partir de 1829) y de ahí seguir hacia Altamira.
EL GENERAL EN LA VILLA DE ALTAMIRA
Torrea también menciona que la noche del 4 de abril las autoridades de Altamira alojaron a las tropas y a su jefe, anunciándole que una comisión se presentaría al día siguiente llevándole una petición.
Y en efecto, el 5 de abril de 1823, la comisión integrada por el Ayuntamiento en pleno entregó a Santa Anna, una instancia para repoblar la casi desaparecida población de Tampico en los términos de la misma instancia, no sin hacerle de viva voz algunas explicaciones acerca de sus anteriores fallidas gestiones.
En dicha petición, los vecinos de Altamira decían: “[…] a efecto de hacer renacer en ella la prosperidad y abundancia que en otros tiempos ha disfrutado; y con tal objeto, viendo que su comercio había decaído hasta el último grado de su impotencia por las trabas que se oponían a su progreso y continuas exacciones que sufría, determinó representar al alto Gobierno, pidiendo la gracia de que se le concediere repoblar con vecinos de este suelo el alto del antiguo Tampico, en demarcación de esta Provincia, y propio de esta jurisdicción, situado a la margen septentrional del río, en una posición la más ventajosa así para el tráfico mercantil como para la salubridad de sus habitantes; pero como el verificativo de este proyecto podía quitar a Pueblo Viejo alguna parte de la numerosa población y riqueza que en la actualidad posee, debido todo al erróneo cálculo del antiguo Gobierno en establecer la Aduana Marítima en aquel punto, que es el menos a propósito para ello”.
SANTA ANNA CONCEDE PROVISIONALMENTE LO SOLICITADO
El 7 de abril de 1823, en virtud de las sólidas razones que le expuso el Ilustre Ayuntamiento de Altamira y después de haber tomado todos los informes necesarios para proceder con acierto, Santa Anna creyó conveniente al beneficio de la Nación, conceder interinamente y hasta la aprobación del Supremo Gobierno, la formación de un pueblo en el paraje nombrado “Tampico el Viejo”.
En un documento firmado de su puño y letra, y del cual Torrea da nota, Santa Anna dice: “[…] pues esta medida encerraba entre otras, la conocida ventaja del aumento de la población, a que por tantos títulos debemos propender todos los amantes de la Patria”. Al siguiente día, los vecinos se reunieron en la Sala Capitular de Altamira, convocados por don Juan de Villatoro, quien les hizo saber del Decreto de día 7 firmado por Santa Anna. Informándoles también que en gratitud: “acordaron que para que la posteridad recuerde el nombre del Libertador de la Patria, la antigua población que nuevamente ha de fundarse, lleve el título de Santa Anna de Tampico”. A lo que el futuro presidente de México contestó: “Siendo una atribución de los fundadores de cualquiera población darles el nombre que crean más adecuado, los señores de este Ilustre Ayuntamiento podrán hacerlo en los términos que juzguen conveniente”.
SANTA ANNA DE TAMPICO TOMA FORMA
Sucesivamente acordaron el nombre que debían llevar las plazas y calles de la misma población y se inscribieron en el plano de ella. También se determinó que para guardar en cuanto sea posible la uniformidad debida en la construcción de edificios, hayan de llevar precisamente las casas de jacal cuatro varas de altura desde el piso de la calle hasta la solera y a las de piedra seis varas de altura desde dicho piso hasta la cornisa, que es suficiente para la comodidad de los habitantes, así como lo más conveniente para el ornato. Por último, pareció conveniente al Ayuntamiento, que los vecinos que tuvieren solares con el frente a la Ribera y quisieran hacer portales, se les cediere para ello cuatro varas de terreno de las treinta que son correspondientes al recinto.
El 9 de abril se presentaron ante el ayuntamiento de Altamira los individuos que habrían de poblar el alto del antiguo Tampico, y que previamente habían registrado su petición el 21 de junio de 1822. A ellos se les concedía un solar doble de veinticinco varas de frente y cincuenta de fondo, mientras que, a los nuevos agregados, sólo se les concedía uno sencillo con las mismas medidas
FINALMENTE TOMAN POSESIÓN DE SUS TERRENOS
En un acta de la época que dice: “En el alto de Tampico el Viejo, a los 12 días del mes de abril de 1823, fueron presentes el Presidente del Ayuntamiento de Altamira Don Juan de Villatoro, el Síndico Procurador Don Felipe Lagos y todos los pobladores que constan de lista por ante mí el Secretario de dicha Corporación, con el objeto de delinear y trazar el pueblo, repartir el terreno y dar posesión de solares; más como no hubiese un Agrimensor que ejecutase la delineación, nombró el señor Presidente, con aplauso general de los concurrentes, a Don Antonio García Jiménez, sujeto en quien concurren conocimientos facultativos para que con ayuda del Síndico ejerciese las funciones de tal”.
Se destinó una cuadra para Iglesia y Curato, dejando en una esquina un solar demarcado con veinticinco varas de frente y cincuenta y tres de fondo, y sucesivamente se dividieron las demás en ocho solares, cada una de a veinticinco varas de frente y cincuenta de fondo, dejando destinados en la Plaza Mayor dos solares de dicha dimensión para Casas Consistoriales. Finalmente se numeraron los solares y quedó trazado el pueblo, que se le puso por nombre Santa Anna de Tampico, según lo acordado por el Ilustre Ayuntamiento, y todo quedó concluido con arreglo al Plano levantado al efecto.
PARA 1827 TAMPICO YA ERA CIUDAD
Para abril de 1827, y según el periódico capitalino El Águila, la ya ciudad de Tampico de Tamaulipas tenía una población de 3,004 habitantes. Estaba formada por 8 calles a lo largo de Oriente a Poniente y 15 traveseras de Norte a Sur, cada una con 15 varas de ancho. La plaza de la constitución estaba enmarcada casi en el centro de la población, con 100 varas en cuadro.
La calle de Los Arrieros estaba inmediata a la orilla del río. Por el rumbo del norte se señalaba la existencia de la laguna del Carpintero con una legua de longitud y mil quinientas varas de latitud. Había 54 casas de material, 296 de guano y 113 jacales inferiores.
Se contaba también con 23 almacenes, 17 tiendas de ropa, 2 fondas, 4 posadas, 3 cafeterías, 6 lozerias 1 botica y 2 billares. Dicho periódico indicaba que la cárcel de material estaba por concluirse, que era de bastante seguridad y comodidad para hombres y mujeres. Que la Iglesia era de guano, pero se tenía proyectado edificarla magníficamente. Que la mayor parte de los muertos habían sido transeúntes debido a la variedad del clima; párvulos en la época epidémica del sarampión y escarlatina; y otros por desórdenes y excesos.
Por Marvin Osiris Huerta Márquez