En el principio creo Dios los cielos y la tierra y enseguida los micros 10 X16 de los que van a la México, pues ya había gente en la esquina esperando. Gente de la colonia un Domingo como cualquier otro, con nosotros los de ahora y los de entonces, los de al lado y los de enfrente. .
En seguida la conversación entre iguales convierte la escena en el chisme y la noticia que les juro que de aquí no sale y sale.
Muchos años después, luego de un proceso evolutivo aquellos peces que nadaban en el agua se fueron transformando en microbuses cuyos colores y enormes letreros indican la ruta, la colonia, el barrio a donde se dirigen.
El micro se vislumbra de lejos pero no es, es sólo un espejismo, las ganas de que llegue. Mientras tanto pasan otros: pasa el de la Modelo, Framboyanes, la Treviño Zapata, la López Mateos, la Portillo, Liberal, las Playas, Torre nueva, Echeverría, la Estudiantil, la Horacio Terán, López portillo y Libertad, a la Vamos Tamaulipas voy señor, aquí no es, le dicen, esos se paran allá. En el 7 bulevar fumando espero paciente a que llegue el micro y llega justo cuando dejé de pensarlo. Porque así es esto.
Aquí cada loco con su tema. Casi todos consultan las redes y textean a una velocidad impresionante. El micro va a dar vuelta por el diez y luego por Aldama, por el 16, bulevar López Mateos y eje vial hasta la colonia México. Desde en la mañana yo sabía qué micro agarrar. En eso anduve pensando tratando de ahorrar tiempo, esfuerzo y un varo.
El lenguaje es hemostático y piadoso aun cuando suele ser terrible. En el frasco que a veces es el micro los ánimos van viendo esa pantallita hasta que alguien se tropieza y todos le siguen con la mirada. ¡Bajaaan! , dijo una señora con una gran bolsa y todos la escucharon.
Desde los ojos frescos de la mañana puedo ver el inmenso color blanco de las nubes viajeras, el colorido de las casas impresionistas, las letras art deco rotuladas con inteligencia artificial en los negocios, la gran concha naranja del estadio, la fuente de la calle Berriozábal, la antigua escuela del niño industrial, hoy instalaciones del DIF municipal, Grande Toreo, donde estuvo la Plaza de Toros y vino Tinieblas, el Huracán Ramírez y el Monje Siniestro. Pasamos por Soriana Verde, el Fovissste, Walmart, El Expreso, la joroba.
El Otoño entra por las ventanas ahumadas en oleadas de aire caliente, luego fresco y otra vez caliente. Asi es este tiempo. Los árboles viajan por la otra acera en sentido contrario, los coches y motocicletas nos rebasan por la izquierda. Apenas me doy cuenta que ya no hay muchos perros callejeros.
Ya casi vamos llegando y por alguna razón recordé otras ciudades, el tranvía sobre la playa en Madero, el bigote ancho y espeso de papá, una pelota en mis manos, recordé otros micros, acaso más chicos, repletos de pasajeros cansados aunque risueños, pegados, arrejuntados, con la luz apagada y la luna encendida el micro que iba bien recio.
El paisaje urbano está lleno de objetos, construcciones y personas que nunca he visto. Hay perspectivas de calles por donde no he pasado, pero por ahí ha pasado la vida, han vivido su vida varios.
Aquí va el señor de bigote, padre de familia, la señora del Bienestar con una corta, el de la cuchara y el lonche, la mamá luchona con su enorme mochila. Un señor lleva una caja que se mueve, el estudiante de la loma, las chicas del Cbetis, el de la estética, el vato que fue al centro a dar la vuelta, se sube el chavo que canta un tumbado, baja una señora que no ha pagado.
En los asientos de atrás vamos yo y una mujer muy guapa, la inalcanzable, la del perfil restringido. En franca correspondencia también restrinjo el perfil, voy viendo para otro lado.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA