El sistema de partidos que opera en nuestro país, muestra las tendencias políticas más diversas.
Pero igual presenta las fracturas interpartidistas más graves de toda la historia, pues, aunque cada uno de sus militantes (de una u otra forma) se identifica con el membrete donde está afiliado –eso supongo–, no por ello comulga del mismo modo con todos sus compañeros de aventura.
Así tenemos la representación de la derecha radical y moderada, en el Partido Acción Nacional (PAN); la vertiente del centro, abanderada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); y la expresión de izquierda o progresista, en sus muy variados matices, en Movimiento Regeneración Nacional (morena).
Se supone que el Partido del Trabajo (PT) se alinea con la izquierda, mientras que Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tienden hacia el centro.
Igual, se supone que esos seis partidos, registrados ante el Instituto Nacional Electoral (INE), están obligados legal y moralmente a definir su perfil a través de una declaración de principios, estatutos y programa de acción, tal y como lo marca la reglamentación oficial, a fin de que los militantes y ciudadanos en general conozcan los documentos básicos que rigen la vida del membrete en el que están involucrados o es de sus simpatías, pues ello les permitiría enriquecer la cultura cívica y acabar con el lastre que significa el analfabetismo político, que lamentablemente crece al ritmo en que se preparan las nuevas generaciones.
Obligación desatendida
En estricto apego a la legalidad, los seis partidos políticos deben impulsar la democracia, afianzar las libertades, animar la pluralidad, configurar un estado más justo y equitativo, promover el desarrollo, brindar posibilidades de expresión y participación a la gente, garantizar el empleo, la salud, seguridad, etcétera.
Los distinguen las estrategias y tácticas utilizadas para arribar al poder o conservarlo, y, desde luego, posicionarse en el segmento de la sociedad por el cual han decidido tomar parte y cuyos intereses dicen defender.
Así, un partido que se inclina a favor de los grupos privilegiados y defiende la propiedad privada, la libre competencia del capital y la explotación de la mano de obra, puede ser tipificado como de derecha.
En contraparte, las organizaciones que se identifican con los trabajadores, la propiedad pública y buscan mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, estarían considerados en el ala de las hoy llamadas izquierdas.
El llamado centro o justo medio, por su parte, se supone que retoma los modelos de uno y otro bando y trata de mantener el equilibrio; acepta la existencia de un régimen de economía mixta y, por supuesto, justifica la lógica empresarial y dinámica del mercado, pero busca que haya una adecuada repartición de la riqueza que genera toda actividad económica bien conducida.
En general, éste es el esquema en el que los partidos enmarcan su origen y funcionamiento. Y por supuesto que no hay fórmulas ni reglas que se sigan al pie de la letra.
La coincidencia y característica, en todo caso, es que los dirigentes partidistas, en nuestro tiempo, son flexibles y pragmáticos.
Buscan el poder a como dé lugar, sin importar ideologías o principios.
Lo que sirve y es útil a la causa, resulta bienvenido.
De ahí que las actitudes, valores e ideología pasen a un segundo o tercer plano.
Poco importa el debate y la contraposición de proyectos.
Más bien se privilegia la imagen y la personalidad de sus dirigentes y en algunos casos de sus cuadros más destacados.
Bajo esta tesitura, es común observar cómo los políticos, los líderes sociales y de opinión, brincan de un bando a otro por la inercia de la jugada y con el ánimo de mantenerse dentro del presupuesto.
Como fuere, hacia el interior de éstos partidos sucumben la mística y la vocación de servicio.
Y es que, lo que motiva a quienes los membretes usufructúan, es mantenerse vigentes y conservar el mando legislativo o acceder a éste a como dé lugar.
Principios, valores, ideología… ¿qué es eso?
¿Desbandada?
La renuncia de Alejandra Cárdenas Castillos a su militancia priista, podría marcar el inicio de una desbandada.
‘Ale’ hizo lo correcto ante la cerrazón de las figuras directivas estatales de ir al encuentro de la sociedad y al rescate de los cuadros indecisos, pues entiende claramente que mantenerlos descuidados el PRI pierde, pues se irán en cualquier momento para engrosar las filas de morena, en el mejor de los casos.
No ha revelado, aún, a qué membrete se afiliará, pero supongo que irá al partido guinda, por su cercanía con el jefe político estatal. Inclusive antes de causar alta en morena, podría incorporarse al gabinete ampliado del gobierno estatal.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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